lunes, 24 de diciembre de 2007

Las aves están siempre en la otra orilla



Vuelvo a salir al campo en busca de pájaros. Me acompañan de nuevo Rafa y Emilio. Rafa, joven pajarero y conocedor de la zona, nos conduce a un enclave escondido desde el que se divisan muchas y muy variadas especies: avefrías, chorlitos, ánades, cormoranes, garzas y garcillas… Y un cisne blanco, enorme, majestuoso.

Hoy he visto bastantes más aves de lo que cabía esperar, y, sin embargo, de vuelta a casa, noto, como siempre, un punto de insatisfacción. ¿Será, tal vez, porque el cisne no levantó el vuelo?, ¿o porque no apareció el alca que vimos el año pasado, o porque la marea estaba demasiado alta para que las limícolas corretearan por el barro? Tal vez sea sólo, como me dijo mi amigo Moisés hace tiempo, porque las aves mejores están siempre en la otra orilla.

No sé si es una aplicación más de la famosa ley de Murphy o es que los pájaros se divierten tomándonos el pelo, pero la afirmación es rigurosamente cierta. Y, como uno anda siempre en busca de metáforas ornitológicas, supongo que también aquí hay una parábola escondida.

El Santo Padre, en su última encíclica, describe esa permanente insatisfacción del hombre que busca el placer, la alegría, el bien del cuerpo y del alma sin saber en el fondo lo que está esperando, y cita a San Agustín, aquel apasionado buscador de la felicidad:

“No sabemos en absoluto lo que deseamos, lo que quisiéramos concretamente. Desconocemos del todo esta realidad; incluso en aquellos momentos en que nos parece tocarla con la mano no la alcanzamos realmente”.

Tienen razón Moisés y Agustín. Las aves mejores, como la felicidad, están siempre en la otra orilla. Aquí lo importante es tener unos buenos prismáticos y enfocarlas bien para excitar el deseo de poseerlas, o de volar como ellas a la orilla definitiva.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La otra noche, en medio de una charla de amigos que acabó girando en torno a la felicidad, uno comentaba que los santos pocas veces eran felices; por ejemplo, Juan de la Cruz no le parecía una persona alegre. Hombre: es verdad que no tuvo la vida facil, pero una persona capaz de escribir el Cántico espiritual... no sé. A usted qué le parece?

Anónimo dijo...

Pensando en la cueva de Belen, creo que ademas de cantar los ángeles, abría pajaros, no se si lo pone en algun sitio. A usted le gustan, a mi tambien, por eso creo que en aquella cueva, estarían.
¡FELIZ NAVIDAD!