lunes, 31 de diciembre de 2007

Propósitos para el año nuevo



He entrado en algunos blogs de mi barrio a mendigar ideas que me permitan escribir el último pensamiento de este 2007 tan movidito. De todo hay. No os perdáis, por ejemplo, los deseos de Patzarella. Sin embargo a mí me ha conmovido más lo que escribió María anteayer con el envidiable entusiasmo que le caracteriza:

“Espero que estrenéis el año nuevo con muchísima ilusión y que le echéis todas las ganas!. Yo creo que este año promete. Tengo puestas en él muchas esperanzas e ilusiones... Por ahora no estoy acabando mal el año, así que creo que empezaré con el pie derecho y si no, pues... a enderezarlo!.

Esto del año nuevo es algo que nos gusta mucho a los que somos idealistas. Vemos un saco lleno de mil cosas que podemos hacer. Nos imaginamos un montón de cosas que hacer para este año que empieza... yo solo espero no quedarme en ilusiones y esperanzas sino ir día a día convirtiéndolos en realidad.”

Sólo puedo darte la enhorabuena, María, por ser y por estar así, pero me temo que no basta con ser idealista para decir las cosas que tú dices; además hay que ser joven. Tú miras al futuro como el terrateniente que otea su finca y ve una extensión enorme que parece no tener fin. Yo, por el contrario, tengo siempre a mano la calculadora. Cuento los años vividos y miro al futuro con cierto recelo.

A mí ya me da lo mismo que Madrid sea candidata a los Juegos Olímpicos del dos mil no sé qué (he olvidado el año), porque lo más probable es que no participe en los cien metros lisos, ni siquiera como espectador. Tampoco me preocupa mucho que la temperatura del Planeta suba dos grados en la próxima década, porque a ciertas edades el organismo necesita que le suban la calefacción, y si encima sale gratis, mejor.

Esto no significa que vaya a dimitir de la vida. Seguiré luchando, con la ayuda de Dios, este año y el que viene —si viene— para que el mundo vaya un poco más derecho y tú puedas renovar tus sueños cada 31 de diciembre, pero comprende que me cueste compartir eso que llamas ilusiones para el año que empieza.

Ya sabes que, en castellano la palabra “ilusión” tiene dos significados diferentes. El primero, según el diccionario, es “un concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos”. O sea, aquello de Calderón: ¿qué es la vida? Una ilusión, un engaño, una ficción… Desde este punto de vista, no parece recomendable tener (o hacerse) demasiadas ilusiones: correríamos el riesgo de ser unos ilusos.

El segundo significado va en la dirección opuesta. Se entiende también por ilusión “una esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.” A esto te refieres cuando hablas de tus sueños para el futuro. Es lo que la filosofía tradicional ha llamado siempre “la pasión de la esperanza”. Porque, en efecto, la Esperanza no es sólo una virtud: también es una pasión que enciende el alma y el cuerpo. Santo Tomás asegura, con la seriedad que le caracteriza, que es propia de los jóvenes y de los borrachos.

Yo también espero, como dices en el blog, que tus ilusiones se hagan realidad, pero pido al Señor, sobre todo, que, más allá de optimismos o pesimismos epidérmicos, sepamos mirar un poco más arriba. Yo no tengo edad para ser un optimista compulsivo, como esos que creen que el futuro siempre será mejor. Tampoco pienso que lo bueno esté siempre en el pasado.

Apostemos por el presente. Hagamos lo posible porque cada instante vivido tenga dimensión de eternidad, que toquemos el Cielo con las manos cada día. Basta con no perder la conciencia de que Jesús es el Señor de la Historia y está siempre a nuestro lado: cuando perdemos batallas y cuando las ganamos. Él, al final, ganará la guerra.

Un propósito solo para mí: empezar el año con una sonrisa, no perder el sentido del humor, y teñir de Esperanza el inevitable escepticismo que empieza a llenarme de arrugas el alma.

domingo, 30 de diciembre de 2007

Concentración en Madrid

En el día de la Sagrada Familia, los que no hemos podido estar en Madrid, al menos echemos una ojeada a este video.

Yo he tenido la insana curiosidad de repasar en Internet las distintas versiones que han ofrecido del acto los "grandes" periódicos nacionales. Todo muy previsible, salvo la información de "El País", que a las 12 de la mañana (ignoro si ha ido cambiando con el paso de las horas) se superaba a sí mismo en su capacidad de inventarse la realidad.

La foto principal de la concentración retrataba en primer plano una gran estatua de Botero y al fondo un grupito de personas. Supongo que el fotógrafo habrá sido despedido. ¿O no?

Solemnidad de la Sagrada Familia



El villancico
italiano más conocido fue compuesto por San Alfonso María de Ligorio en el siglo XVIII y su música llena las calles de Roma durante estos días de Navidad. Comienza así:

Tu scendi dalle stelle o Re del cielo,
e vieni in una grotta al freddo e al gelo,
e vieni in una grotta al freddo e al gelo.
O Bambino mio divino, io ti vedo qui a tremar.
O Dio beato!
Ah! Quanto ti costò l'avermi amato.
Ah! Quanto ti costò l'avermi amato.


Bajaste de las estrellas, Oh Rey del Cielo,/ y vienes a una cueva, al frío y al hielo,/ y vienes a una cueva, al frío y al hielo./ Oh, niño mío divino, te veo aquí tiritando./ Oh Dios, bendito,/ ¡Cuánto te costo haberme amado!/ ¡Cuánto te costó haberme amado!

Los que hemos vivido algunos años en Italia tenemos grabada en la memoria esa bellísima melodía. Pero ahora, al recordarla, pienso que Jesús no bajó de las estrellas (por supuesto que es sólo una metáfora), sino que nació, como todos, en el seno de una mujer y en una familia.

Dios “quiso necesitar” una familia: su madre no es un adorno, una figura inútil del belén. Jesús necesitó de verdad una mujer que le abrigara con sus brazos y con el sonido de su voz, que le hiciera sentirse seguro y querido, que le enseñara a fijar la mirada en los ojos de los demás, a agarrar los objetos con las manos, a sonreír, a balbucir las primeras palabras. Ella y José le hicieron caminar y le levantaron del suelo, le ayudaron a utilizar los instrumentos domésticos y de trabajo…

Jesús aprendió a ser niño y a ser hombre. Conoció un idioma y un acento, un modo de expresarse, unas voces y unas tradiciones familiares. En una ocasión casi nos da la receta del pan que elaboraba María diariamente, cuando asegura que el reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina.

Sólo un niño que crece por dentro y por fuera, que aprende, que hace travesuras, que se ensucia, que obedece a la primera o a la segunda, que se equivoca y que rectifica, puede llegar a ser verdadero hombre. Y Jesús lo fue. Perfectus homo!, dice un viejo símbolo de nuestra fe, es decir hombre de una pieza.

Hace algunos años, un domingo como hoy celebré una Misa larga, solemne, con toda clase de cantos. Y me pidieron que fuera muy breve en la homilía. Se conoce que no les importaba demasiado lo que yo pudiera decir. Tanto me insistieron en la brevedad, que batí el record mundial de concisión. Dije lo siguiente:

—Sentaos…, si os da tiempo. En Belén ha nacido el Rey del mundo. ¡Viva su Madre! Amén.

Y continuamos con el Credo.

sábado, 29 de diciembre de 2007

GPS



Hace tiempo escribí un artículo poniendo verde a las maquinitas más de moda (el pocket PC, la palm, el GPS, el Ipod, el mp3, etc...). No me arrepiento, porque bastantes actos de contrición tiene que hacer uno en la vida como para encima incrementarlos con bobadas. Pero estaba equivocado y rectifico.

Hoy quiero rendir un homenaje a Gertrudis Pérez Sanchez; así nombraré a mi GPS de ahora en adelante. Nunca me han gustado las siglas, y menos aún aquellas cuyo significado ignoro. Llamar Gertrudis a esta maquinita me más parece justo, sobre todo porque ella es respetuosa, me indica el mejor camino hacia mi destino, lo mismo busca un parking que una farmacia o una estación de servicio, y, sobre todo, me habla con voz dulce y persuasiva.

Gracias, Gertrudis. En esta tierra de Asturias, donde nunca se sabe si las carreteras van o vienen y uno pierde el norte con facilidad, siempre me has traído a casa sin dudas ni errores. Saber que sabes dónde estoy, de donde vengo y a donde voy con un error de apenas metro y medio me parece algo mágico.

¿Cómo te las arreglas, querida amiga, para no perder la paciencia cada vez que me equivoco y te ves obligada a darme una ruta alternativa? ¿Quién te dictó ese magnífico pareado que repites incansable cuando voy en la dirección equivocada: "cambie de sentido donde esté permitido"? ¿Por qué no te hartas y me dices, por ejemplo, "date la vuelta, imbécil, que ya has vuelto a equivocarte?

Y, por cierto, además de conocer mi situación exacta en el Planeta, ¿qué más sabes de mí? Cuando cometo alguna ilegalidad al volante, ¿registras el delito en tu base de datos para chivarte luego a la policía? ¿Captas también mis necesidades biológicas? ¿y mis pensamientos más secretos?

Tu primo, Mr. Google, me dice que tienes a tu disposición una red de 27 satélites, pero que te basta con 3 para localizarme. No sé, Gertrudis, a veces me das miedo. Creo que voy a desconectarte. Espero que no te lo tomes a mal.



viernes, 28 de diciembre de 2007

Día internacional contra el aborto voluntario criminal, y valga la redundancia


Volvía ayer de mi paseo ornitológico por los alrededores, cuando Kloster me preguntó:
—¿Sabes cuántos días internacionales nos esperan el año próximo?
—Yo no lo sé —respondí—, pero Google lo sabe todo. Preguntemos al oráculo de la web.
Ésta fue su respuesta

Enero

30 Día Mundial de la Lepra
30 Día Mundial de la no violencia


Febrero

11 Jornada mundial del enfermo
14 Día europeo de la salud sexual
21 Día internacional de la lengua materna


Marzo

8 Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional
8 Día internacional de la mujer
9 Día de la enfermedad renal en España
14 Día europeo para la prevención del riesgo cardiovascular
15 Día mundial de los derechos del consumidor
21 Día internacional de la eliminación de la discriminación racial
A partir del 21 Semana de solidaridad con los pueblos que luchan contra el racismo y la discriminación racial
22 Día mundial del agua
23 Día meteorológico mundial
24 Día mundial de la tuberculosis
24 Día internacional de solidaridad con el personal detenido y desaparecido
28 Día mundial de la EPOC


Abril

7 Día mundial de la Salud
11 Día mundial del Parkinson
17 Día mundial de la Hemofilia
23 Día mundial del libro y de los derechos de autor
24 Día nacional de la Fibrosis Quística
25 Día africano del paludismo
26 Día mundial de la propiedad intelectual
28 Día mundial de la seguridad y la salud en el trabajo


Mayo

2 Día mundial del asma
3 Día mundial de la libertad de prensa
7 Día mundial del asma
10 Día mundial del Lupus
12 Día mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de la Fatiga Crónica
15 Día internacional de las familias
17 Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información
19 Día mundial de la Hepatitis
22 Día internacional de la diversidad biológica
24 Día nacional de la Epilepsia
25 Día de África
28 Día nacional de la nutrición
29 Día Internacional del personal de paz de las Naciones Unidas
31 Día mundial sin tabaco


Junio

Mes mundial De la Esterilidad
1 Día internacional de los niños inocentes víctimas de agresión
5 Día mundial del medio ambiente
6 Día mundial de los trasplantados
13 Día europeo de la prevención del cáncer de piel
14 Día mundial del donante de sangre
15 Día mundial de toma de conciencia del abuso y maltrato en la vejez
17 Día mundial de la lucha contra la desertificación y la sequía
20 Día mundial del refugiado
21 Día mundial contra la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrócica)
26 Día internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas
26 Día internacional de apoyo a las víctimas de la tortura


Julio

Primer sábado Día internacional de las cooperativas
11 Día mundial de la población


Agosto

1-7 Semana mundial de la lactancia
9 Día mundial de las poblaciones indígenas
12 Día internacional de la juventud
23 Día internacional para el recuerdo del comercio de esclavos y su abolición
31 Día internacional de la solidaridad


Septiembre

8 Día internacional de la alfabetización
10 Día internacional para la prevención del suicidio
15 Día Europeo de la Salud Prostática
10 Semana europea del cáncer de pulmón
16 Día internacional de la preservación de la capa de ozono
16 Día mundial del linfoma
21 Día internacional por la paz
21 Día mundial del Alzheimer
23 Día Internacional en contra de la explotación y tráfico de mujeres
25 Día mundial del Corazón
27 Día mundial del turismo
29 Día mundial de la retinosis pigmentaria
Última semana Día marítimo mundial


Octubre

1 Día internacional de las personas mayores
1 Día internacional de las personas sordas
1 Día internacional de la Hepatitis C
2 Día interamericano del agua
Primer lunes Día mundial del hábitat
4-10 Semana mundial del Espacio
5 Día europeo de la depresión
7 Día Mundial contra la Pena de Muerte
5 Día mundial de los profesores
6 Día europeo de la depresión
7 Semana europea contra el cáncer
8 Día mundial de los cuidados paliativos
9 Día mundial del correo
10 Día mundial de la salud mental
Segundo miércoles Día internacional para la reducción de los desastres naturales
14 Día mundial de la vista
16 Día mundial de la alimentación
17 Día internacional para la erradicación de la pobreza
17 Día mundial contra el dolor
18 Día mundial de la menopausia
19 Día nacional contra el cáncer de mama
20 Día mundial de la osteoporosis
24 Día de las Naciones Unidas
24 Día mundial de información sobre el desarrollo
24-30 Semana del desarme
31 Día universal del ahorro


Noviembre

3 Día mundial de la usabilidad
6 Día internacional para la prevención de la explotación del medio ambiente en la guerra y los conflictos armados
10 Día mundial de la Ciencia al servicio de la paz y el desarrollo
12 Día mundial de la infancia
14 Día mundial de la diabetes
16 Día internacional para la tolerancia
16 Día mundial de la EPOC
20 Día de la industrialización de África
20 Día mundial de la infancia
21 Día mundial de la televisión
21 Día mundial de la filosofía
21 Día nacional del Ictus
21 Día internacional de la espina bífida
25 Día internacional para la eliminación de la violencia contra la mujer
29 Día internacional de la solidaridad con el pueblo palestino


Diciembre

1 Día mundial de la lucha contra el SIDA
2 Día internacional de la abolición de la esclavitud
3 Día internacional de las personas con discapacidad
5 Día internacional de los voluntarios para el desarrollo económico y social
7 Día internacional de la aviación civil
10 Día de los derechos humanos
18 Día internacional del emigrante
18 Día nacional de la esclerosis múltiple
21 Día nacional del niño con cáncer

—Y esto no es todo. No veo en la lista el día del orgullo gay, ni el del orgullo de los que carecemos de vesícula. Tampoco está la semana mundial de Harry Potter ni…

—En cualquier caso —me interrumpió Kloster— es consolador saber que tenemos un día para la próstata y otro para la retinosis pigmentaria. La sensibilidad de nuestros líderes es encomiable. Así que no tendrán reparos en dedicar el 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes, a los niños ejecutados en el vientre de sus madres.

—¿Tú crees?

—Por supuesto. Hemos sido capaces de consensuar un par de días para la infancia, otro para el maltrato a la mujer, uno más contra la pena de muerte y una semana entera para la lactancia materna... ¿Cómo no van a aceptar un día internacional contra el aborto criminal? El recuerdo de Herodes no se merece menos. Si no lo han instituido aún es porque no han caído en la cuenta.


—Me temo que no te harán caso.


—Esta vez sí. Piensa que tenemos un día para la salud mental. A lo mejor recuperan el juicio.




jueves, 27 de diciembre de 2007

Volar


Dentro de un cuarto de hora saldré a dar un paseo con los prismáticos y seguro que alguien me pregunta, una vez más, “para qué” miro los pájaros.

—¿Es que esperas ver algo nuevo?

No, la verdad. Conozco bastante bien la avifauna de esta tierra y la de España entera. Sólo hay tres o cuatro especies que aún no he visto, pero ninguna de ellas se encuentra en Asturias, salvo el urogallo, y no es buena época para ir a buscarlo.

—Entonces, ¿qué esperas?

—Que las aves me enseñen a desear su vuelo.

Un viejo profesor de la Universidad Lateranense, nos explicaba, comentando a Santo Tomás, que los deseos “naturales” —los que derivan de la propia naturaleza humana como una exigencia— deben ser alcanzables en esta vida o en la otra. Si no fuera así, Dios habría creado un ser eternamente frustrado. En cambio hay otros deseos —decía— que superan los requerimientos de nuestra naturaleza; por ejemplo, el deseo “teórico” de volar. No poder volar, concluía, no nos impide alcanzar la plenitud humana o espiritual.

Han pasado más de 40 años y sigo pensando, como entonces, que el vuelo es algo más que una metáfora. Cuando contemplo el vuelo de los charranes, que dan la vuelta al mundo, de polo a polo, todos los años, o la caza fulminante del halcón peregrino, que corta el aire como una bala, o el planeo majestuoso del águila, sé que la felicidad será un vuelo real y definitivo, al que no puedo renunciar.

No tengo tiempo de escribir más; pero el blog es mi cuaderno de apuntes apresurados y aun quiero anotar algo.

Vivimos en una época sin ambiciones. Benedicto XVI habla de la crisis de esperanza que es consecuencia del paganismo. Es evidente: la mentalidad hedonista nos invita a todas hora a renunciar a ese vuelo, quiere cortarnos las alas.

—Déjate de sueños —nos dice—. La vida no tiene más recompensa que el placer inmediato. Carpe diem!, aprovéchate de lo que encuentres hoy en la nevera, no sea que mañana no tengas dientes.

Sí, el hedonismo supone una renuncia expresa y formal a la felicidad que Dios nos ha prometido. El hedonista es un pobre hombre resignado, un conformista sin más ilusión que la de morir borracho de anestesia para no enterarse.

¿Cómo eran aquellos versos de San Juan de la Cruz? Los citaré de memoria:

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.


miércoles, 26 de diciembre de 2007

Elogio del elogio del cachete

Imagen "robada" a J.A. Varela

Con su "elogio del cachete" de hoy mismo, Enrique García-Máiquez vuelve a dar en el clavo y, de paso, da un cachete a la incontinencia legisladora de nuestros amados líderes, que un día de estos nos prohibirán por ley hasta los malos pensamientos.

Ya lo decía Kloster: ¡quién sabe cuántas cosas más habrá que prohibir para que nos consideren auténticos progresistas!


Dios se esconde en los establos.

Uno de los belenes de Marita

Hace ya varios días recibí un largo mail de Mari Luz, una chica de 25 años, redactora jefe de una importante revista en un país de Iberoamérica.

Comienza con un torrente de piropos capaz de ruborizar incluso a un tipo como yo, y continúa:

Trabajé dos años en la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal de mi país. Mi Director Espiritual me decía que "conocía las entrañas de la Iglesia" y qué razón tenía (…) En mi trabajo vi de todo y no es que me escandalizara, aunque sí me dolía y me daba cuenta lo mucho que hay que rezar por nuestros obispos y sacerdotes.

Los últimos meses que trabajé ahí fueron especialmente difíciles. Cada vez me costaba más tenerles paciencia, y me entristecían (también me enojaban) las cosas que veía... En fin, cuando dejé el trabajo me alegré muchísimo, porque, aunque me gustaba trabajar en la Iglesia, me daba cuenta que me estaba afectando espiritualmente. Me costaba ver a Cristo en los sacerdotes...

Podía haber respondido personalmente a Mari Luz, pero le he pedido permiso para hacer algunas consideraciones, necesariamente esquemáticas, en el blog.

  • Los obispos y los sacerdotes estamos llamados a ser santos. El resto de hombres y mujeres, también; pero a nosotros nos toca dar ejemplo y luchar por ir a la cabeza en esta carrera hacia la santidad. Por eso es razonable que los cristianos nos exijan más, incluso que se “escandalicen” cuando ven que no damos la talla.
  • Los sacerdotes no sólo representamos a Jesucristo; nos transformamos en Él por unos segundos cuando, en el altar, repetimos las palabras de la Consagración: “esto es mi Cuerpo…”, y cuando, en el confesonario, decimos “yo te absuelvo…” Ese “yo” y ese “” son tremendos y manifiestan la grandeza de nuestra tarea.
  • Es lógico que luchemos por ser coherentes, que tratemos de vivir de acuerdo con lo que somos por haber recibido el Carácter sacramental. Nadie debe llevar una doble vida; pero menos que nadie un sacerdote.
  • Los curas, sin embargo, tenemos tantos defectos como el resto de los mortales, y, por estar en el candelero, se nos notan mucho. Somos egoístas, ambiciosos, cobardes, perezosos, sensuales, presumidos… Cuando se nos ve de cerca, esas miserias asoman como un grito estridente, y hacemos más daño del que somos capaces de imaginar.
  • Sin embargo, los hombres, como las obras de arte, deben ser contemplados a la distancia adecuada. No es posible entender un cuadro de Tiziano mirándolo a tres centímetros o rozándolo con la punta de la nariz. Para apreciarlo de verdad conviene retroceder unos pasos e incluso entornar la vista. ¿Quién sabe más de un gran científico, el que estudia a fondo sus aportaciones a la ciencia, o la persona que se ocupa de lavar su ropa interior?
  • Esos sacerdotes que te han escandalizado, querida Mari Luz, seguramente tienen tantas miserias como yo, como tú misma y como los cientos de personas que tratas habitualmente. Pero poseen algo muy grande que no han sabido mostrarte. Suele ocurrir… Cuando uno se encuentra con sus amigos, colegas o colaboradores, baja la guardia, se remanga la camisa, se queda en zapatillas. Y todas las suciedades salen a la luz.
  • Ahora que estás más lejos, trata de entornar la vista, prescinde de las pequeñas o grandes miserias que has visto y contempla sus virtudes como se examina una obra de arte que Dios mismo va forjando en el alma de sus sacerdotes.
  • Estamos en Navidad. Los pastores que se acercaron al portal no hicieron ascos al hedor del establo ni a la mayor o menor limpieza de los pañales del Niño. Supieron adorar a un Dios que, a veces, también se esconde en el estiércol.

martes, 25 de diciembre de 2007

Las figuras rotas del belén


Estos días se ha vuelto a hablar del aborto. Precisamente en Navidad han salido a la luz los crímenes que se han cometido impunemente en esos mataderos que algunos se atreven a llamar “clínicas”.

En “el belén que puso Dios” escribí un capítulo que hablaba de las “figuras rotas” del Nacimiento: de los Inocentes y también de los niños eliminados voluntariamente en el seno de sus madres.

No pretendo reproducir esa historia, sino un artículo que escribí, con el mismo título, en Mundo Cristiano. Tomo "prestada" la fotografía del blog de mi amigo Dani.




Se me ha roto la indita de barro que modeló Aya Misawa.

La tenía junto a mis libros. Era una figurita tosca, ingenua —la artista que la creó tenía entonces trece años—, pero llena de delicadeza. Representaba a una chiquilla de tez oscura y largas trenzas negras rematadas con lazos rojos.

La vi en el concurso de belenes del Colegio hace cinco o seis navidades. Cada una de las niñas de 8º había modelado tres o cuatro figuras para el Nacimiento. El resultado fue catastrófico y previsible: frente al Portal se agolpaban seis reyes magos, cuarenta pastores y pastoras, y una multitud de personajes de todos los colores y estilos. Aquello parecía una boca del Metro en hora punta. Localizar al Niño Jesús no era empresa fácil.

La indita estaba en un rincón, y se me antojó preciosa.

—¿Quién la ha hecho?, pregunté.

—¡Quién va a ser!: Aya.

Lo más probable es que nadie la echara en falta cuando pasó el jurado para emitir su veredicto. La “robé”. Sirvan las comillas para atenuar mi culpa. Ahora que Aya ha vuelto a su tierra de Japón, tal vez lea este artículo y me perdone.

Al llegar a mi despacho, a la figura se le cayó una trenza. ¡Vaya por Dios! Disimulé el estropicio con superglú, y la puse en lo más alto de todo.

Hace un par de Navidades intenté incorporarla al belén de mi casa, pero fue repudiada por el artista de turno. Hay belenistas adultos que pretenden hacerlo todo proporcionado y razonable.

Este año he cambiado de domicilio, y, como no hay mudanza sin víctimas, al llegar a mi nueva habitación, la indita ha aparecido sin trenzas y decapitada en el fondo de la maleta.

Mientras la depositaba piadosamente en la papelera, pensé traer a colación esta íntima tragedia, porque se acerca la Navidad y todos estamos a punto de montar el belén. No dejéis de hacerlo. Ya os conté hace algunos años cómo Dios mismo quiso preparar el suyo, y lo llenó de galaxias y de estrellas, como quien pinta un decorado, para arropar a Jesús en la cuna. Desde entonces, cada vez que ponemos el Nacimiento, es como si Dios mismo nos invitara a que le imitemos jugando a ser creadores de un universo de corcho, barro y papel de plata, donde pueda reinar el Señor.

Es verdad que cada año, al desembalar la caja en la que guardamos las figuras, encontramos siempre alguna rota: al burro le duran poco sus orejas y hasta San José pierde el báculo con tanto ajetreo. No importa: las ovejas descalabradas y los camellos descabezados caben en este juego.

Al fin y al cabo en el primer belén, en el que puso Dios, también hubo figuras rotas.

A Dios se le rompieron un montón de niños que deberían haber estado junto al Portal: los Inocentes. ¿Os acordáis? Había poderosas razones de Estado, y Herodes se encargó de la faena.

Muchas veces he pensado que aquellos mártires diminutos bien podrían ser nombrados Patronos y protectores de las demás figuras rotas que siguen tiñendo de sangre nuestros belenes. Hablo de esos millones de niños que Dios quiere poner en el mundo cada día, y no lo consigue: los que son utilizados para guerras que no son suyas; los que mueren de hambre; los que tuvieron que aprender a corromperse para poder vivir; los que, todavía hoy, subsisten como esclavos; y, especialmente, los más indefensos: los que se quedan en carne de quirófano, muertos en el seno de su madre con música de Mozart, bisturí y aleteo de batas verdes.

Hace años, los diputados lograron frenar, por un solo voto, un proyecto de ley que habría hecho aún más sencillo y trivial el aborto. Todos nos alegramos de aquel éxito. Pero ahora que ya ha pasado el tiempo y he olvidado los nombres, debo decir que sentí lástima al oír los miserables argumentos que utilizaban en el Congreso, no los abortistas, sino determinados “defensores de la vida”.

Uno aseguraba que “ya es suficiente” con la ley actual. Suficiente, ¿para qué? Quien acepta sin remilgos una ley homicida, se queda sin razones para poner límites a la muerte.

Otro se oponía al aborto por disciplina de partido. Aquél argüía que no había suficiente demanda social… Y hubo incluso quien apeló a motivos reglamentarios.

Me vinieron a la memoria unos versos satíricos de Miguel d´Ors:

Andrés se hizo fascista por profundos motivos de peinado./ Yvonne marxista porque las milongas de los Quilapayún(...)/Doña Pura Testigo de Jehová por una minipimer, /Juan y Pedro mormones por razones de estricta sastrería…

Es cierto: en la prensa aparecieron espléndidas colaboraciones de médicos, de juristas, de filósofos; pero no oí a un sólo diputado recordar que la vida humana es sagrada. Los obispos se quedaron solos, como si defendiesen una mera cuestión religiosa.

Por eso, si encontrara los restos de la indita, descabezada y todo, trataría de ponerla en el belén, para no olvidarme este año de las figuras rotas.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Un “haiku” de don Mario


Don Mario llevaba varios días sin publicar nada. Hoy, sin embargo, habla de San José, y ayer, del buey del Portal de Belén. Don Mario es italiano y, de vez en cuando, traduce para su blog alguna de las ocurrencias que yo pongo en el mío.

Bien, pues, donde las dan las toman. Hoy hago yo de traductor. Esta es mi versión, y aquí esta el original:


Era tiempo de Navidad y yo buscaba una inspiración. Me sucede todos los años: predico, predico, pero no siempre encuentro algo para mí, para mi Navidad. En aquella ocasión habían ocurrido muchas cosas y yo pensaba que había tenido ideas brillantes, inspiraciones útiles… Sin embargo, mientras contemplaba un belén muy sencillo —sólo las figuras esenciales, aunque de tamaño real— la vista se me fue al buey.

Su apariencia tranquila, tradicional, la mirada fija sobre el niño —una mirada no muy inteligente, como la vaca de la foto— me hicieron entender y me llevaron a reírme de mí mismo. Yo, que pienso tanto y a veces me contrarío si no encuentro una idea que me guste, y él, por el contrario, sereno, que se limita a contemplar, sin nada especial que decir, pero que está allí, en su sitio, donde debe estar.

Entonces compuse este haiku (los que me conocen saben bien que un haiku es lo máximo que me permito en poesía, porque requiere más habilidad que arte). Lo ofrezco a todos como tarjeta de felicitación para este año.

e nella grotta
rumina lento il bue
la sua preghiera.


En el portal,
el buey rumia lentamente
su plegaria


Con mis mejores deseos de una Santa Navidad centrada en el verdadero protagonista que se ha hecho niño para estar siempre cerca de ti.

Dentro de tres horas predicaré una meditación junto al Belén de Solavieya. Espero aprovechar el haiku de don Mario.


Las aves están siempre en la otra orilla



Vuelvo a salir al campo en busca de pájaros. Me acompañan de nuevo Rafa y Emilio. Rafa, joven pajarero y conocedor de la zona, nos conduce a un enclave escondido desde el que se divisan muchas y muy variadas especies: avefrías, chorlitos, ánades, cormoranes, garzas y garcillas… Y un cisne blanco, enorme, majestuoso.

Hoy he visto bastantes más aves de lo que cabía esperar, y, sin embargo, de vuelta a casa, noto, como siempre, un punto de insatisfacción. ¿Será, tal vez, porque el cisne no levantó el vuelo?, ¿o porque no apareció el alca que vimos el año pasado, o porque la marea estaba demasiado alta para que las limícolas corretearan por el barro? Tal vez sea sólo, como me dijo mi amigo Moisés hace tiempo, porque las aves mejores están siempre en la otra orilla.

No sé si es una aplicación más de la famosa ley de Murphy o es que los pájaros se divierten tomándonos el pelo, pero la afirmación es rigurosamente cierta. Y, como uno anda siempre en busca de metáforas ornitológicas, supongo que también aquí hay una parábola escondida.

El Santo Padre, en su última encíclica, describe esa permanente insatisfacción del hombre que busca el placer, la alegría, el bien del cuerpo y del alma sin saber en el fondo lo que está esperando, y cita a San Agustín, aquel apasionado buscador de la felicidad:

“No sabemos en absoluto lo que deseamos, lo que quisiéramos concretamente. Desconocemos del todo esta realidad; incluso en aquellos momentos en que nos parece tocarla con la mano no la alcanzamos realmente”.

Tienen razón Moisés y Agustín. Las aves mejores, como la felicidad, están siempre en la otra orilla. Aquí lo importante es tener unos buenos prismáticos y enfocarlas bien para excitar el deseo de poseerlas, o de volar como ellas a la orilla definitiva.

domingo, 23 de diciembre de 2007

El belén que puso Dios, 8


El ángel custodio de Dios



Desde los pañales de su natividad hasta el vinagre de su Pasión y el sudario de su resurrección, todo en la vida de Jesús es signo de su misterio.

(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 515).

Hace años una empleada de hogar me explicaba cómo hacía la oración durante la Navidad: —Yo me meto en el Portal y le digo a la Virgen: "mira, Madre mía, tú de esto no sabes nada. Yo sí, que soy del oficio. Así que me dejas ponerle los pañales al niño, y descansas un poco, que eres la Señora, y estás delicada".


En los belenes suele haber un río, que casi siempre es de papel de plata, y en el río hay ovejas, que se acercan a beber, y algún que otro pato, y siempre, una o dos lavanderas muy atareadas.

Cuando Yahvé puso su belén, también diseñó un arroyo y puso una lavandera en el sitio justo y a la hora justa. Se llama Salomé, y trabaja como empleada en la posada de Belén.

Aquella mañana fue al río, como todos los días, y a la salida del pueblo, oyó el llanto de un niño. Entró en la gruta y, por lo que dice, se debió de quedar muy conmovida al ver a una mujer tan joven —una chiquilla, según ella— tratando de poner los pañales a su hijo recién nacido. Su reacción fue muy común: se comportó como si estuviese enfadada, que casi siempre es la mejor manera de disimular las propias debilidades.

—¿Se puede saber qué es lo que estás haciendo, criatura? ¡Quién te habrá enseñado a ti a poner pañales a un niño! A ver: déjamelo, que a la legua se ve que eres primeriza.

—Te advierto —respondió María—, que lo he hecho otras veces: en Nazaret he cuidado a montones de recién nacidos. Y hasta he sido comadrona cuando mi prima Isabel tuvo a su hijo. Claro que con Jesús no es lo mismo...

Salomé, que ya lo tenía en los brazos, no dejaba de mirar al pequeño:

—Así que se llama Jesús... Pues es precioso. ¿Ya te habías dado cuenta, verdad? Claro, tú qué vas a decir...; pero yo llevo muchos años en este oficio y nunca había visto una criatura tan bonita... Bueno, vamos a lo nuestro. ¿Cuántos pañales has traído?

—Sólo cuatro... El viaje fue tan precipitado...

—¡Cuatro...! ¿Qué harías tú si no estuviese yo aquí...? Hala, toma al niño un ratito, que me voy al río a lavar estos dos que están sucios. Y da gracias a Yahvé de que haya salido el sol, porque si no, a ver cómo los secábamos... Ya verás lo poco que tarda tu hijo en manchar los que lleva puestos...

Camino del río, Salomé se encontró con Zabulón, que iba hacia el portal con una pelliza de su padre en la mano.

—Hola, Salomé, ¿has visto a la Madre del Mesías?

—¿A quién?

—A la Madre de Jesús, del Cristo, del Hijo de Dios...

—Oye, Zabulón, ¿sabes lo que estás diciendo...? Te lo digo porque tú siempre has sido un poco...

—...un poco tonto, ya lo sé; pero ahora no me importa... ¿Te cuento lo que me ha dicho el ángel?

Media hora después la lavandera llegaba al río hecha un mar de lágrimas, y lavó los pañales con tanta devoción, que incluso se admiraba de que en las riberas del arroyo no brotasen flores nuevas para celebrar la primera colada del Hijo de Dios.

—¡Anda...! ¿Pero qué estás haciendo?

—Nada, Zabulón, métete en tus cosas...

—¡Estabas besando los pañales..., te he visto!

—¿Besando...? ¡No te fastidia el tontito éste: como te coja, te vas a enterar lo que es bueno!

De regreso al Portal, Salomé se desahoga con María:

—¡Ay, señora María, qué vergüenza! ¿Cómo iba yo a saber que eras la madre del Mesías?... Y el Niño..., tan normalito, tan dormido... Como divino desde luego es divino; pero, claro, de ahí a lo otro... ¡Qué horror! Lo que habrás pensado de mí. Porque es que, además, ¡eres tan joven!: una chiquilla, reconócelo; y claro, aunque una está acostumbrada a tratar con gente de categoría (ni te cuento los que pasan por la posada), no es igual; porque ellos se dan importancia, y van tan estirados, que ni te miran. Y tú, a tu sitio, a servir... Por eso, cuando me dice Zabulón (que hay que ver ese chico, hasta se le ha puesto cara de listo), me cuenta que tú..., ya sabes. Pues entonces no sé si tengo que llamarte Majestad, ni cómo decir lo que quiero decirte... Bueno, pues que estos son los pañales, y si quieres te los lavo otra vez, o hago lo que mandes; pero que de aquí no me voy. Ya está.

De nuevo Salomé rompe a llorar. Y María la tranquiliza, Zabulón le dice que parece tonta, y José le enseña la cuna que está fabricando con cuatro palos que le trajo un pastor.

—El caso es que ya notaba yo algo. Se veía enseguida que erais un matrimonio distinguido. Tú, tan alto, tan serio, tan señor a pesar de ser tan joven... Porque tú, ¿qué tienes, veinte? No, no me lo digas. Y tú, María..., por aquí no las hay así. Preciosa, desde luego, pero no como las demás chiquillas de tu edad. Es que miras con una carita... ¿Te has fijado, señor José?...

—¡Salomé..., que me pones colorada!

—Bueno, pues así ya somos dos, porque yo debo estar como un tomate.

Al terminar su trabajo en la posada, Salomé vuelve al portal con un cojín de plumas para Jesús, media docena de pañales nuevos y leche para la cena.

Cae la noche. Yahvé atenúa la luz de su estrella para no desvelar a su Hijo. Oriente recoge su cola de plata, y María se deja convencer por la lavandera, y se dispone a descansar un poco. También José duerme, con Zabulón y el perro a sus pies.

Salomé ha cogido en brazos al recién nacido, y no deja de mirarlo y remirarlo.

—¡Gabriel...!

—¡Sssshh...! No hables tan alto, Oriente, que vas a despertar al Niño.

—Me parece que no lo dices en serio. ¿Cómo voy a despertar a Jesús a tanta distancia? Ya les gustaría allí abajo poder oír cómo charlamos las estrellas

—Bueno, ¿qué quieres?

—Que me cuentes lo que está pasando...

—Por ahora, que Salomé ha despertado al Niño, y yo creo que lo ha hecho adrede.

—Ya. ¿Y por qué está aquí?

—Ella es muy importante en el belén. Ha lavado los pañales del Mesías y ahora es su Ángel Custodio.

—¿La lavandera?

—Sí. No sé por qué te sorprendes. Ya te dije que Yahvé ha querido poner un ángel a cada hombre. Y Jesús no podía ser menos...

—Pero Salomé no es ningún ángel...

—Eso es lo que suelen decir los hombres para disculparse cuando se portan mal: que no son ángeles. Y es verdad, no lo son... Son un poco más pequeños o un poco más grandes... Depende del punto de vista.

—No lo entiendo.

—Desde luego nosotros somos superiores en lo que ellos más valoran: en inteligencia, en poder..., ya sabes. Pero Dios nunca se ha hecho ángel; y, sin embargo, ha inventado este belén para convertirse en niño por amor a los hombres... Dime, Oriente, ¿a quién crees que ama más Yahvé, a los hombres o a los ángeles?

Oriente no contestó. Hay preguntas que difícilmente pueden ser entendidas por las estrellas.

—Pero te hablaba de Salomé, ¿verdad? —continuó Gabriel—..., y te decía que es el Ángel de Jesús. ¿Crees que bromeaba? Fíjate: ahora tiene en los brazos al Niño y ha empezado a charlar con Él.

—¿Y qué se dicen?

—¡Ni se te ocurra preguntarlo, Oriente! Ni siquiera los ángeles tenemos derecho a escuchar determinadas cosas... Además hablan en una lengua misteriosa que sólo conocen las madres, los recién nacidos y las niñeras...

—¿Y tú, que eres tan listo?

—Te aseguro que, algunas veces, hasta los Arcángeles nos sentimos un poco tontos.

—Oyéndote hablar, cualquiera pensaría que la lavandera es el personaje más importante del belén de Yahvé.

—Después de Jesús, de María y de José, desde luego... Fíjate, Oriente: echa una ojeada al resto de este mundo que Dios ha elegido para nacer. Verás millones de personas; y, dentro de nada, en unos cuantos siglos, habrá miles de millones: unos trabajarán la tierra, y cosecharán frutos capaces de alimentar a cientos de planetas como éste; otros arrancarán la energía que Dios encerró en la materia, y aprenderán a volar casi como los ángeles; se trasladarán de una parte a otra del globo, y siempre muy deprisa... Llegarán incluso a preguntarse por qué corren tanto. Algunos imitarán al mismo Creador tratando de sacar de sus pinceles, de sus manos o de su pluma, universos nuevos, esculpidos en piedra, en sonidos o en palabras... Y verás, sobre todo, comerciantes: montañas de gentes que venden y compran cualquier cosa real o imaginaria: tierras, casas, mares, tiempo, derechos, deberes, números, talentos... Entregarán dinero a cambio de otro dinero, o de papeles que hablen de dinero. Ellos mismos sospecharán que están locos, pero seguirán enganchados a su locura. Y mira, sobre todo, a los que gobiernen: reyes, tiranos, presidentes, tribunos... Enseguida se les pondrá la voz campanuda, y creerán sinceramente que el mundo gira a su alrededor...

Hizo una pausa el Arcángel. Oriente estaba ya un poco confusa, como siempre que San Gabriel cogía carrerilla; y no se atrevía a decir palabra.

—Fíjate ahora en Salomé... ¿Quién crees que es más importante?

—No sé..., yo...

—Te lo explicaré de otra manera. Tú sabes que, en el Cielo, hay miríadas de ángeles...

—¿Miríadas?

—Quiero decir que somos incontables, como los granos de arena de un desierto, y, entre tantos, sólo unos pocos miles de millones tienen el oficio de Custodios. Los demás se dedican a trabajos aparentemente más elevados. Sin embargo, no hay tarea que atraiga tanto a los ángeles como la de servir a otra criatura entregándose a ella, por amor a Yahvé. Allí arriba todos suspiran por tener un hombre a quien guardar. Y no pienses que es fácil. También los ángeles tienen que lavar pañales y pasar las noches en vela, y correr el riesgo de que tu ahijado te ignore durante toda su vida. Pero vale la pena crecer con él, acompañarle siempre, sugerirle mil ideas al oído con la esperanza de que alguna vez te escuche. Y ser siempre su servidor, casi su esclavo, hasta llevarlo al cielo. Esto, querida Oriente, me temo que en la tierra no lo entenderían. Aquí servir parece humillante. Los hombres prefieren tener, y mandar: sobre todo mandar... ¿Cuántos crees que encontraríamos dispuestos a ejercer el oficio de ángeles de la guarda?

—Salomé...

—Sí; Salomé lo ha entendido. Ha elegido la mejor parte, y pido a Yahvé que nadie venga a liberarla.

La lavandera, entre tanto, sigue conversando con Jesús.

—¡Qué gracioso estás, hijo mío, tan dormido! Perdona que te llame así, pero se me hace raro tratarte de Majestad. Y más después de ver cómo ensucias los pañales; que, verdaderamente, no tienes consideración con tu madre, la pobre. Fíjate lo cansada que está, y lo bien que duerme... Mira, rico, mañana mismo me pongo de acuerdo con ella y con tu padre, y a ver si me puedo quedar. No le pediré mucho, no creas, que una no está para exigencias, y con los tiempos que corren... Yo, con librar dos tardes y... ¡Vaya!, ahora abres los ojos! No se te ocurrirá llorar..., ¿eh? No te preocupes, hombre, que yo no me separo de ti aunque me den sólo casa y comida... Así que ahora te ríes... ¿Se puede saber qué es lo que te hace tanta gracia? (¡Dios mío, qué les daré yo a los niños, que todos acaban por reírse en cuanto me miran a la cara!).






sábado, 22 de diciembre de 2007

Sobre “el pastorcillo tonto”




Siempre tuve muy claro este capítulo. Antes incluso de que se me ocurriera escribir el libro, Zabulón ya andaba alborotándome la imaginación y la fantasía. La figura de barro de aquel belén de Roma se me metió en el alma en la Navidad de 1964.

Luego he conocido muchos niños, adolescentes y adultos con síndrome de Down. Algunos necesitan toda la atención, el esfuerzo y el cariño de sus padres o cuidadores; otros, se adaptan mejor a la vida familiar y laboral, pero cada uno es un don de Dios, una llamada exigente al corazón. Piden mucho, es cierto, pero devuelven bastante más de lo que reciben.

Este mundo nuestro que sólo valora la imagen, el ingenio y el éxito necesita que le hablen de la sabiduría. Eso es lo que pretendí hacer con mi sabio pastor tonto.

No te importe que tu ingenio sea pequeño, con tal de que alcance la Verdad —dijo Gabriel a Zabulón—. Las aves que vuelan más alto no son las que más aletean, sino las que se dejan llevar por el viento y aprenden a navegar sin fatiga, desplegando sus alas sin miedo al espíritu que las arrastra”.


El belén que puso Dios, 7


El pastorcillo tonto


Dios ha elegido a los necios para confundir a los sabios (I Cor 1,26).

Hay un belén en Roma que seguramente no olvidaré nunca. Está en la sala de estar — en el "soggiorno"— de la sede central del Opus Dei, dentro de una vitrina que se abre sólo cuando llega la Navidad. Mirando ese Nacimiento hemos hablado con Dios personas de todo el mundo. Allí San Josemaría Escrivá nos enseñó a rezar, jugando con la fantasía, contemplando a un Niño Jesús diminuto, que cierra los ojos y aprieta los puños muy fuerte, como todos los recién nacidos. La Virgen María -bellísima- tiene a su Hijo al alcance de la mano, y lo destapa para que podamos verlo y besarlo. San José, fuerte y joven, contempla la escena muy cerca de su Esposa. A sus pies, haciendo guardia, hay un perrillo, de raza indefinida y aspecto simpático, que trata de aparentar ferocidad, sin conseguirlo en absoluto. En lo alto, los ángeles: docenas de angelotes con los más variados instrumentos musicales. Y en primer plano, a la entrada del Portal, están los pastores. Son tres: el mayor, de unos cincuenta años, se arrodilla frente a Jesús, mientras acaricia un cordero con su mano izquierda. El segundo, más joven, espera su turno ligeramente inclinado. Detrás, con la vista perdida, mirando quizá a los ángeles del techo, viene un niño de doce o trece años que a todos nos resulta familiar, porque tiene ese rostro entrañable e inequívoco de los que padecen el síndrome de Down. Es un pastorcillo tonto. Llamémosle así, que él no se enfada. El chico está fuerte, y lleva en su mano izquierda un ganso enorme que hace lo posible por huir.

Algunas veces, junto a ese belén, he jugado a ponerme en el lugar del perro, para defender al Niño Jesús ; o del borrico, que está tan cerca de la cuna. ¡Y en cuántas ocasiones he deseado ser el pastor tonto...!


Jesús, me llamo Zabulón, tengo doce años y soy pastor como mi padre. El ángel que vimos antes me ha dicho que lo sabes todo, porque eres el Mesías y el Hijo de Dios, pero prefiero contártelo, porque te veo tan pequeño y tan dormido que, la verdad, no sé si te haces cargo.

Mi madre, Juana, murió cuando me tuvo a mí, y por eso dice mi padre que tengo que quererla más que a nadie en el mundo; pero yo le quiero más a él (por favor, no se lo digas, que a lo mejor se enfada), porque está a mi lado todo el día y me enseña muchas cosas. Me ha enseñado cómo se llaman los vientos que traen la lluvia y los que llegan del desierto y ponen nerviosas a las ovejas. También conozco los nombres de los pájaros y estoy aprendiendo a distinguir las estrellas. Esto es más difícil, porque son muchísimas y tengo mala memoria, pero sí que me he dado cuenta de que ha aparecido una nueva justo encima de donde tú estás.

Como ves, Jesús, yo soy un poco tonto... No digas que no: se nota enseguida. Todo el mundo lo sabe. Por lo visto, los tontos nos parecemos mucho, y hay gente que nos mira raro, como si tuviésemos la culpa. Yo querría decirles que no soy tonto adrede; que nací así por voluntad de Yahvé, y que tampoco es tan malo. Sirve, por ejemplo, para hacer reír a los niños. En cuanto me ven, se ponen muy contentos, me gastan bromas, me tiran cosas, y yo finjo que soy todavía más tonto para que se rían más. ¡Si supieras lo bien que lo pasamos...!

¿Ves? Ya he dicho otra tontería: "si supieras". El ángel me ha explicado hace un rato que tú lo sabes todo, y yo lo había olvidado.

Ese perro que tienes junto a tu cuna, es mío (bueno, de mi padre). Se llama Peque y es mi mejor amigo, porque no se ríe de mí. Escucha todo lo que le cuento con la boca abierta y la lengua fuera, y no me interrumpe nunca.

Te traigo una oca. Así tendréis para comer. Para jugar no sirve, porque es medio tonta y muerde. Así que dile a tu padre que no tenga pena de matarla. Además, con las plumas te puede hacer una almohada para que estés más cómodo.

¿Te digo una cosa? Nunca había sido capaz de pensar tanto rato seguido, sin cansarme. No me hago ilusiones: sé que esto me pasa porque estoy contigo, y porque hablo sin palabras, como en secreto. Pero si tratara de contártelo en voz alta, te reirías de mí como todo el mundo.

Es curioso; con el ángel me ha pasado lo mismo. Cuando se nos apareció al otro lado del barranco, yo no me enteré de nada. Dijo palabras tan difíciles que ni siquiera mi padre y los demás comprendieron gran cosa. Imagínate yo, que soy medio bobo. Pero, como el ángel lo sabía, después de hablar con los demás pastores, se me acercó por la espalda y se puso a charlar conmigo a solas, igual que nosotros ahora, sin ruido y sin que nadie nos viera... ¿A que no sabes lo que me contó?

Vaya... Me parece que he dicho otra tontería: sí que lo sabes. Tú lo sabes todo. Pero, bueno, el caso es que el ángel (que, por cierto, se llama Gabriel: a lo mejor lo conoces) estaba muy contento, pero también un poco preocupado porque, según él, Yahvé le había encomendado una faena muy difícil.

—Imagínate, Zabulón —me dijo—: Dios nos ha mandado que anunciemos el nacimiento del Mesías a los hombres de buena voluntad. ¿A que parece sencillo? También yo lo pensé al principio. Pero cuando nos reunimos los seis arcángeles del comando para hacer la lista, la cosa empezó a complicarse. Por tres veces tuvimos que dirigirnos a Yahvé para preguntarle qué significaba exactamente buena voluntad... ¡Naturalmente que lo sabíamos, pero queríamos que nos diese permiso para abrir la mano! Así y todo, no conseguimos más de media docena en los alrededores de Belén.

Yo tampoco sabía qué quería decir eso de buena voluntad, así que se lo pregunté al ángel, y me dijo un montón de cosas preciosas que no sé si voy a ser capaz de repetir:

—Mira, Zabulón —empezó—, tú te has fijado muchas veces en los pájaros, ¿verdad?

—Sí, y mi padre me ha enseñado a distinguir los buenos de los malos. Hay unos que se beben la leche de las cabras, y...

—Y sabes también que algunos vuelan siempre a ras de suelo, picoteando por todas partes, como los gorriones o los mirlos; otros se meten en los basureros o en los establos; algunos sólo están a gusto en lo alto de los árboles más chicos, o en los aleros de las casas. Pero hay también aves de altura, como las oropéndolas, que construyen sus nidos en la copa de los álamos y nunca descienden a la tierra, o las grandes águilas, que se elevan al cielo sin esfuerzo, como veleros del aire llenos de majestad...

Mientras Gabriel hablaba, yo había perdido el hilo, y me había olvidado de la buena voluntad. Por eso, me sorprendió un poco cuando dijo:

—A los hombres les pasa algo parecido. Dios los ha creado para que vuelen muy alto...

—¿Podemos volar?

—¡Ya lo creo! ¿No vuela la fantasía, la imaginación, el corazón, el deseo, la memoria,...? El alma vuela. ¿Me entiendes?

—Creo que sí.

—...Y, sin embargo, algunos se empeñan en revolotear entre los estercoleros o en las charcas más repugnantes. Otros utilizan sus alas, no para lograr una meta, para llegar a alguna parte, sino para exhibirse en vuelos acrobáticos. Y son pocos los que quieren, de verdad, alcanzar al que está en lo más alto...

—¿A Dios?

—A Dios, sí... Lo has entendido, Zabulón. Ésos son los que tienen buena voluntad, los que alcanzan la sabiduría.

—Pues entonces yo no soy como ellos. ¿Cómo podría ser sabio un tonto?

—Lo eres, porque siempre has tenido tu corazón con Yahvé, y has soñado con conocerlo y amarlo. No te importe que tu ingenio sea pequeño, con tal de que alcance la Verdad. Las aves que vuelan más alto no son las que más aletean, sino las que se dejan llevar por el viento y aprenden a navegar sin fatiga, desplegando sus alas sin miedo al espíritu que las arrastra.

—Fíjate, Jesús; mientras el Ángel me decía estas cosas, yo lo comprendía todo, y no me cansaba de escuchar, ni de pensar... Hasta se me ocurrió que a lo mejor me había vuelto listo. Pero me miré en el río, y gracias a Yahvé, mi cara seguía siendo la de siempre. Luego, he oído la voz de mi padre, que me llamaba; he cogido la oca, y aquí estoy.

¿Sabes lo que te digo, Jesús? Que estoy muy contento de estar a tu lado; que no tengo envidia de mi hermano Andrés ni de mi hermana Ana, que son ricos y tienen grandes rebaños y muchos olivos, pero que están lejos de aquí. Que te doy gracias porque has elegido a un tonto para ser sabio, y que me dan mucha pena esos sabios que parecen tontos, y yo creo que lo son.

Según el ángel, Yahvé me ha elegido para ser una figura del belén porque hay que explicar a la gente que las únicas vidas inútiles son las de aquellos que se niegan a buscarte: son aves sin alas. Y que Dios, algunas veces, escoge a los tontos para confundir a los listos.

Sólo tengo una pena, Jesús. Ya te dije antes que mi madre murió cuando yo nací, y, aunque a mi padre le quiero mucho, algunas veces la echo en falta. Con decirte que hasta me dan envidia los corderos del rebaño, cuando duermen junto a sus madres... ¿Ves como sigo siendo un poco bobo, Jesús?

Pero es que ahora he conocido a la tuya. No sé si te das cuenta de que no paro de mirarla y de que también ella me sonríe como si fuera guapo. ¿Me dejas volver de vez en cuando para estar a su lado? Me parece que a tu madre no le importa y a tu padre tampoco. Les traeré comida y cortaré la leña que necesitéis. Y le explicaré cosas que a lo mejor no sabe, y ella me contestará; no como tú, que sigues ahí dormido.

Jesús, ahora te voy a dar un beso. No te despiertes, por favor, que no quiero que se enfade María.