domingo, 25 de septiembre de 2016

En casa de Carlos y Marta

 Algete verdea al norte de Madrid
Es evidente que voy perdiendo facultades. Ayer, sin ir más lejos, fui a Algete para bendecir la nueva casa de Carlos y Marta. Me invitaron y me hizo muchísima ilusión. Lo llevaba todo preparado: el ritual, la estola, el hisopo y ese aparatito que todos portamos en el bolsillo, al que llamamos móvil y sirve incluso para hablar por teléfono. Yo pensaba sacar unas fotos, pero se me olvidó. Me dije que bueno, que la cosa no tenía mucha importancia; bastará con poner en el globo una breve crónica del evento; pero al tratar de recordar los nombres de los niños, me di cuenta de que los había olvidado. La culpa, pensé, es de Marta, que sigue tan guapa como el día de la boda y quizá me deslumbró un poco; pero esto no debo ponerlo en el blog. Quizá fue la hija mayor, ¿cómo se llamaba? Tiene 15 años y quiere estudiar comunicación audiovisual, que no sé lo que es, y de paso matricularse en el JANA, la conocida escuela de artes escénicas. María (eso es, se llama María) es la mar de simpática y encima tiene buen gusto, ya que me pidió que le dedicara un libro mío que todavía no ha leído (por eso digo que tiene buen gusto). Lola, no. No me pidió nada y estuvo todo el rato callada, quizá porque es la pequeña de la tribu y le daba cosa hablar con un cura. Luego estaba la tercera, cuyo nombre he olvidado, aunque no su cara, que quería irse a jugar con sus amigas; y los dos chavales, que son clavados a su padre…
Ya veis, ni siquiera se redactar una crónica decente. A Carlos, el padre de familia, lo conocí hace veinte años más o menos, cuando lucía una espesa pelambrera rizada tipo afro. Ahora está como entonces, pero tiene lisa y canosa la azotea. Me cuenta que no tendrá más remedio que sacarse el permiso de conducir (ya va siendo hora), porque vive en el campo y Madrid está a quince o veinte kilómetros.
De vuelta a casa, me pregunto por qué pasarán tan veloces las décadas a pesar de lo mucho que nos esforzamos por detener el tiempo.
—Está usted igual que el día en que nos casamos —me dice Marta—.
Qué bien mienten las chicas guapas, ¿verdad?


4 comentarios:

yomisma dijo...

La verdad es que hace mucho que no le veo, como dos años o cuatro... pero le encontré igual que en época del roca. O sea, que la sotana le conserva la imagen la mar de bien. Y el sentido del humor también. Véngase y nos bendice la casa a nosotros también!!

Cordelia dijo...

Ahora que viene de Galicia, le diré que está cuspidiño a cuando le conocí... Y de eso hace al menos la torta. Y ahora que lo pienso, mi casa no la bendijo. ¿Cuando dice que vuelve?

Antuán dijo...

¡Que casualidad! Antes de incorporarme al trabajo después de unos días fuera, el miércoles estuve con mi hermana en Madrid, la acompañe al colegio mayor La Moncloa donde vive y trabaja una chiquita de Ciudad Real que va a empezar a estudiar Arte Dramático y está encantada. Su madre era vecina nuestra del pueblo. Tiene dos hijos más que están trabajando en Alicante. Solo tiene a su marido en casa y en el paro, ella tiene una heladería. Y no le importa, bueno... dice que los hijos son de Dios que tiene que darles libertad. Es muy buena. Adiosle

MVE dijo...

Don Enrique, soy Maru. Estuve con mi marido y mis hijos en casa de Carlos y Marta en ese momento. Y le saludé, y le dije que leía su globo. Y me dijo que ya no escribía mucho porque su más fiel lectora, su madre, ya no estaba.
Ya ve usted que somos unos cuantos los que le leemos. QUizá no tanto como su madre, pero sí, al menos en mi caso, con bastante regularidad.
No deje de escribir.

Gracias!!!