sábado, 24 de febrero de 2007

No podemos conducir por ti… de momento

Cuando uno va de viaje con Kloster de copiloto, lo mejor para ahuyentar el sueño es buscar una emisora con mucha letra y poca música.

Enciendo la radio. La Dirección general de tráfico y la de Protección civil, que tan desinteresadamente velan por mi seguridad, me amonestan desde las ondas:

—En la carretera, usa el cinturón y el chaleco reflectante. Mantén la distancia con el vehículo delantero. No sobrepases los límites. Pon al niño detrás, en su sillita infantil homologada. Ojo con el móvil, que si te veo usándolo te vas a enterar. No te distraigas con la publicidad. Mira las señales de tráfico. Alcohol, ni una gota. Descansa cada dos horas. Las comidas, ligeras. Cuida­dito, que hace frío. Hay diez comunidades en alerta roja por nieve y viento racheado. Lleva cadenas en el male­tero y comprueba que sabes usarlas. Vigila el estado de los neumáticos y de la sus­pensión. El depósito lleno y el móvil cargado. No aceleres más, que te dejo sin puntos. Piensa que lo importante es llegar. Treinta y cinco muertos el fin de semana pasado. Reduce la temperatura de la cale­facción, no te me duermas. La vida es el viaje más maravilloso…

Decido cambiar de música, pero, un segundo antes de apretar el botón, una voz grave, seductora y amenazante, concluye:

—¡No podemos conducir por ti!

Siento un escalofrío, y echo el seguro de las puertas para que nadie intente acceder al coche desde el exterior.

— ¿Te das cuenta, amigo Kloster? Quieren conducir por mí. Ya están aquí.

— ¿Quiénes?

—Los extraterrestres. Tratan de abducirnos para llevarnos a un Planeta lejano, a un mundo feliz sin tabaco, alcohol ni hamburguesas XXL.

—No digas tonterías. Si fueran los extraterrestres aún tendríais esperanza; pero es el Poder que todo lo puede, el ama de cría que os amamanta.

Kloster se recuesta en el asiento hasta confundirse con la tapicería.

—Pero la culpa no es suya —sentencia—; tampoco de los marcianos. Es vuestra.

Apago definitivamente la radio, y me dispongo a escuchar.

—Dicen que la adolescencia es rebelde e inconformista. Quizá lo fue en otro tiempo… Ahora es un lujo de países ricos. En Senegal uno pasa directamente de la infancia al cayuco. Aquí en cambio hay unos años para jugar a las maquinitas, al amor light y epidérmico y a esa especie de fiesta de disfraces que trata de ser provocadora, pero que ya no asusta ni a las abuelas. ¿Rebeldes? Los chicos están anestesiados; se han vuelto conservadores y burgueses como papá.

—Ya. ¿Y eso que tiene que ver…?

—El problema es que la sociedad vive desde hace años una especie de adolescencia colectiva. Vivís narcotizados por los juguetes que os proporciona el Estado del bienestar. Creéis que la libertad consiste en que os lo garanticen todo: la salud, la pensión, un móvil por barba, Internet en el cuarto de baño, un trabajo cómodo sin sobresaltos, tele de plasma, cuarenta canales, sexo epidérmico, piso en propiedad…

—No todo el mundo tiene eso…

—Pero a eso aspiráis. Y, por conservarlo, renunciáis al gusto de la aventura, al vértigo de la libertad, al poder del espíritu creador, al riesgo de vivir. Y habéis inventado un Estado Nodriza, besucón y posesivo, que da lecciones de ciudadanía y os modela a su gusto… ¡Ya podemos pensar por ti! —os dijo hace años—. Y os pareció bien. Ahora quieren conducir por ti. Me temo que lo conseguirán cualquier día, y lo aceptaréis con resignación.

—¿Y se puede saber por qué hablas sólo de mí? ¿Qué dices de ti mismo?

Kloster sonrió, empezó a hacerse pequeñito hasta convertirse en una especie de insecto, y salió por la ventanilla.

Unos kilómetros más adelante pude ver su platillo volante, que se alejaba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A propósito de este artículo no me queda mas remedio que escribir algo sobre alguien que se nos fue al cielo el pasado día 19. Sonsoles G.A que se murió como una campeona!!

Ya que tengo la oportunidad de escribir en este foro quiero aprovechar para decir que fue un ejemplo de fortaleza, de alegría y de buen humor. Tuve la suerte de convivir con ella y puedo decir que ha sido "una gran atleta en la enfermedad" si es que esto se puede decir. Si no se puede decir, el autor de este artículo me corregirá.
Enfin, para todos los que creáis que después de esta vida hay alguien más acudid a ella. Estoy segura de que nos conseguirá muchas cosas.

Anónimo dijo...

¡Qué bueno!.Cuando todo parece indicar que las nuevas formas de comunicación (sms, email, messenger, foros de internet)van empobreciendo nuestro lenguaje, nuestro vocabulario, reflejando la realidad en unas pocas abreviaturas, limitando la expresión del pensamiento primero y el pensamiento después. Cuando parece que el avance tecnológico nos va quitando libertad al aumentar tanto nuestra comodidad intelectual y de expresión que nos hacemos más vulnerables en este "estado nodriza" que describe hasta tal punto que la falta de libertad hará imposible la democracia nos encontramos con literatura en la red: ventana a la libertad.
¡Qué alegría!¡Qué bueno esto sí que es un avance tecnológico y no un retroceso paradójico causado por la ciencia que con tanto mensajito del tipo "xfa, djame los aptes q t dije" vamos acabar "ttos" y tiranizados. ¡Qué bueno encontrar cultura en la red! ¡Qué bueno pensar por libre!!! MIL GRACIAS