sábado, 4 de agosto de 2007

Es grande ser cura (XIV)


4 de agosto. Memoria de El cura de Ars

En el Seminario, aprobaba las asignaturas en la prórroga y de penalti (ese fue su primer milagro). Se conoce que los profesores lo veían tan santo que miraban para otro lado en los exámenes. El pobre Juan María no daba para más.

Al fin lo hicieron cura. En junio de 1815 —cinco días después de la batalla de Waterloo— recibió el diaconado y, el 12 de agosto, el sacerdocio. Al día siguiente cantó su primera misa.

El vicario general de Lyon predicó en aquella ocasión y, sin ánimo de señalar, afirmó: “la Iglesia no necesita sólo sacerdotes sabios, sino también sacerdotes santos".

No sabía el buen vicario que los santos siempre son sabios, que el don de sabiduría es privilegio de los humildes, no de los eruditos.

Lo mandaron a Ars, una aldea de 250 habitantes. Ni siquiera fue párroco; no fue nada, sólo cura. Tampoco predicaba bien. “Sólo” confesaba, “sólo” perdonaba y curaba las heridas del alma.

Y comenzaron las peregrinaciones de todo el mundo a Ars. El cura se pasaba hasta dieciséis horas al día en el confesonario: Entre 1830 y 1845 hubo un promedio de 300 peregrinos por día.

Cuentan que, al final de su vida, cuando subía al púlpito nadie le entendía. Sin dientes, apenas balbuceando, completaba su sermón cada domingo.

Lo repito una vez más (y van 14): es grande ser cura, sólo cura; ser, en manos de Jesucristo, un instrumento torpe y despreciable, que “sólo” sabe hacer milagros. No vale para otra cosa.




4 comentarios:

El payaso triste dijo...

BRAVO

Lucía dijo...

Si,curas que "aguanten" horas de confesonario para llevar paz a las almas.Qué agradecidos tenemos que estar! ¡Qué esponjamiento produce en el alma una buena confesión!

Benita Pérez-Pardo dijo...

Soy fan absoluta del Cura de Ars. Impresionante biografía.

MMM, aprovecharé para encomendarle una gestioncilla. Creo que hoy, por ser su aniversario, sus peticiones deben llevar bonus.

Juanan dijo...

Tan pequeños y tan grandes...