miércoles, 25 de junio de 2008

La tormenta


Me desperté a las doce y media de la noche con el estrépito de los truenos y el resplandor de los relámpagos. ¡Qué alegría! Cada tormenta es una fiesta de la Creación. No hay un espectáculo más grandioso, más bello ni más refrescante.

Salí de la cama y me asomé a una ventana que da al pequeño jardín que hay frente a mi casa. Comenzaba a jarrear con entusiasmo, pero los relámpagos no cesaban y el concierto de timbales crecía en intensidad hasta alcanzar una potencia insólita. Un chaval corría por la calle empapado de los pies a la cabeza.

Me acordé entonces de Luis Recio, uno de los profesores que tuve de pequeño.

En cierta ocasión, mientras estábamos en clase (tendríamos 12 o 13 años), se desató una tormenta de las potentes. El Serantes —el monte de los montes de mi infancia— sufría un estremecedor bombardeo de rayos y relámpagos. Entonces Luis, que era un profesor novato lleno de intuiciones pedagógicas geniales, entró en el aula, interrumpió la clase y nos sacó al jardín para que viéramos el espectáculo. Nos enseñó a perder el miedo y a contemplar la belleza de la creación y la grandeza del Creador.

Quizá nos explicó algo sobre el origen de las tormentas, pero francamente, no lo recuerdo. Sólo sé que, desde entonces, jamás las he temido. Al contrario: cuando terminan siento ganas de aplaudir para que salga el Autor a saludar.

Benedicite, fulgura et nubes, Domino…! Rayos y nubes, bendecid al Señor.

3 comentarios:

Conrad López dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con usted, D. Enrique. Esas tormentas "titánicas" no solamente son de una belleza sorprendente; además nos ayudan a recordar cuán poca cosa somos y cuán sólos estamos sin su Creador.

Un saludo.

La Dama Zahorí dijo...

"Cuando terminan siento ganas de aplaudir para que salga el Autor a saludar"

¡Qué frase tan intensa! ¡¡Un estilo narrativo tan depurado merece que le aplauda yo también!!

Anónimo dijo...

¡Que envidia1 Cuanto disfruto leyendo la forma tan poética de describir las cosas tan cotidianas de la vida, o las cosas tan bellas que suceden de vez en cuando. Me encantaría saber hacerlo, describirlas con esa delicadeza y detalle pero me conformo con disfrutar leyendolas. El talento no da para más. Felicidades