viernes, 10 de agosto de 2007

Los blogs de mi barrio X


Ardiendo a un clavo



Cuando me decidí a navegar por este océano de la blogosfera, no pensé que encontraría tantos genios, ni tantos poetas, ni tanta gente buena, generosa, alegre y divertida.

—¿Y qué esperabas?

—No lo sé, amigo Kloster; pero reconozco que mis previsiones eran más bien pesimistas.

—En la red hay mucha basura, desde luego, pero tú te has establecido en un barrio-burbuja para gente encantadora.

—De burbuja, nada. Éste es un barrio bien ventilado, y tan grande que da la vuelta al mundo. En todo caso es cierto que donde hay higiene no hay ratas y los mugrientos se avergüenzan de sí mismos cuando se encuentran en un ambiente limpio. A veces cambian y se duchan, y a veces se van.

Pero vayamos a lo que vamos: El blog de Marta.

Marta es de Bilbao y lo dice en la primera frase. Hace bien. Dejémonos de falsas humildades. Que quede claro cuanto antes.

A Marta le gusta deshacer las frases hechas, descoserlas y zurcirlas de otro modo para divertirse ella y hacer pensar al lector. Por eso ha llamado a su blog “ardiendo a un clavo”.

Marta además se describe detalladamente. Esto dice de sí misma:

Soy… viento norte, mar Cantábrico, alma de Bilbao. Poca altura, menos peso y algo de sentido común. Una constante batalla entre el ser y el deber ser. Radical y categórica. Sincera.

Soy responsable. Francamente sensible, asquerosamente racional, tremendamente nerviosa y curiosamente serena cuando los demás tienden a perder los papeles. Desconfiada, un poco orgullosa, susceptible, pelín arisca y a veces, rencorosa aunque deteste tener que reconocer todo esto. Moderadamente rebelde. Ordenada, metódica y sistemática aunque esconda otro yo atropellado, caótico y disperso.

Estoy… enamorada de mi tierra, del mar y de la montaña. Loca por mi familia y mis amigos. Deseando la paz, aquí y en el mundo entero. En contradicción permanente entre la cabeza y el corazón. Hasta el gorro de tardar una hora en encontrar sitio para aparcar.

Estoy acostumbrada a mi rutina. Buscando mi lugar en el mundo (aunque lo esconden bien). Siempre indecisa. Harta de las injusticias.

Me gusta… el olor de la hierba recién cortada y el de la tierra cuando llueve. Bilbao. Estar descalza. Las tormentas de verano. La música y los Beatles. Lo claro y lo transparente. Las rapaces en vuelo a mis pies en la cima de una montaña. Meter la cara en la nieve. Muchos museos. Mafalda. El deporte. Los coches. Observar en silencio. Leer. El cine. Una orquesta. Mi guitarra o cualquier otra. Caminar. El gato Silvestre. Conducir y remar.

Me gustan los amaneceres y las puestas de sol. Los niños. Los sofás del salón que parecen retenernos hasta la madrugada conversando. Las copas que nos tomamos mientras. Las cañas por las tardes, rescatando los últimos momentos que le quedan al día antes de agotarse. Reír. Los tangos. Cocinar. Las patatas fritas. Montar a caballo. Viajar. Conocer y aprender. Escuchar.

Odio… la mentira y la traición, que siempre van de la mano. El aborto. La desconfianza (aunque la practique a menudo). Las malas noticias o leer el periódico (que vienen a ser sinónimos). El “shopping” compulsivo. La falta de personalidad. Los paraguas. El egoísmo. Que me subestimen y me comparen (yo soy yo, con mis virtudes y mis fallos).

Odio los malos olores. Los abusos de cualquier género. Los tópicos socialmente impuestos de obligado cumplimiento. La impuntualidad. Al cabrón de Piolín. La gente que grita. Los filetes de hígado y la macedonia. Los mosquitos trompeteros y las arañas. La política. Llorar. Los aviones. Los agobios. El ruido. Las masas de gente. Mis defectos, siempre tan atentos, que me acompañan a donde quiera que vaya.


Quisiera… ser mejor persona cada día. Hacer mi corazón mil veces más grande. Rezar más. Albergar menos prejuicios y más esperanza. Reír y llorar mucho más a menudo. Resultar verdaderamente útil para los demás. Poder dormir seguido. Retomar la fotografía y la equitación. Y la guitarra. Que se me cure el estómago y se me solucione el insomnio.

Quisiera viajar a Argentina. Y a Italia. Y a otros muchos lugares. Que mis amigos fueran puntuales. Tener cerca a todos los que extraño. Tiempo a raudales para estar con quienes quiero. Dedicar millones de momentos a lo que me llena. En fin, acertar a “Sacar de mí, mi mejor yo”.

El blog de Marta es un diario sereno, que infunde paz y a mí me llena de añoranzas. Está primorosamente escrito, con la difícil sencillez de los que aman el castellano. Habla de la Ría (ría no hay más que una: la nuestra), de esa lluvia confortable del País Vasco que pinta de melancolía los muros de las casas. Habla también de aquellas playas donde los bañistas llevan paraguas por si acaso.

Leyendo el blog uno aprende a conocer a su autora. Yo la conozco ya muy bien, aunque no la he visto nunca. Sé que es mujer de fe, que lucha por alcanzar metas cada vez más altas, que es generosamente ambiciosa. Por eso le molesta la cerrazón de algunos, el aldeanismo, y un cierto tipo de política hosca y desconfiada que es una mala enfermedad de aquella tierra.

No te preocupes, Marta. Bilbao siempre será Bilbao: expansivo, abierto al mundo entero. Los de Bilbao nos hacemos madrileños, andaluces, esquimales, yorubas, pakistaníes, gallegos…, incluso guipuzcoanos si no hay más remedio, sin dejar por eso de ser de allí.

Y cuídate el estómago.
















¿Y por qué odias los paraguas?


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tengo una teoría sobre los paraguas: son un instrumento cotidiano con más inconvenientes que ventajas.
Resguardan escasamente de la lluvia y sacan lo peor de nosotros en las aceras. La gente se enfurece cuando se enganchan las varillas. Propician los accidentes -¡cuidado con los ojos y los enganchones de pelo!- que, a su vez, enfurecen el doble. Estimulan las zancadillas para ganar un lugar bajo un alero. Sirven para cascar disimuladamente al que nos da golpecitos con el suyo o para echar un chorretón de agua por el cogote ajeno... Cuando sacamos el paraguas a la calle aumentan las probabilidades de que salga el sol y entonces, hay que cargar con él hasta la vuelta. Etc.

Casi nunca es ventajoso utilizarlo. Mejor regresar mojado a casa y de buen humor que medio seco y habiendo querido atizar a todo el barrio.
Me gusta que en el nuestro no haya paraguas, Don Enrique.

Enrique Monasterio dijo...

Coincido en que "Cuando sacamos el paraguas a la calle aumentan las probabilidades de que salga el sol".
Por eso precisamente me gustan los paraguas. Alejan la lluvia. Son fantásticos. Si yo fuera alcalde, los convertiría en un servicio público: llenaría de paraguómetros las calles para que la gente pueda coger uno cuando lo necesite, depositando unos euros, por supuesto. Al devolverlos, en la misma o en otra máquina, el paraguómetro devolvería al usuario el dinero depositado.
No sé cómo todavía no se le ha ocurrido la idea a Ruiz Gallardón

María dijo...

Me gusta mucho el blog de marta... paso por el todos los días.
Me gusta lo que ha escrito sobre ella y su blog... ¡¡buen sitio para recomendar!!