sábado, 9 de febrero de 2008

Erratas (II). Zacarías

Retablo de la casa antigua de Molinoviejo

Aquel verano andaba yo por la Sierra de Madrid atendiendo diversas actividades apostólicas, y tenía mi base de operaciones precisamente donde estoy ahora, en Molinoviejo. Era, si no me equivoco, el mes de agosto de 1984.

Una tarde, al regresar a casa, encontré en el jardín a un grupo de unos veinte chavales de bachillerato que, al parecer, participaban en una convivencia de estudio o algo semejante en “Las Cabañas”, una casa de convivencias relativamente cercana. El director me recibió con alborozo, porque, según dijo, le "había fallado el cura":

—Seguro que a usted no le importaría predicarnos una meditación en el oratorio de la casa antigua.

—Bueno, ¿y de qué os hablo?

—De lo que quiera… Aunque..., hay un par de chavales que tienen planteado el problema de su posible vocación y andan inquietos porque dicen que no lo ven claro. Si le parece, se prepara usted algo...

—Que pasen al oratorio. Empezamos ya.

Habría sido prudente, en efecto, “preparar algo”, pero uno era joven e insensato.

En el retablo del oratorio hay una Anunciación, pintada al fresco sobre la pared. Yo, que ni siquiera tenía a mano el evangelio, me centré en la escena, y comparé la actitud de María Santísima, que responde sin vacilar al mensaje del Ángel, con la de Zacarías, el padre de Juan Bautista, que seis meses antes también había recibido San Gabriel, pero no le había creído y le pidió una señal de que todo era verdad. Como castigo a su incredulidad, Dios le dejó ciego por una temporada…

Nada más decir “ciego”, tuve la impresión de que algo iba mal; pero no lo pensé dos veces: seguí adelante con la meditación, y la “ceguera” de Zacarías dio mucho de sí. Hablé de la fe, que es luz y oscuridad al mismo tiempo; de la vocación, que siempre supone un salto a ciegas en el vacío… En total, media hora.

Cuando salimos del oratorio, los chavales estaban la mar de conmovidos. El director no tanto.

—Oiga, yo creo que Zacarías se quedó mudo, ¿no?

Me puse completamente rojo, y sólo se me ocurrió decir:

—¿En serio?

Los chavales, por supuesto, no dijeron nada. Y a alguno que yo sé le vino muy bien la ceguera de Zacarías.




9 comentarios:

Anónimo dijo...

ja,ja,ja,ja...


Como dice mi hija de cuatro años, el angelito de la guarda a veces juega al escondite y gasta bromas. Supongo que el Espíritu Santo también lo hace y "rentabiliza" la broma!.

Encomiéndenos en la Ermita, en el oratorio y al ángel del Jardín!

Anónimo dijo...

Pero no se habia ido a descansar? Me parece que el más enganchado a este blog es Ud.

Adaldrida dijo...

ué bueno!!!

Anónimo dijo...

GRACIAS POR ESTA IMAGEN!!! Mi primer curso de ret fue ahi en el año 1959, y de ahi parte toda mi vida. Me ha dado tema para hacer la oración, la imaginación y el corazón corren.
Buen día, una madrileña.

alejops dijo...

Don Enrique, ¿le importa que haya puesto un enlace a una entrada suya en una entrada mía? ¿Se me ha entendido, no?

Anónimo dijo...

Don Enrique: un premio para su blog: Arte y pico

Desde el blog pensar de oficio Sunsi Esti-les.

maria jesus dijo...

Se me ha adelantado Sunsi, tambien tiene un premio en el mío www.comentandolotodo.blogspot.com

Enrique Monasterio dijo...

Alejops, haz lo que quieras.
Maria Jesús y Sunsi: mañana entraré en vuestros blogs. Desde aquí es un asunto complicado. En todoi caso, muchas gracias.

Juanan dijo...

Jajajaja, qué palo. Esas cosas desacreditan a cualquiera, aunque todo lo que haya dicho uno sea verdad.