sábado, 4 de agosto de 2007

En el ascensor del parking



Salgo de casa a las seis de la tarde, y me dirijo al ascensor que me llevará al parking de residentes. Hace mucho calor y la calle parece desierta. Busco la llave en el bolsillo y en el momento de meterla en la cerradura aparece a mi lado un niño de 8 ó 9 años sudoroso y colorado, que Dios sabe de dónde ha salido.

—¿Vas a bajar? —me pregunta, sofocado por la carrera—.

—Sí, ¿tú también?

—Sí.

Como imagino que el chaval aún no ha sacado el permiso de conducir, le pregunto:

—¿Y tú tienes coche?

—Tenemos dos.

Se abre la puerta del ascensor. Entramos.

—Ya ¿A qué piso vas?

El niño duda sólo un instante y responde:

—Al segundo.

—Vamos a ver —le pregunto—, ¿está tu padre abajo?

—No.

—Pero te esperará alguien.

—Pues no…

—¿Cómo te llamas?

—Alfonso, ¿y tú?

—Enrique. Pero no te llevo al segundo piso si no me dices qué vas a hacer allí abajo.

Alfonso sonríe un poquito, se mete hasta el fondo del ascensor y, en voz muy baja, me dice:

—Es que no quiero que me vea mi hermana. Estamos jugando al escondite.

Moraleja: me dicen mis amigos que me pasan “demasiadas” cosas, que “atraigo” las anécdotas o me las invento. A mí me parece que no es así. La vida ordinaria está llena de sorpresas mínimas, de parábolas cuyo sentido hemos de descubrir. Yo hoy me he quedado pensando en esta pequeñez y en la mirada de Alfonso, que parecía pedir auxilio, tan implicado estaba en el juego. Cualquier día —ya lo veréis— sacaré punta a la historieta.

De momento la guardo en el congelador.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ja, ja, ja, qué gracioso Alfonso. Además, me encanta de los niños que responden de manera objetiva.

Usted le pregunta que si tiene coche y los adultos entendemos que lo pregunta porque está bajando al parking solo y lo normal es que vaya con el dueño del coche, pero él sólo entiende la literalidad de la pregunta.

Tenemos dos. En un adulto una chulería. En un niño es una respuesta objetiva.

¿tienes? - tenemos. En una familia no existe el tengo, sino el tenemos. ¡qué bonito!

¡Ojalá no dejáramos de ser niños!

E. G-Máiquez dijo...

En El contenido del corazón cuenta Luis Rosales que uno de sus hermanos se escondió tan bien (en la azotea, en el bidón de agua o así) que luego no supo encontrarse.

Enrique Monasterio dijo...

Yo me acordé del armario de las historias de Narnia.