martes, 30 de septiembre de 2008

En vísperas del 2 de octubre

El Cardenal de Madrid ha bendecido e inaugurado una capilla dedicada a San Josemaría Escrivá en la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, de Madrid, un templo especialmente relacionado con la Fundación del Opus Dei.

Pasado mañana la Obra cumplirá 80 años. Entre tanto os invito a leer aquí, en la web oficial de la Prelatura, la historia de esta campana que aparece a la derecha y la crónica de la bendición de la Capilla.







Esta vieja campana de Nuestra Señora de los Ángeles se encuentra actualmente en el Santuario mariano de Torreciudad.

En la capellanía




Te llevas bien con tus padres?

—Normal.

La chica tiene 17 años, ha empezado ya la carrera de Derecho y aunque habla con la rotundidad típica de los adolescentes, su mirada la contradice y huye en todas las direcciones. Incluso cuando me mira tengo la impresión de que en realidad no me ve a mí, sino al cuadro que hay a mi espalda.

—¿Tienes confianza con ellos?

—Con mi madre, algo. Con…, con su marido, no.

Hay un silencio un tanto incómodo. Hasta este momento no me ha explicado la situación de su familia; pero ha dejado muy claro con un solo gesto, que el hombre que vive en su casa es un extraño.

—¿Y tu padre…?

—Murió.

Ni siquiera me ha dejado terminar la palabra “padre”. Ahora está rígida, como en guardia…

—No quieres hablar de eso, ¿verdad?

—Me da igual.

La conversación se prolonga. Poco a poco me va contando que es hija única, que quiere trabajar como empresaria, pero pocas horas, sólo por las mañanas; que le gustaría tener muchos hijos, seis, siete o más: algunos suyos y el resto adoptados; que los chicos no le interesan por ahora; que habla con Dios por las noches, pero sólo para pedir.

—¿Y qué pides?

—Tengo de todo —responde como quien dice algo obvio—; pero algunas cosas sólo las da Dios, ¿verdad?

—¿Por ejemplo?

—La alegría.

Ha respondido si dudar un instante. Luego, al fin ha sonreído un poco, y entonces me atrevo a preguntar:

—¿De verdad que murió tu padre?

Silencio.

No te preocupes. Me lo contarás en otra ocasión


* La conversación es antigua; la encontré esta mañana en el congelador. La niña ha cambiado mucho desde entonces. Ahora estudia fuera de Madrid, muy lejos de su casa.

lunes, 29 de septiembre de 2008

La sonrisa se fue al Cielo


Lo recordé el año pasado y lo recordaré siempre. Hoy hace treinta años a esta misma hora conocimos la terrible noticia de la muerte de Juan Pablo I, un Papa que había conquistado a medio mundo en solo 33 días con su sonrisa paternal, su buen humor, su ingenio y su piedad sencilla y transparente.

Yo estaba en la via Appia, camino de Castelgandolfo. Podría reconstruir con toda fidelidad cada minuto de aquella mañana lluviosa, en que Roma entera parecía llorar.

La muerte de Juan Pablo I conmocionó al mundo. Dijeron que había entrado en la Iglesia un aire nuevo, una brisa fresca, una sonrisa.

Dios, que sabe más, estaba preparando un huracán de alegría y esperanza que vendría del este de Europa. Juan Pablo II estaba a punto de llegar.


domingo, 28 de septiembre de 2008

Cinturón de seguridad

No está mal el anuncio. Incluso podría sacarse una moraleja espiritual. En este caso el cinturón de seguridad protege al que lo lleva y a la posible víctima del "accidente".





Llegué a este vídeo gracias a "Trozos de vidas", unos de los blogs de este barrio.



Parábolas para mayores


"Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el Camino del Reino de Dios..."

Lo leo en el evangelio de hoy y, francamente Señor, he estado a punto de censurarte. Piensa que esta página la lee mucha gente, también niños; qué van a pensar.

Es verdad que tus palabras, tan poco correctas, iban dirigidas a los "sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo". A más de un sesudo predicador le he oído subrayar esta circunstancia para tranquilizar a sus feligreses. Y es que irse al Cielo detrás de los publicanos y las prostitutas no es agradable. Claro que, según como se mire, puede resultar incluso consolador. Da la impresión de que en el Reino de los Cielos hay espacio de sobra. Si caben ellas, la gente decente tenemos plaza segura.

Lo malo es lo que viene antes. Esa parábola un tanto curiosa de los dos hermanos. El padre les manda que vayan al tajo y uno dice que sí, que ya va, pero se queda en casa. El otro dice que no le da la gana, pero acaba yendo. Y Jesús concluye que éste hizo la voluntad de Dios y no el primero.

Francamente, Señor, esto es una parábola trampa, un caso límite un poco demagógico. Yo me paso la vida diciéndote que sí, sobre todo para que no insistas. Luego muchas veces hago lo que me pides. ¿Siempre? ¡Hombre, siempre, siempre...! Reconoce que buena voluntad no me falta, y además soy educado, no como el hijo segundo de la parábola. Te digo lo que quieres oír para que estés contento. ¿Preferirías una impertinencia como la de aquella samaritana que te respondió "cómo te atreves a pedirme de beber a mí, tú que eres judío, etcétera"?

¡Menudo elemento la Samaritana! Así que cinco maridos, ¿no? ¿Cómo dices? ¿Que nos ha precedido...? Ya. Pero, por favor, no me mires así.


viernes, 26 de septiembre de 2008

Antiguos alumnos


Son las 12 de la noche del 26 de septiembre. Mientras escribo, aún continua la reunión anual de los antiguos alumnos de Gaztelueta. Yo me he escapado el primero.

Hemos cenado juntos más de un centenar de viejos amigos. Nos han colocado en la solapa una tarjeta con nuestro nombre, y aunque todos decíamos que, "por favor, que no hace falta, que ya nos conocemos, que no hemos cambiado nada"..., lo cierto es que habrá que proponer, para el año próximo, que la letra sea un poco más grande: resulta un poco chocante que las viejas glorias de mi colegio se miren los unos a los otros inclinando la cabeza y con las gafas de ver de cerca.

-No, si ya sé quién eres; cómo me voy a olvidar... Lo que no recuerdo es tu segundo apellido.

El pirómano de Kansas City


Sevilla tiene una avenida que se llama “Kansas City”, y Kansas City tiene otra llamada “Sevilla”. Al parecer, y por razones que no se me alcanzan, las dos ciudades se hermanaron un día en solemne y municipal ceremonia.

Hace años en una ferretería de la calle Kansas City trabajaba un muchacho con gafas, al que llamaremos Manolo. Era más bien tímido, un pelín tartaja, huraño en la intimidad y de mirada miope. Manolo tampoco andaba bien de la azotea. Al menos eso diagnosticaron los forenses (a buenas horas) cuando ocurrió lo que ocurrió.

Ocurrió que Manolo soñaba con ser bombero. Era ésa su vocación y su pasión oculta. Durante años fue aprendiendo el oficio. Compró libros sobre la materia, y hasta trató de ingresar en el Cuerpo. No tuvo éxito, y entonces supuso que necesitaba un poco de práctica. Así que tomó un cubo de gasolina, roció el primer establecimiento que encontró en la calle, y prendió una cerilla. Luego la cosa se repitió… Eran incendios sin ánimo de lucro, completamente desinteresados. Es más, en cuanto llegaban los bomberos, el pirómano se prestaba a colaborar en la extinción y dirigía a la patrulla con gran tino como si se tratara del jefe…, o como si conociera bien el origen del fuego. Esto fue precisamente lo que le perdió.

Manolo ahora vive en un hospital psiquiátrico andaluz, y aún se le recuerda en la fiscalía de la Audiencia como “el pirómano de Kansas City”. Todo esto me lo contó Miguel Ángel Torres-Dulce, que, por aquellos años, era fiscal en Sevilla.

La historia es sorprendente, pero no insólita. En el fondo ni siquiera es demasiado original. Uno ha conocido a muchas personas así. Es más, cuando hago examen de conciencia, descubro en mí mismo síntomas semejantes.

Y es que, mal que nos pese, todos nos parecemos un poco a aquel otro personaje, igualmente pintoresco, del que nos habla el Evangelio de San Marcos: me refiero al endemoniado de Gerasa, que se pasaba las noches y los días gritando por los sepulcros, hasta que un día encontró a Jesús.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó el Señor.

—Mi nombre es Legión —contestó— porque somos muchos.

Casi todos los adolescentes y algunos adultos que conozco podrían dar la misma respuesta.

—Mi nombre es Legión; porque en mi cabeza anidan toda suerte de diablos y quizá de ángeles: hay un ángel idealista y un diablo pragmático; un ángel capaz de dar la vida, y un diablo que no da ni los buenos días; hay un materialista y un soñador; un sensual y un espiritualista extremo; un bombero y un pirómano; un humilde, que se considera el más vil de los hombres, y un vanidoso estúpido que presume hasta de sus miserias.

El número de personajes que cabe dentro de una sola persona se multiplica casi hasta el infinito cuando el sujeto llega a la adolescencia. Un adolescente, en el fondo, no es otra cosa que un puñado de virtudes y defectos contradictorios entre sí, que tratan de buscar acomodo en un organismo con acné.

Por eso, cuando Patricia me aseguró, con acento dramático, que se sentía la mar de hipócrita porque tenía dos vidas diferentes, podría haberle respondido:

—¿Sólo dos? Probablemente tienes cinco o seis, y no podemos descartar que aparezca alguna nueva… Pero tampoco te creas tan hipócrita: vives cada vida con plena sinceridad, como el pirómano de Kansas City, que cuando incendiaba, lo hacía a conciencia, y cuando extinguía el fuego, era el más eficaz de los bomberos.

En el fondo, madurar es sólo unir todas esa vidas y convertirlas en una sola. Éste es fin de cualquier tarea formativa: enseñar a los chicos y a los mayores a vencer a la legión de diablos que llevan dentro y a quedarse con lo mejor de sí mismos para ser hombres o mujeres de una pieza.

La tarea no es sencilla. Tan difícil es que muchos padres y educadores parecen haber renunciado a ella por completo. Piensan que, a la intemperie, los chicos aprenderán por sí mismos. Y claro que aprenden: unos se convierten en adolescentes crónicos, en inmaduros irrecuperables. Otros, matan al bombero y se quedan en pirómanos; eso sí, la mar de auténticos.

Yo pido al Señor que no me deje caer en tan peligrosa aberración. Me gustaría ser, como nos pidió San Josemaría, “sacerdote sacerdote, sacerdote cien por cien”. Pero comprendo que tengo el peligro de ser, al mismo tiempo, pirómano y bombero; de encender los corazones con mi verborrea y apagarlos bruscamente con el jarro de agua fría de mi conducta.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Me pongo un lazo

El artículo, una vez más, es de Enrique García-Máiquez, publicado en el Diario de Sevilla

Adorno se preguntó si era posible escribir poesía después de Auschwitz. A pesar de su imponente prestigio y de la literatura que ha generado, aquélla fue una pregunta precipitada… y optimista. Tomando Auschwitz como símbolo de la barbarie y mirando alrededor, la pregunta correcta sería: ¿se puede escribir poesía mientras Auschwitz?

El valor de cada vida humana es inconmensurable, de modo que cuando ETA asesina a Luis Conde estamos todavía en un campo de exterminio. Y cuando un nasciturus es abortado, también. Con el aborto el parecido resulta inquietante tanto por los métodos industriales como por la cobertura legal y los motivos eugenésicos (el número de niños con síndrome de Down que nacen en España ha descendido brutalmente) o discriminatorios (en muchos países se aborta a las niñas por serlo). Nadie piense que con esto relativizo el horror del nazismo, que por otra parte incluía, desde luego, el propio aborto y la eutanasia, a través de la Aktion T4.

Pero el aborto es lo que nos cuestiona aquí y ahora. Por eso, para oponernos, se deben hacer artículos y novelas y poemas y pintadas, si no quedara otro remedio. Las armas que uno tiene en una democracia son, a fin de cuentas, la palabra y la razón, y de vez en cuando el voto.

Como ven, me ha resultado muy fácil contestar a si se puede escribir. En realidad, la pregunta complicada es ésta: ¿puede escribirse de otra cosa mientras se realizan 100.000 abortos al año en España? De nuevo, sí, creo, por dos razones. Primero, porque es la única forma de que te lean. Si yo, semana tras semana, escribiese sólo contra el aborto, como me pide la conciencia, terminaría agotando al respetable y hasta al propio periódico, a pesar de su inmenso respeto por mi libertad de expresión. Para poder rebelarme cada cierto tiempo, tengo que ser un columnista variado y —en la medida de mis posibilidades— divertido.

Y en segundo lugar, porque, si se trata de defender la vida, nada más lógico que amarla con locura en todos sus extremos. Aunque el mundo esté como para cubrirse de ceniza, no podemos ser cenizos. Vivir es una apasionante aventura inagotable que, por muchas que sean las dificultades, entusiasma.

Mientras me salgan, yo seguiré escribiendo poemas y artículos y lo que pueda sobre lo que se presente, desde lo más frívolo a lo más grave. Pero, igual que contra ETA nos ponemos un lazo azul y eso significa que, estemos donde estemos, estamos siempre contra el terrorismo, pongan ustedes un lazo negro a todo lo que firmo. El aborto es una herida abierta de la sociedad y mía —que a veces me cubro y otras no— pero que llevo en carne viva.


miércoles, 24 de septiembre de 2008

Alegría


En los niños, lo natural es la alegría. La necesitan como la respiración. No pueden vivir sin ella. Por eso inquieta tanto ver a un niño triste. Y si esa tristeza dura demasiado, sabemos que es preciso hacer algo, lo que sea, para eliminarla.

Robar la alegría a un niño es un crimen como matar el canto de un ruiseñor.

En los viejos, lo natural es la tristeza, el gesto huraño o la melancolía. La sonrisa de los viejos siempre es prestada, alguien se la ha puesto en los labios: a veces un niño o el recuerdo de su propia infancia. O el Espíritu Santo.

La alegría de los viejos no es fácil. Si es auténtica, sólo tiene una explicación: se llama bondad.


cerezos en flor

Fernando Acaso, sacerdote del Opus Dei, se fue a Japón en 1959 y allí ha vivido hasta hace bien poco. Ahora reside en Toledo, que no es lo mismo, pero tampoco está nada mal. Desde Toledo me envía lo que publico a continuación. Yo espero que Don Fernando incluya estas reflexiones y algunas otras en un libro sobre aquellas tierras de Oriente, tan cercanas.

Llegué al Japón en enero de 1959 y todo me pareció muy distinto. Aún más después de leer un libro muy divertido de un humorista americano que mostraba que en Japón todo es justo al revés que en Occidente. Me fui haciendo un experto en este tema y me creí capaz de escribir un libro y asombrar a todos con mi agudeza.

Pasaron unos cuantos años y me encontré con que, casi sin darme cuenta, había dado un giro copernicano: empecé a fijarme en lo mucho que se parecen los japoneses y los occidentales y, después de casi 50 años en el Japón, he llegado a la conclusión de que somos igualitos... al menos en un 97 por ciento (cifra simbólica). Y ese 3% que nos distingue no es porque sí: tiene que haber alguna razón. Las comidas, las facciones, el color de la piel y el lenguaje pueden ser muy distintos, pero el corazoncito es igual. Desde entonces dudo en principio de toda aserción que tenga como sujeto un colectivo nacional. Y si, por ejemplo, me parece que los japoneses tienen un sentido estético superior al de los occidentales, no estoy dispuesto a admitirlo hasta encontrar una razón que explique esa diferencia.

Todo lo escrito hasta aquí viene a propósito de que me parece haber encontrado la razón de este sentido estético superior de los japoneses. A ver si me explico. ...Muchos asociamos los cerezos en flor con el Japón. ¿Por qué? ¿Por qué a los japoneses les gustan tanto los cerezos en flor?

Japón está al sureste de Siberia y al noroeste de las Filipinas, y las condiciones atmosféricas hacen que en invierno se meta el frío de Siberia en Japón y en verano el calor y la humedad del sur. De aquí que los japoneses se pasen el invierno soñando con la llegada de la primavera, y el verano soñando con la llegada del otoño. Solo quien ha pasado mucho frío en Japón —como el que escribe estas líneas— sabe la alegría que supone encontrarse de repente, ya a mediados de febrero, con unos brotes de flores de ciruelo; y un mes más tarde, las flores de los cerezos nos dicen que se acabó el frío. Y cuando entre los sudores del verano se nota que la luna parece más nítida, o que el verde de aquel arce ya no es tan verde, uno empieza a sentir el fresquito del otoño.

Estos cambios atmosféricos, lo escarpado de la orografía y la abundancia de lluvias ofrecen a los japoneses una naturaleza rica en matices donde otear el cambio de las estaciones. Y esta naturaleza es la que ha debido transmitir a los japoneses un sentido estético más refinado.

Yasunari Kawabata, al aceptar el Nóbel de Literatura, disertó sobre qué es el Japón. Dijo que «Japón es las cuatro estaciones». Cuando lo leí me pareció exagerado pero he llegado a pensar que algo de razón no le falta. Los poemas haiku, si no tienen una referencia a las cuatro estaciones, no son haiku. También esto me pareció exagerado. Pregunté el por qué y la única respuesta que obtuve fue “porque sí”.

El haiku japonés, exponente de la estética del zen, “consta de 17 moras (unidad lingüística de menor rango que la sílaba) dispuestas en tres versos de 5, 7 y 5 moras, sin rima” (Wikipedia). Voy a copiar aquí dos haiku del gran maestro Matsuo Basho (1844-1894).

Un viejo estanque / se zambulle una rana / ruido de agua
A cada ráfaga / se desplaza en el sauce / la mariposa

martes, 23 de septiembre de 2008

Juan Pablo II e Internet


El texto se lee mejor si hacéis clic sobre la fotografía

Las aves se van



No se me ocurre un frase más triste: se van las aves y el cielo se queda huérfano de vuelos y de trinos. ¿De qué sirve la brisa sin el baile de los vencejos, las golondrinas, los abejarucos? El sol brilla de otro modo en otoño, cuando todavía no han llegado los pájaros del invierno y hay como un paréntesis de tristeza en el aire.

En Gibraltar no. Tampoco en Doñana ni en el Estrecho de Mesina. Allí se concentran millares de aves para dar el salto al Continente Africano. Aquello es una algarabía de gritos y cantos.

Este primer vídeo refleja algo de lo que ocurre en Doñana ahora mismo.




Éste es aún mejor. Recoge un pasaje de ese documental fantástico que muchos habréis visto en el cine y que yo no me canso de contemplar: "Nómadas del viento". Cigüeñas y pelícanos sobrevuelan el desierto del Sahara. Desde hace años, la mayor parte nuestras cigüeñas han renunciado a un viaje tan largo y se quedan en la Meseta Sur y en Andalucía.





lunes, 22 de septiembre de 2008

La viña



El Reino de los Cielos se parece a un propietario que sale muy de mañana a contratar trabajadores para su viña. Eso decía en Evangelio de la Misa de hoy.

Benedicto XVI el mismo día de su elección, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, se definió a sí mismo como un humilde trabajador de la viña del Señor.

Y yo, al leer estas palabras, he pensado en esas personas que esperan mucho de la Iglesia, y tienen razón; que exigen que los curas seamos santos, y hacen bien en pedirlo; que buscan luz, consuelo, ayuda; y se quejan justamente si no encuentran nada de eso.

Pensaba en ellos porque algunos no saben que la Iglesia es también una empresa, "su" empresa, un proyecto que Dios comparte con los hombres, y en el que todos tenemos asignado un puesto de trabajo. La llamada es universal y hay tajo en abundancia; que nadie se apunte al paro.

Y es que, no sé por qué, a veces tengo la sospecha de que abundan los mirones, los teóricos del quehacer ajeno, que nunca han empuñado una azada y se permiten el lujo de dar instrucciones al currante desde la barrera.


domingo, 21 de septiembre de 2008

...y Marco

De Marco no tengo foto, pero ayer sábado celebramos su bautizo en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en Madrid.

Es el segundo de Elena, una de mis alumnas más descarada, esa que tiene la desfachatez de llamarme don Henry.

Camino, la primogénita de la familia, a la que también bauticé hace tiempo, accedió a darme un beso sólo cuando hube terminado la ceremonia.

Camino con su prima








El bautizo de Pablo



El niño se llama Pablo y tiene 2 meses, aunque los expertos le atribuyan 8 ó 9 a juzgar por su tamaño y por su peso. Su padre, que está a mi lado se agachó un poco para disimular sus 2 metros y pico de estatura. María, que lleva a su hijo en brazos, me instó a que la ceremonia fuese breve, porque ya no podía más. A su lado está Lucía, una de mis predilectas de Aldeafuente, que se resistía a hacer la Primera Comunión con gafas, y le tuve que asegurar que también la Virgen usaba gafas para leer. Lucía ahora tiene el novio más formal que ha conocido la historia: es el primero de la izquierda. En la otra esquina, Ana, la segunda hermana, ya tiene un novio a la vista, aunque él no lo sepa.

Los padres de Pablo me han asegurado que, dado el tamaño de la criatura, habían pensado ponerle para el bautizo el uniforme de Los Ángeles Lakers, donde seguramente recalará dentro de unos años. Pero desmienten que el nombre de Pablo tenga algo que ver con Pau Gasol. Ellos han pensado más bien en el año paulino.

Los abuelos esta vez no han salido en las foto que me ha enviado Ana. Y eso que son mis abuelos predilectos.


sábado, 20 de septiembre de 2008

mascotas peligrosas

No sé si tiene moraleja. Mejor no pensarlo. Al menos tiene gracia.



Se lo he robado a margarinxi.



Il cuore si stanca



Ayer recordé lo que me dijo hace casi treinta años un obispo italiano cariñoso y charlatán: que el corazón también se cansa.

Conversábamos junto a la fachada neoclásica de la Catedral de Albano, una las diócesis de los Castelli Romani al Sur de Roma, y cuando me dijo eso, me escandalicé un poco. Le contesté que lo que agota realmente es el egoísmo. Él entonces se apresuró a darme la razón diciendo que de acuerdo, de acuerdo, que el egoísmo es mucho peor, pero...,

-Por la vida del sacerdote pasan muchas vidas y ninguna se va sin dejar huella, a veces una herida. Cuando estás en el confesonario, o fuera de él, después de escuchar, de consolar a tantas personas, a veces terminamos muy cansados. No es un cansancio físico; es il cuore che si stanca, el corazón, que no puede más.

Con el paso del tiempo he ido viendo más claro que tenía razón. También yo algunas noches vuelvo a casa con el corazón hecho un lío; roto por las penas que me contaron y eufórico por otras tantas alegrías; golpeado por disgustos, tragedias y muertes, pero también esperanzado, con el consuelo de saber que puedo ayudar y debo hacerlo.

Las vidas que pasan a mi lado exigen que me implique por completo, que no sea sólo médico, ni sólo maestro, ni sólo juez. Ante todo amigo, como Jesús lo fue.

No sé si esto es un "pensiero" o un desahogo. Sea lo que fuere, anoto que el corazón se cansa, que a veces también es duro ser cura.

Y sin embargo ninguna otra cosa vale tanto la pena. Por eso el corazón no se rinde.

Y el paracetamol ayuda.

PD. Ayer, por la tarde, bauticé a Pablo. Mañana, después de bautizar a Marco, os lo cuento todo.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Un confesonario poco común


No me ocurre todos los días ni todos los meses, pero la anécdota tampoco es insólita.

Eran las doce del mediodía y yo iba por la calle Hermosilla rezando el Ángelus. A la altura del número 26, un hombre bien vestido, de unos cincuenta años me hizo una seña.

-Perdone, padre..., le veo con frecuencia por aquí, y no sé si... ¿podría confesarme en un momento?

-Por supuesto..., pero no sé dónde podemos meternos.

Gracias a Dios allí mismo hay un portal que conozco bien y un portero amigo. Lástima, el portal estaba cerrado y Gregorio había salido.

-¿Busca a Gregorio? -me preguntó el portero del 30-.

-En realidad busco una portería. ¿Me presta la suya un minuto?

No tuve que darle más explicaciones. El penitente le dijo algo en voz baja, el portero se retiró discretamente, y allí mismo, en dos o tres minutos, resolvimos el problema.

Hace mucho que no lo digo: es grande ser cura. De verdad.


jueves, 18 de septiembre de 2008

Desde el 5º B

Lo siento, Luis; donde las dan las toman

Hablo
del blog de Luis y María Jesús que apareció en la blogosfera a comienzos de año, entró en mi barrio y me tiene enganchado desde entonces.

Como sabéis hago pocos comentarios: soy un espectador silencioso de esta tertulia de amigos invisibles que compartimos unas pocas ideas fundamentales y quizá discrepamos en casi todas las demás. Pero hoy quiero invitaros a entrar aquí, para celebrar los tres meses de vida de Elena, la primera nieta de esta pareja de aventureros leoneses.

Hay que difundir este blog por todas partes. Que corra por la red. Que la gente vea lo grande, divertida e insólita que puede ser una familia normal que no se conforma con ser corriente.

Hay que ver también los videos como éste que la familia ha ido elaborando y colgando en YouTube.




miércoles, 17 de septiembre de 2008

Miradas sin filtro


Desde hace tres años trabajo en un colegio un tanto singular: sólo se cursan los dos años de bachillerato, pero aún así, tenemos unos cuantos centenares de alumnos y alumnas repartidos en 8 líneas.

Esto significa, entre otras cosas, que hay que darse prisa: el centro se renueva por completo cada dos años, y uno tiene la impresión de navegar en un río siempre cambiante. Los chavales llegan un mes de septiembre y, para cuando queremos darnos cuenta, ya están embarcados en la selectividad.

Hoy han aparecido los nuevos. Yo he procurado llegar pronto para "verlos venir" y abordarlos por los pasillos. Se han puesto la mar de guapos para este primer día y traen los ojos aprendices, sin filtro, tratando de captarlo todo.

—¿De donde eres?

—De Madrid (Patricia pone cara de de-dónde-voy-a-ser-si-no).

—Pero tu padre es de Bilbao.

—¡Qué fuerte! ¿Cómo lo sabes?

Me confirmo en la idea de que hace cincuenta años en Madrid no había nadie. Los chavales han nacido aquí, pero sus padres vinieron de otro sitio. Yo también soy un madrileño típico. Lo propio de Madrid es venir "de provincias" y gozar de doble nacionalidad.

—Oye, en serio, ¿cómo sabes que mi padre es de Bilbao?

Pepe en cambio es de origen murciano, Susana, de Zamora. Y todos tienen en común una carita de estreno que les delata.

—¿Habéis visto la capilla?

—No. ¿Hay capilla?

—Anda, dime, ¿por qué sabes que mi padre es de Bilbao? ¿Lo conoces?

—Me temo que conozco a tu abuelo.

—¡Qué fuerte!

Y tú que lo digas.

martes, 16 de septiembre de 2008

Microvídeos


La Capellanía del Colegio Aldeafuente, de Madrid abrió un blog hace algunos meses con una estructura muy sencilla y eficaz: cada día aparece una breve consideración de siete u ocho líneas y un vídeo brevísimo que la ilustra.

Entrad aquí. Es una gran idea como instrumento pedagógico para gente joven.

Real Madrid 4, Numancia 3

Conste que no soy del Madrid, pero vivo muy cerquita del estadio


—No te empeñes, Kloster, que no lo cuento.

—¿Pero por qué?

—Porque luego dicen que me pasan demasiadas cosas, y creen que me lo invento todo.

—¿Quien cree eso?

—Hasta don Mario, ese cura italiano que me espía desde su blog. Y no es que me pasen más cosas que a los demás: es que provoco las anécdotas, me meto donde no me llaman y, como es lógico, siempre ocurre algo reseñable. Si además uno conserva cierto instinto literario...

—De acuerdo, colega; pero vamos a la cuestión: dinos qué te ocurrió el domingo junto al Bernabeu con un grupo de hinchas del Numancia.

—Nada.

—¿Nada? Te he visto rodeado de chicos, todos con la camiseta del Numancia, entre botellones de cerveza y trompetas aturdidoras. Y me ha dado la impresión de que te escuchaban muy atentamente.

—¿Y qué debe hacer un cura pacífico y relativamente venerable como yo, que camina por la calle, si oye que diez o doce críos en plena adolescencia y con una cogorza en fase inicial se ponen a vociferar los típicos cantos de iglesia y a decir pequeñas irreverencias para provocar?

—Nada, mi querido amigo. ¿No has oído hablar de la mansedumbre?

—Sí, es un problema que tienen muchas ganaderías de toros bravos...

—Hablo de la virtud de la mansedumbre.

—Esa presunta virtud no se aplica en este caso. Te voy a decir cuál es mi táctica habitual. Primero, pongo cara de tonto (no debo esforzarme mucho) y me dirijo a uno de ellos, sólo a uno para preguntarle algo que le desconcierte. Por ejemplo:

—Oye, chaval ¿sabes dónde se celebra la conferencia sobre el cambio climático?

El interpelado entonces responde:

—¿Eeehhh?

No falla. A estas alturas todos se habrán callado como muertos, y es el momento de dirigirse a los demás:

—Vosotros no sois de por aquí. ¿verdad?

—¡Somos de Soria!

—Ah, de Soria. Además veo que vais mucho a la iglesia, porque os sabéis más canciones religiosas que yo. Por cierto, desafináis bastante.

—El que va más es éste —y señalan al más pequeño—. Además es monaguillo.

Así más o menos empezó la cosa. Y no diré una palabra más, para que luego no entre Juanan y me diga que ya me he inventado otra historia. Puedo confirmar, eso sí, que uno de los chavales me cantó entera una de esas canciones y otro me dijo que tenía una tía monja. Desmiento rotundamente el rumor de que acepté un vaso de cerveza. Lo habría hecho, pero estaba caliente.

Por cierto, les dije que el Madrid les metería 4. Y acerté. Sobre los 3 que marcó el Numancia no pronostiqué nada.




lunes, 15 de septiembre de 2008

Propósitos


Hablábamos de lo de siempre, de sus pequeñas batallas interiores, que nunca faltan gracias a Dios, y yo le sugerí algunos propósitos. Repetí un par de veces esta palabra, "propósitos", y entonces me interrumpió con un gesto.

—Me he pasado media vida haciendo propósitos y otra media comprobando que nunca sale ninguno. Bueno, hubo uno que sí cumplí: hace veinte años logré dejar de fumar.

—Sin embargo —le dije— esos propósitos aparentemente fallidos han ido configurando tu vida. Eres lo que eres gracias a ellos. Esto es una olimpiada, y en la lucha interior lo importante sí que es participar. Quizá sea cierto que hasta ahora no has logrado una sola medalla; pero tienes una buena musculatura en el alma, y al final eso es lo que cuenta. El día que dejes de hacer propósitos habrás sido derrotado definitivamente.

—Pero usted siempre me habla de propósitos pequeños —insistió—. No le veo mucho sentido. Por una parte dice que debo aspirar a la santidad, o sea al Cielo, y luego pretende que suba con una escalera de cuatro o cinco peldaños que además se van rompiendo a cada paso.

Quizá fue entonces cuando traje a colación aquel balance de su vida que escribió San Pablo, prisionero en Roma y a punto de morir:

He peleado un buen combate, he terminado la carrera, he guardado la fe. Ahora sólo me queda esperar la corona de de la victoria que Dios me dará como justo Juez.

—Como ves, basta con luchar hasta el último asalto y poner esa ridícula escalera de pequeños propósitos apuntando directamente al Cielo. Dios bajará a darte la mano, no te preocupes.