viernes, 31 de agosto de 2007

38 años

Me dice Tomás que me doy a conocer cada vez más en esta página. Tiene razón. A mí también me preocupa, pero qué le vamos a hacer: el blog, inevitablemente, acaba siendo un diario, un espejo y un desahogo.

Ahora compruebo, por ejemplo, que esta mañana, al recordar mis 38 años de cura, no he nombrado al santo que me llamó al sacerdocio: a San Josemaría.

Una anécdota. Fue un día de abril de 1967. Estaba yo en Roma y encontré al Padre en la "Gallería della Campana", un rincón de Villa Tevere lleno de recuerdos. Hablé unos minutos con San Josemaría. Para entonces ya había dicho que sí, que estaba dispuesto a ser sacerdote; pero expresé una duda:

—Padre, ¿usted cree que sirvo para eso?

La respuesta fue rotunda:

—No, hijo mío, pero lo harás bien.

Luego me dijo varias cosa más, pero no he olvidado estas pocas palabras. Alguna vez las he repetido a quienes me han planteado la misma cuestión.




2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Enrique Monasterio dijo...

Querido Chief Billy Sunday: he suprimido tu comentario, porque, en efecto, aunque dices que no me ofenda, sí que me ha ofendido. Y hay días que uno no está para recibir insultos más o menos anónimos.
Te aclaro algo: para ser sacerdote, nadie sirve. Somos instrumentos y nada más. Y Dios (son también palabras de San Josemaría) puede usar como instrumento cualquier cosa, hasta la pata de una silla, para hacer una obra de arte.
Por eso digo que es estupendo ser cura, sin presumir de nada.