Historia de un poema

Hace días publiqué en el blog una colección de disparates de alumnos de ESO.
Como desagravio, y para que quede claro que también en la ESO hay genios escondidos, reproduzco aquí el cuento que me envía Nicolás Jorge Marina, alumno de 4º curso del Colegio "Los Olmos".
Niqui es sobre todo poeta. Pero en el cole convocaron un concurso de cuentos, y se animó a presentarse.
Supongo que le habrán dado el primer premio. Si no fuera así, peor para el jurado.

Esta es la historia de un poema que él debía leérselo a ella para pedirla en matrimonio.

Tardó en escribirlo varias semanas, y otras tantas en aprenderlo. Era una de las cosas más grandes que iba a hacer en toda su vida pero no estaba del todo seguro de la respuesta de ella.

Aquel día empezó como cualquier otro, desayunó y fue al tinte a recoger el traje que se iba a poner. Comprobó que estaba todo bien y se volvió a casa. Dejó el traje en una percha, colgada del marco de la puerta para que no se arrugase.

Antes de comer la llamó y la dijo que iría a buscarla por la noche. Cuando él llegó llamó al telefonillo del portal. Tardó ella en bajar veinte minutos más de lo que había previsto. La vio salir del portal. Impresionante ella, se subió al coche y se dirigieron al restaurante.

La invitó a cenar: su restaurante favorito, su comida favorita. Todo estaba preparado a la perfección. El primer plato muy bueno, el segundo aún mejor. Llegaba el gran momento. ”Entre el segundo plato y el postre” habría pensado él. Se desabrochó el botón del cuello, se aflojó la corbata y empezó.

“Las manos son la parte del cuerpo

unida a la extremidad del antebrazo

y comprenden desde la muñeca,

inclusive, hasta la punta de los dedos.

Hay manos de todos los tipos:

manos de mus y de póker, de pintura,

blandas y duras, largas y cortas,

mano de obra, con las manos en la masa,

a mano armada, un mano a mano,

manos de derechas o también de izquierdas.

Llenas, “Con la mano en el corazón”.

Limpias, de primera o de segunda mano,

bonitas y feas. Con futuro.

¡Manos arriba!, “Con la mano en el fuego”.

Manos Unidas, muertas, de seda.

Puedes imponerlas, pedirle la mano.

Meter, tocar, apretar y cortar.

En buenas o en malas manos, retorcidas,

elegantes, normales y rasposas,

de carnicero y también de pianista.

Manos libres para el coche, sucias.

Saben idiomas y tocan instrumentos.

Venosas, cuadradas, sudorosas.

La puedes levantar cerrada o abierta

(según el gusto del consumidor).

De albañil, de princesa, de niña o niño.

Pero tus manos son distintas;

Ni blandas ni duras, ni largas ni cortas,

no tienes derecha o izquierda,

ni limpias ni sucias, son como eres tú:

perfecta, quieta, casi divina.

Son tus manos, mis manos, nuestras manos,

a las que estaría cogido el resto de mi vida.”

Nada más acabar el poema se lo preguntó. Eran cuatro palabras de la miles que podemos decir en un día pero le costó decirlas una eternidad. Durante un instante se hizo un incómodo y largo silencio. Ella esperaba y él también. Ella se empezó a reír, paró, cogió aire y dijo con una voz seca y rotunda “Sí”. A él se le saltaron las lágrimas. Nosotros, los de la mesa de al lado, nos empezamos a reír. Él y ella nos miraron, los que nosotros llevábamos espiando toda la cena. Apartamos la vista y seguimos cenando y suponiendo cosas sobre la vida de la gente.