jueves, 7 de agosto de 2008

Pablo VI


El 6 de agosto de 1978 cayó en domingo. Yo pasaba unos días en Genzano, un pueblecito de los Castelli Romani, y pensé acercarme a la villa pontificia para asistir al Ángelus del Papa, que llevaba más de un mes en Castelgandolfo. Pero el Santo Padre "estaba indispuesto" y no salió al balcón.

Aquellos últimos "angelus" de Pablo VI eran especialmente emotivos y un poco tristes. El Santo Padre, que apenas podía moverse por la artritis, era consciente de que se acercaba el final y se despedía de sus hijos cada domingo. Lo hacía con dolor y esperanza. Hablaba de la Iglesia, que atravesaba unos años muy duros. Un día dijo que el "humo de Satanás" parecía haber entrado en la Iglesia.

Una o dos semanas antes nos pidió que rezásemos por él y por su sucesor.

Aquella tarde fui a Castelromano, una casa de retiros situada a muy poca distacia de la Villa del Papa. Estábamos en el jardín cuando sonaron las campanas: Pablo VI había muerto. Ayer se cumplieron 30 años. Desde entonces han ocurrido muchas cosas en la Iglesia.

Pablo VI no fue tan popular como Juan Pablo I o Juan Pablo II; quizá era menos "simpático" o llegaba menos a la gente; pero llevó la Cruz de Cristo con generosidad, y el fruto de su sacrificio es ahora evidente.

Encomendémonos a él. Fue un Papa santo.

3 comentarios:

Conrad López dijo...

Aquel día (yo tenía entonces 12 años) estaba yo en Palma de Mallorca, en unas colonias escolares veraniegas. Recuerdo muy bien que estabamos jugando en el patio del centro escolar en el que estabamos hospedados cuando por megafonía nos comunicaron la muerte del Santo Padre.

Es curioso, no creo que ninguno de los chavales que estabamos allí supieramos quienn era ese hombre, más allá de tener claro que era el Papa, y sin embargo no fuimos pocos los que lloramos aquella noticia a moco tendido.

Altea dijo...

Respecto a lo que dice Seneka, creo que la muerte de un Papa siempre impresiona. Gracias a Dios, salvo algún caso aislado hace ya siglos (que no hace más que confirmar la divinidad de la Iglesia), todos los papas han sido muy dignos. La gran responsabilidad ante Dios que pesa sobre ellos hace que a su muerte se ruegue una enormidad por su alma.

Anónimo dijo...

Pues sí, hay santos con vidas menos llamativas, menos atractivas, a los que siempre les toca "bailar con la más fea".