lunes, 27 de agosto de 2007

Andrés Vázquez de Prada



Hoy se cumplen dos años del fallecimiento de Andrés Vázquez de Prada, historiador, jurista y escritor; autor, entre otras, de la biografía más extensa y detallada de San Josemaría Escrivá.

He tenido el privilegio de vivir con Andrés los últimos años de su vida y de atenderlo espiritualmente hasta el final. Por eso, antes de celebrar hoy la Santa Misa, que ofreceré por su eterno descanso, quiero dejar constancia de este aniversario para que os acordéis de rezar por él, aunque estéis convencidos, como yo, de que se fue al Cielo en el mismo instante de su muerte, aquel sábado 27 de agosto a las 2 y cuarto de la tarde.

Andrés había nacido en Valladolid en 1924 y trabajó 30 años en la Embajada española de Londres, de la que fue Agregado de información. Sin embargo, y a pesar de su larga estancia fuera de España, conservó y cultivó un castellano rico y castizo, lleno de colorido. Leed, por ejemplo, El sueño de un anciano”, sobre el Cardenal Newman, o la espléndida biografía, editada en Rialp, de Sir Tomas Moro, o su sorprendente ensayo El sentido del humor”, de Alianza Editorial, en el que dedica todo un capítulo nada menos que a las cosquillas.

En la Misa que celebré para sus hermanos y unos pocos amigos a las pocas horas de su muerte, expresé mi convicción que los personajes que él biografió con tanto rigor y cariño, habían salido ya al encuentro de Andrés en el Cielo. Y, el primero de todos, San Josemaría Escrivá, al que conoció y trató desde 1942.

No quiero alargar más este recuerdo. Sólo una anécdota:

Poco después de terminar la biografía de San Josemaría, a la que dedicó los últimos años de su vida, y antes de su publicación, coincidí con Andrés en el Santuario mariano de Torreciudad, y quiso charlar conmigo paseando por la explanada.

Hablar con Andrés era una delicia. Le entusiasmaba el arte, la literatura, la historia, la gramática…, hasta las aves, que eran por entonces mi afición y mi chifladura. Como además tenía un particular sentido del humor —entre británico y castellano— yo me lo pasaba en grande con él.

Aquella tarde, sin embargo, sólo me habló de San Josemaría. Y, al recordar los cientos de horas dedicadas el estudio de su vida —tres volúmenes y 2.200 páginas—, se emocionaba hasta las lágrimas, y repetía una y otra vez que el libro no era suyo, sino “del Padre”; que él había tratado sólo de “meterse dentro” de identificarse con un santo para entenderlo mejor, para saber escucharlo.

—“Este libro me ha cambiado —concluyó—. Yo antes era peor persona; ahora casi me he vuelto bueno”.

He entrecomillado la frase anterior, porque fueron ésas sus palabras. También recuerdo que el tiempo se nos pasó volando y que llegamos tarde a la cena.

Sólo me queda recomendaros el libro:


El fundador del Opus Dei. I. ¡Señor, que vea!, Madrid, 1997; II. Dios y Audacia, Madrid, 2002, y III. Los caminos divinos de la tierra, Madrid, 2002.


4 comentarios:

Sinretorno dijo...

Veo D. Enrique que ya ni el tiempo le sujeta, estamos a veintiseis. Su blog es delicioso, usted que lo tiene más fácil vaya pensando en publicar lo escrito. Me animó su comnetario, de maestro nada. Rece un poquín para que me anime más. Lo de María teresa de calcuta es la boooomba.

Enrique Monasterio dijo...

No me delates: es verdad que suelo escribir por la noche con fecha adelantada... Así los madrugadores encontráis el desayuno a la hora en punto.

Benita Pérez-Pardo dijo...

Cómo escribía Vazquez de Prada. He leído varios libros suyos y se leen solos.

Qué suerte haber conocido a Vázquez de Prada y tenerlo como amigo!!

Altea dijo...

Firmo lo que dice Benita Pérez-Pardo. Y además, aunque suene egoísta, qué bien que vivió hasta terminar la biografía de S. Josemaría. Ha sido una enorme suerte poder contar con ese trabajo.