viernes, 17 de octubre de 2008

Oxígeno, nitrógeno y argón

No sé cuántos años han pasado desde que escribí esto; pero la clase que describo podría ser de hoy mismo


La canción es de Mecano y tiene más de treinta años, pero aún la cantan los chavales de 16. Al menos Natalia, que me escribió la letra sin un solo error cuando yo trataba de reconstruirla.

Se trata de una especie de parábola disparatada. Aire —grita el estribillo—. Soñé por un momento que era aire: oxígeno, nitrógeno y argón, sin forma definida ni color. Fui aire, aire volador.

El protagonista es un chaval que una noche de resaca se despierta en plena metamorfosis eólica. Ha empezado a desinflarse por el ombligo y se está diluyendo en la atmósfera: fui pasando —qué curioso— al estado gaseoso.

Consecuente con su nueva situación, trata de ser respirado por la que duerme a su lado, pero el experimento le deja insatisfecho, y decide transformarse en huracán. ¡Este cuarto es muy pequeño para las cosas que sueño! —aúlla— Y lo siento por mi novia y el cristal que me cargué: me escapé por la ventana y en picado me lancé.

La aventura tiene un final triste: pero tuve mala suerte y, cuando iba a remontar, me volví otra vez humano… No faltéis al funeral.

Conté esta historia en clase a un grupo de chicos y chicas. Como digo, casi todos conocían la música y la letra, pero llevábamos ya media hora hablando sobre la libertad, y era urgente rematar la faena.

La mayoría de mis alumnos parecía sostener que, en el fondo, nunca somos libres del todo, porque para serlo, habría que huir de cualquier atadura que nos condicione. Según ellos sería preciso marcharse de casa, independizarse de sus padres, no tener que estudiar ni que trabajar; no depender de nada…

—¡Lo primero es liberarse!, pontificó uno que parecía bien dotado para la demagogia.

No sé quién empezó a enumerar las barreras que sería necesario derribar para ser libres, pero terminaron por intervenir todos en un debate libertario difícil de encauzar.

Empezamos a anotar en la pizarra: el trabajo, las enfermedades, la falta de dinero, la moral “burguesa e hipócrita”…

De pronto una chica sugirió, ante la aprobación casi general, que había que liberarse también “de las limitaciones y condicionamientos biológicos”. No empleó exactamente estas palabras, y como tampoco estaba seguro de haberla entendido bien, le pedí que se explicara.

—Sí, verás… Las mujeres, por ejemplo, no podemos realizarnos como seres humanos, si estamos atadas por la biología…, ya sabes: el sexo, la maternidad… Tenemos mogollón de limitaciones…

—Así que tú crees que eso que llamamos “naturaleza humana” puede ser un obstáculo para la libertad.

—Bueno, sí… Deberíamos ser dueños de la sexualidad, de nosotros mismos, poder tener o no tener hijos, o ser hombres en lugar de mujeres…

—Y no envejecer nunca, ¿verdad? —le contesté—. Y poder volar. ¿No seríamos así más libres? ¿Y si lográsemos suprimir el espacio, y viajar por el tiempo… Y, ¿por qué no?, librarnos del cuerpo al amanecer para recuperarlo por la noche si nos apetece…

Fue entonces cuando recordamos la canción de Mecano, y la historia del chico que quiso ser aire.

David dijo que le parecía una idiotez, y María le respondió que “de eso, nada, tío, porque es una canción muy importante y ha vendido millones de copias y se han forrado, para que te enteres”.

Entonces intervino Javier:

—Yo creo que la canción dice que uno nunca puede ser libre del todo, que estamos co-mo encerrados en una habitación sin salida… Pero supongo que, para ser libres, tampoco hay que dejar de ser personas.

Al fin la clase se enderezaba. Es cierto: se diría que el hecho de ser humanos limita nuestra libertad, pero también la hace posible. Por eso, atentar contra lo que somos por naturaleza es ir contra la libertad misma, es decir, suicidarse.

Dedujimos que para aprender a ser libres es preciso aprobar primero otra asignatura, la de ser hombres ó mujeres. Es ésta una materia que sólo se asimila con esfuerzo, moldeándose día a día la musculatura del alma. es decir, la reciedumbre, la sinceridad, la templanza, el dominio de uno mismo, la hombría de bien…

Sin eso y sin unas convicciones sólidas que permitan resistir la presión del ambiente, tal vez alguien pensara que es libre; pero sería libre como el aire, nada más.

En frente de mi casa hay un pequeño jardín público. Todos los viernes, al anochecer se reúnen un centenar de adolescentes. No hacen nada, sólo beben., pero con prisa, frenéticamente. Huyen de sí mismos.

Yo debo cruzar por el medio, y los encomiendo al Señor: pobres chicos gaseosos, oxígeno, nitrógeno y argón, sin forma definida.

8 comentarios:

Bernardo dijo...

¡Bravo, qué buena entrada del blog!

Iba a escribir algo sobre las cadenas y el pecado y la libertad genuína, pero tengo que currar.

alfonso sanz dijo...

El poder de la libertad humana es tan fuerte que tiene la capacidad de autodestruirse. Algo parecido, pero mejor dicho, leí en un atículo del Cardenal Ratzinger.

Anónimo dijo...

A mí me ha recordado a otra canción que va un poco en sintonía, del "Último de la fila". Es también antigua, "Las palabras son cansancio". Y la letra dice algo así: la Gran pesadilla es despertar cuando no existe otro lugar más allá de los propios sueños...

Estoy de acuerdo con el remedio al que llegó su clase.

Y espero que lo de los adolescentes sea simplemente cosas de la edad.

Lucía dijo...

Creo que nos pasamos la vida intentando ser lo que nos da la gana y en cosas superficiales lo conseguimos:los rubios pueden decidir que quieren ser morenos con tal de estar dispuestos a gastar tiempo y dinero en los tintes , los flacos se cambian en gordos y viceversa ( aunque con más esfuerzo...),los tímidos en expansivos con unas cuantas copas, los pobres en ricos (lo contrario sólo por vocación), etc.Pero lo que no conseguimos cambiar son nuestras aspiraciones profundas que hacen que todos esos cambios aparentes terminen por no satisfacernos.

Luis y Mª Jesús dijo...

Don Enrique ¿por qué no se viene a León a dar clase a nuestros hijos?
¡Qué clase mas divertida y mas formativa!.
Me ha encantado su entrada
Un saludo
María Jesús

Carolina dijo...

Hola¡¡

Soy una chica velenciana de 16 años que lee tu blog cada día y que perfectamente podría ser uno de tus alumnos.Creo que lo único necesario para ser libres es liberarnos de nosotros mismos.Nuestros miedos, nuestros complejos, nuestras dudas...eso es lo que nos hace ser esclavos de nosotros mismos, y el primer paso para ser libres es liberarnos de nosotros mismos.

Saludos

Carol

Enrique Monasterio dijo...

Carol, me he colado en tu blog. Escribes muy bien. Lo que no entiendo es por qué extraños caminos has llegado al mío. Te visitaré de vez en cuando.

Juanan dijo...

¡Que buena entrada!

Ahí va mi definición personal de libertad individual: "la libertad individual es la capacidad del Hombre para comprometerse según su voluntad." De esto se derivan varias cosas: que la libertad sólo puede usarse cuando se plantea una elección, por nimia que sea; que cuando se usa se autodestruye en el sentido de que cierra posibilidades pero se regenera en el sentido de que abre otras... algún día escribiré un ensayito teórico.