martes, 7 de agosto de 2007

Madrid en agosto



Estos día Madrid parece más grande, como si se hubiera ensanchado. Apenas hay gente. Estamos los justos para poder mirarnos a la cara y saludarnos de acera a acera.

Llega el autobús y se detiene frente a mí. El conductor abre la puerta y me invita a subir. No hay nadie más: él y yo solos. Pico el billete y le digo:

-¿Me lleva a casa?

-¿Cómo dice?

-Si se desvía un poco, podría dejarme en la misma puerta.

Tarda un segundo en comprender que estoy de broma:

-Eso, y luego me llevo el autobús al pueblo.

Creo que está prohibido hablar con el conductor, pero me ha tocado un veterano con mucha labia. Me dice que el mes que viene se jubila y se vuelve a Segovia, que es su tierra; que tiene un hijo informático y otro militar; que están bien casados y ya le han dado tres nietos. La niña, no. La niña vive con su novio, porque es lo que se lleva ahora y no se casan por si sale mal el apaño, y así, claro, saldrá mal. No tienen hijos...

-¿Tengo razón, o no?

Trato de matizar un poco, solo un poco, pero el autobús se detiene y sube una señora. Se ha equivocado de línea. ¡Vaya por Dios! El conductor vuelve a abrir la puerta para que se vaya.

-Si es que no se fijan...

Mi parada ya está cerca cuando sentencia:

-Yo creo que nos gusta estar apretados. En Madrid sigue habiendo mucha gente, pero estamos más anchos. Este es el mejor mes del año. Pero si va usted a Marbella, aquello debe estar como la Gran Via, todos juntos y bien "sudaos". Si es que el personal está loco... ¿Y usted, padre, ¿también toma vacaciones?



2 comentarios:

El payaso triste dijo...

Y no le contestó diciendo que ya las tomamos en Navidad... viendo aves y dándole (con moderación y señorío) a la sidra??
Qué hacia en un BUS? Qué fue de su carro y la señorita italiana con voz de robot que nos guiaba hablando en italiano desde dentro de una maquinita situada en la luna delantera?

Enrique Monasterio dijo...

En Madrid, el coche no es un lujo sino una servidumbre. Hay un impuesto por circular y otro por pararse. En ocasiones uno querría colgar el coche de un árbol o huir a las montañas y despeñarlo.
Tomar el autobús vacío es un placer de dioses.