miércoles, 12 de marzo de 2008

Los amigos del cura siempre se van.

mis amigas las aves también se van

Ayer hablé aquí de un viejo amigo que se autocalificó como "apóstata". Hoy me pregunta alguien qué fue de él.

No lo sé. La historia es tan vieja que, cuando la saqué del congelador por la mañana, hice un esfuerzo por recordar el rostro del protagonista y no lo conseguí: se me ha difuminado hasta el punto de que ya no sé si tiene o no gafas, si es moreno o rubio... Sólo me queda el recuerdo de su vozarrón un tanto ronco y de sus grandes manos, que se agitaban mientras contaba su historia.

Todo esto me sugiere una consideración:

Los curas (perdonad el impudor) queremos mucho, mucho, a cientos de personas: a chicos y chicas, a hombres y a mujeres. A lo largo de los años vamos "repartiéndonos" sin calcular demasiado las consecuencias.

La primera consecuencia es que uno llega a pensar que tiene centenares, quizá miles de amigos. No es verdad. Los que se acercan al sacerdote agradecen ese cariño y corresponden con un afecto sincero y profundo, pero no buscan en nosotros a un amiguete convencional. Necesitan al Amigo, con mayúscula.

El cura debe comprender entonces que esas personas siempre se van, y que es bueno que se vayan, aunque duela. De tanto en tanto te llaman para un bautizo, para una boda, para un funeral. Y aseguran que eres lo más de lo más, que formas parte de la familia. Luego vuelven escaparse entre promesas de amor eterno.

Es grande esta vocación. Nadie recibe en la tierra tanto afecto. Y como el corazón tiene siempre más capacidad que la memoria, uno llega a olvidar hasta los rostros de las personas a las que más quiere.



11 comentarios:

Anónimo dijo...

D. Enrique: Ser cura es lo más grande que se puede ser. Encontrarse con un buen cura es encontrarse con Cristo (también pasa con los buenos cristianos, pero no como con los sacerdotes).
Yo sé por experiencia cómo tienen el corazón de grande. Entre mis maestros, que me han dejado una huella imborrable, entre tantas personas que he conocido a lo largo de mi vida y que me han querido, enseñado y enriquecido, los sacerdotes ocupan un lugar muy especial. No podré olvidarlos nunca, ni dejar de quererlos, (aunque no les vea), ni de rezar por ellos cada día, ni de seguirlos a distancia cuando puedo (la vida es así, es imposible continuar el trato con todas esas personas que llevas en el corazón). Pero, aunque la memoria es más flaca que el corazón, nosotros sí que podemos poner cara y nombre, quizá porque nuestro corazón es más limitado que el de los sacerdotes.
Y perdón por el enrolle, pero hoy sí que me ha tocado la fibra.
¡Muchísimas gracias por lo pasado, lo presente y lo futuro!

Anónimo dijo...

D.Enrique: ¿Cómo se llaman esas preciosas aves que parecen un puzzle de colores?

Anónimo dijo...

Hasta hoy no he sabido que eras cura, como te gusta llamarte. Pero, hace ya bastante tiempo que no dejo de leer todo lo tuyo que cae en mis manos. ¡Increíble misericordia divina y misteriosa fecundidad de su Amor, que había unido nuestras almas, aún antes de saber tu condición! Soy Carmelita Descalza y, por tanto, mi vida entera está consagrada a Dios especialmente por vosotros... los bien llamados curas, porque curáis nuestras almas, con el bálsamo divino del Orden, que nos acerca a Cristo. Gracias, D. Enrique, y perdone si le he tuteado; pero, le he sentido hoy más hermano, más amigo, más cercano que nunca.
No dude que llegará un día a ser ese hombre bueno que en sus letras añora, si acaso no lo es, aunque lo ignore, y así debe ser.
Siempre cuenta, no en retaguardia sino en primera fila, con pequeñas almas de Carmelitas, que intentamos arroparle, amarle y nunca irnos de su lado.
GRACIAS POR SER SACERDOTE, POR DEJARSE HACER OTRO CRISTO EN CADA JORNADA.
Pida por nosotras. Pida por mí.
Mª Amada
i.c.d.

Enrique Monasterio dijo...

Se trata de ánades reales, el pato más común de nuestra avifauna. Tiene distintos nombres según las regiones: azulón, collvert, etc.

Juanan dijo...

Qué grande, en efecto.

Luis y Mª Jesús dijo...

A veces el cura se va de sus amigos

Anónimo dijo...

¡Qué grande es ser cura!
¡Qué grande es ser mujer!
¡Qué grande es ser carmelita descalza!
...y qué pequeño se ve uno en días como estos...
Gracias
;)

Anónimo dijo...

ja,ja,ja... Ay! qué risa!

La verdad es que siempre me he preguntado porqué con lo pesada que soy todas mis amigas/os son tan buenas personas. Y ahí está la respuesta...

En definitiva, tengo que agradecer a mi mal carácter la calidad de mis amigos!!

le falto añadir que para que lleguen otros...

Saludos desde aquí!

zocadiz dijo...

D. Enrique:
Nunca he sido amiga de un cura. Digo han sido mis confesores, confidentes, asesores, pero no mis amigos.
Supongo que el sexo influye...

Anónimo dijo...

Jamás había pensado en estas cosas que ha contado hoy. Y es verdad. Y mañana mismo llamaré por teléfono a un cura "grande" como usted, que ha estado en las duras y las maduras, que siempre nos ha tenido presentes en sus oraciones , que lloré cuando se fue de Tarragona porque era un bálsamo para todos y se hacía querer.

Gracias por desvelarnos algo tan humano y ¿no le importa que lo diga? tan tierno

Sunsi

Anónimo dijo...

Hummm, los primeros que se van son los curas, sino hable con sus hermanos. Por otra parte, ¿quien se queda?. ¿Los padres? ¿Los hermanos? ¿Los amigos...?.
Por supuesto que buscas al AMIGO en el cura, (sólo faltaba) pero si en el camino encima encuentras tanto afecto, tanta comprensión, tanta generosidad, delicadeza, paciencia, etc, etc, y gracia como tienen algunos curas... es una maravilla.
Pero nunca serían mis amigos, también por cuestión de sexo. Son Confesores y esto es muchísisimo. Se me vienen a la cabeza tantos nombres geniales... pero nunca lo sabrán. Esto es como el proverbio chino que dice..."cuando llegues a casa ven con un regalo para tu mujer, tú no sabes porqué, ella si.".