sábado, 24 de noviembre de 2012

Reflexiones de un hombre sabio


¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos? 
Me importa muy poco


Leopoldo Abadía
Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que “Dios les coja confesados”.
Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación.
En muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que me a mí me hace tanta gracia: “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?” Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya está crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?”
Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: “¡y a mí, ¿qué me importa?!” Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.
Yo era hijo único. Ahora, cuando me reúno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64.
Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz…y me exigieron mucho.
Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron: 
1. La guerra civil española
2. La segunda guerra mundial
3. Las dos bombas atómicas
4. Corea
5. Vietnam
6. Los Balcanes
7. Afganistán
8. Irak
9. Internet
10. La globalización
 
Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. ¿Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar!
Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.
Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.
A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales,…Lo que por ahí se llama “buena gente”.
Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Y harán negocios sanos. Y, si son capitalistas, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano. (Si son mala gente, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano, pero que ellos son unos sinvergüenzas.)
 
Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos…En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.
Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a  dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo.
A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. Y volví a  darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.
Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.
Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.
 
P.S.
1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.
2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.  
3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.

12 comentarios:

Vila dijo...

Este articulo me ha recordado algo que nos decía mi padre: yo no te voy a dejar herencia, tu herencia es tu educación, en tus manos está el que lo aproveches....

siempre lo he tendio presente y ahora pretendo darles esa misma educación a mis hijos, ya que considereo que no he salido tan mal.... O al menos el GPS ha funcionado cuando se le ha requerido su asistencia para saber volver.

Cordelia dijo...

Contarles las notas que sacaba su padre... Menudo bicho, je

Luna dijo...

¡Justo lo que hay que hacer y decir! Darle la vuelta a la tortilla que si no es muy fácil echar la "culpa" a terceros.

Gracias por esta entrada, nos hacía falta tener otro punto de vista.

yomisma dijo...

A merendar a decir tonterias y a reirnos...que ganas de tener nietos....

Torre dijo...

Cuanta razón tiene¡¡¡ la mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos una BUENA educación.....esa de ser buenas personas¡¡¡ Como se transformaría el mundo¡¡

Anónimo dijo...

Y mí que estos gurús salva españas me dan un poco de...

Cayo coco dijo...

Me gusta como describe a la "buena gente",y tambíen me gusta el discurso de este seńor.Para ganar las batallas hay que luchar.



Anónimo dijo...

El sr. Abadía es un gurú del sentido común y de la bonhomía, por eso acierta también en economía, porque acierta en la vida.

Además es el optimismo andante. Cada vez que le escucho en la radio me dibuja una sonrisa porque se nota que él está sonriendo cuando habla.

Nunca dice una mala palabra de nadie concreto. Y no sólo eso, la gente se siente muy a gusto y confiados a su lado y además se nota.

Y estoy muy de acuerdo con lo que dice Cayo coco de su definición de la buena gente. Es que ya no se escuchan esos adjetivos en la conversa normal: responsables, sanos, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales. ¿No tenéis la sensación de que ahora se considera bueno al que no mata, o al menos no salpica sangre, y al que no agrede a los menores? todo lo demás está permitido.

Altea dijo...

Leí este artículo hace un tiempo y me encantó. Ahora me ha encantado volver a leerlo. Este hombre es de un sentido común tan aplastante que resulta indiscutible.

Almudena dijo...

Lo de comentar las notas de los progenitores puede ser muy peligroso en algunos casos. Yo se de una que, de buena fe, le dijo a su hijo que no se angustiara, que ella había repetido y desde entonces el niño no da un palo al agua y, eso sí, no se angustia.

Relicary dijo...

No siempre estoy de acuerdo con Leopoldo, lo leo cada semana, pero la mayoría de lo que dice hoy me gusta mucho. Defiendo especialmente la responsabilidad de los padres en el futuro de sus hijos.

Desgraciadamente no todas las familias tienen padres responsables, hay muchos problemas domésticos. En esos casos se piensa que es mejor dejarlo todo en manos del Estado... pero no acaba de gustarme eso. El Estado es generalmente de "pensamiento único", cuando lo que es beneficioso es el pensamiento variado, en caso contrario, no se progresa, creo yo.

Anónimo dijo...

Siempre me hace mucha gracia eso de que en los tiempos modernos los padres llegan muy cansados a casa. Tengo 32 años y no creo que mis coetáneos vuelvan más cansados que llegaban mis padres (mi madre agricultora y mi padre marinero) o mis abuelos (los cuatro agricultores) que disponían de bastantes menos medios técnicos para facilitarles la vida (¿o resulta que el iphone es ahora agotador?)