lunes, 10 de septiembre de 2007

Benedicto XVI al Cuerpo diplomático en Austria


He aquí algunos párrafos del discurso que ha pronunciado Benedicto XVI al Cuerpo Diplomático acreditado en Viena. Vale la pena leer el discurso entero. Podéis encontrarlo aquí


Europa


La “casa Europa”, como amamos llamar a la comunidad de este Continente, será para todos un lugar agradable de habitar sólo si será construida sobre un sólido fundamento cultural y moral de valores comunes que traemos de nuestra historia y de nuestras tradiciones. Europa no puede y no debe renegar sus raíces cristianas. Esas son un componente dinámico de nuestra civilización para el camino en el tercer milenio. El cristianismo ha modelado profundamente este Continente: de eso dan testimonio en todos los países y particularmente en Austria, no sólo las muchísimas iglesias e importantes monasterios. La fe tiene su manifestación sobre todo en las innumerables personas que esa, en el transcurso de la historia hasta la actualidad, ha conducido a una vida de esperanza, de amor y de misericordia. Mariazell, el gran Santuario nacional austriaco, es al mismo tiempo un lugar de encuentro para varios pueblos europeos. Es uno de los lugares de los cuales los hombres han sacado y sacan aun hoy la “fuerza del alto” para una camino de rectitud.
(…)


La vida


Ha sido en Europa donde por primera vez se formuló el concepto de derechos humanos. El derecho humano fundamental, el presupuesto para todos los otros derechos, el derecho a la vida misma. Esto vale para la vida desde la concepción hasta su fin natural. El aborto, por consiguiente, no puede ser un derecho humano –es su contrario. Es una “profunda herida social”, como subrayaba sin cansarse nuestro difunto hermano, Cardenal Franz Koenig.


Al decir esto no expresamos un interés específicamente eclesial. Nos hacemos más bien abogados de una solicitud profundamente humana y nos sentimos portavoces de los que están por nacer y que no tienen voz.


No cierro los ojos ante los problemas y los conflictos de muchas mujeres, y caigo en la cuenta de que la credibilidad de nuestro discurso depende también de lo que la Iglesia hace para acudir en ayuda de las mujeres en dificultades.


Me dirijo, por tanto, a los responsables de la política, para que no permitan que los hijos sean considerados casi como una enfermedad, ni para que el calificativo de injusticia atribuido por Vuestro sistema jurídico al aborto sea anulado de hecho. Lo digo movido desde la preocupación por los valores humanos. Pero esto no es más que un aspecto de lo que nos preocupa. El otro es hacer todo lo posible para que los Países europeos vuelvan a ser de nuevo más abiertos para acoger a los niños. Animad a los jóvenes, que fundan nuevas familias con el matrimonio, a convertirse en padres y madres. Con esto les haréis un bien a ellos mismos, y también a toda la sociedad. Os confirmamos también decididamente en Vuestras urgencias políticas de poner las condiciones que hagan posible a las jóvenes parejas la educación de los hijos. Todo esto, sin embargo, no servirá para nada si no conseguimos crear de nuevo en nuestros Países un clima de gozo y de confianza en la vida, en la que no veamos a los niños como una carga, sino como un don para todos.


Constituye también para mí una gran preocupación el debate llamado “ayuda activa a morir”. Da miedo pensar que un día pueda ser ejercida una presión declarada o explícita sobre las personas gravemente enfermas o ancianas, para que pidan la muerte o se la den a sí mismas. La respuesta justa al sufrimiento del final de la vida es una atención amorosa, el acompañamiento hacia la muerte –en particular incluso con la ayuda de la medicina paliativa- y no una “ayuda activa para morir”. Para afirmar un acompañamiento humano hacia la muerte serían necesarias urgentes reformas estructurales en todos los campos del sistema sanitario y social y la organización de estructuras de asistencia paliativa. Es necesario también dar pasos concretos: en el acompañamiento psicológico y pastoral de las personas gravemente enfermas o de los moribundos, por parte de sus parientes, de los médicos y del personal auxiliar. En este campo, la “Hospizbewegung”, el movimiento de voluntarios en hospitales, hace cosas grandiosas. Todo el conjunto de semejantes compromisos, sin embargo, no puede ser delegado a ellos. Muchas otras personas deben estar dispuestas o ser animadas en su disponibilidad a no mirar ni el tiempo ni los gastos en la asistencia amorosa de los gravemente enfermos o de los moribundos. (…)


El diálogo de la razón


Forma parte también de la herencia europea una tradición en el pensamiento, en la que existe una correspondencia sustancial entre fe, verdad y razón. Se trata aquí de la cuestión sobre si la razón está al origen de todas las cosas y como su fundamento o no. Se trata de la cuestión sobre si en el origen de la realidad esté la casualidad o la necesidad, y si por tanto, la razón sea un casual producto secundario de lo irracional y del océano de la irracionalidad, al fin de cuentas, si no está ahí incluso sin sentido, o si por el contrario, siga siendo verdad lo que constituye la convicción profunda de la fe cristiana: In principium erat Verbum –en el principio existía el Verbo- en el origen de todas las cosas existe la Razón creadora de Dios que ha decidido de participar en nuestra humanidad.


Permitidme citar en este contexto a Juergen Habermas, un filósofo que no se adhiere a la fe cristiana: “Para la autoconciencia normativa de la época moderna el cristianismo no ha sido sólo un catalizador. El universalismo igualitario, de donde han surgido las ideas de libertad y de convivencia solidaria, es una herencia inmediata de la justicia judaica y de la ética cristiana del amor. Sin cambiar sustancialmente, esta herencia ha sido siempre adoptada como propia de forma crítica y nuevamente interpretada. Hasta hoy no existe alternativa alguna a esto.


Las tareas de Europa en el mundo


De la unicidad de su llamada deriva también para Europa, sin embargo, una responsabilidad única en el mundo. A este respecto no debe, de ninguna manera, renunciar a sí misma. El continente que, demográficamente, envejece de forma rápida no debe convertirse en un continente espiritualmente viejo. Además Europa conseguirá una mejor conciencia de sí misma si asume una responsabilidad en el mundo que se corresponda con su singular tradición espiritual, con sus capacidades extraordinarias, y con su gran fuerza económica. La Unión Europea debería asumir, por tanto, un papel de guía en la lucha contra la pobreza en el mundo y en el compromiso a favor de la paz. Con gratitud podemos constatar que los Países europeos y la Unión Europea se encuentran entre los que contribuyen en mayor grado al desarrollo internacional, pero deberían hacer valer su relevancia política, por ejemplo, frente a los urgentísimos desafíos que nos vienen de África, a las enormes tragedias de ese continente, como el azote del SIDA, la situación en el Darfur, la injusta explotación de los recursos naturales y el preocupante tráfico de armas. Así mismo el compromiso político y diplomático de Europa y sus Países no puede olvidar la permanente grave situación del Medio Oriente, donde es necesaria la contribución de todos para favorecer la renuncia a la violencia, el diálogo recíproco y una convivencia verdaderamente pacífica. Debe ser en aumento las relaciones con las naciones de América latina y con las del Continente asiático, mediante los oportunos lazos de intercambio.




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Con la experiencia de 10 hijos -entre 24 y 5 años- comparto con el Papa la visión de los hijos como un don, sin ocultar los sufrimientos que conlleva. Me alegro de no haber hecho caso a tantos que se atrevían a opinar sobre mi irresponsabilidad y de haber aprendido muy pronto a descubrir el mundo desde los ojos de los niños. Los padres jóvenes que quizá se sienten atados que prueben a hacerse niños con sus hijos y disfrutar descubriendo la naturaleza con ellos, los parques temáticos,... Nuestros hijos mayores se han dado cuenta y nos dicen "que suerte teneis, todavía disfrutais con los pequeños"

Anónimo dijo...

Ha estado en Mariazell!!! Yo también estuve, no ahora, ojalá. Qué emocionante! Qué gran Papa tenemos.

E. G-Máiquez dijo...

Imprimo y leo, pero no me hace falta leer para agradecerle el texto por adelantado...