viernes, 31 de julio de 2009

Anónimos y seudónimos


Entre los comentaristas de este blog hay un porcentaje de anónimos demasiado elevado.

A mí me da lo mismo, pero me gustaría que los que no queréis revelar vuestra identidad, pongáis al menos un seudónimo, un apelativo, un signo, algo que nos sirva para distinguiros de los demás.

Ahí tenéis, por ejemplo, a yomisma, que es una antigua alumna de Aldeafuente que anda por América; se casó hace algún tiempo y espera ya el 6º niño; o a Pascalle que, en realidad, es una filósofa de reconocido prestigio que enriquece este blog con su presencia...

Hace ya un montón de años vino a charlar conmigo una quinceañera en pleno pavo. Le pregunté su nombre y me dijo que prefería no decirlo. Naturalmente yo respeté su deseo. Sin embargo, como la niña volvió una semana más tarde y otra y otra más, un día le pedí permiso para darle yo mismo un nombre:

-Desde ahora te llamaré "estrella" -le dije-. ¿Te parece bien?

La chica dijo que guay, y nuestras conversaciones se prolongaron durante meses. Claro que en cierta ocasión, "estrella", que era una charlatana imparable, dijo más o menos lo siguiente.

-Ayer, mi madre, que es una plasta, me dijo: mira, Rebeca, si no ordenas tu cuarto ahora mismo, te quedas sin salir...

A partir de ese día mi amiga pasó a llamarse "Rebeca": pero me hice el tonto y seguí llamándola "estrella". En el fondo, ¿qué más da un nombre que otro?

¿Qué es Montesco? -podríamos decir como Julieta en su diálogo con Romeo-. No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora.

Así que, queridos anónimos, me da igual un nombre que otro; pero dadme una pista, por favor.



jueves, 30 de julio de 2009

Envejecer


Cuando escribió que le gustaba envejecer, algunos creyeron que no decía la verdad. Otros pensaron que era una broma, y esperaban que rematase su afirmación con un retruécano o una frase ingeniosa “de las suyas”. También hubo quien se apresuró a tranquilizarle diciendo que “todavía”… Y ese “todavía” se le antojó el colmo del pesimismo.

—Envejecer —nos dijo entonces— es un arte que enseña mil cosas. Yo espero aprender a sustituir mi arrogancia por ternura; a ser escéptico sin perder la sonrisa de la fe, eso que llamamos Esperanza; a callar y a escuchar incluso cuando no oiga ni entienda casi nada; a ser abuelo de muchos, muchos nietos; y a poner cara de bobo —¿por qué no?— si el Señor quiere darme unos gramos del don de Sabiduría.

Aquel cura, que, según sus amigos, se conservaba tan joven, todos los días cuando se disponía a celebrar la Santa Misa, repetía con el corazón las palabras que aprendió a recitar al pie del altar en la liturgia antigua:

Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam
Me acercaré al altar de Dios; al Dios que llena de alegría mi juventud.

miércoles, 29 de julio de 2009

Junto a la iglesia

Terminada la confesión, el anciano se levantó con dificultad del reclinatorio y, acompañado por el sacerdote, que le servía de apoyo, salió a la calle. Antes de subir al taxi, se despidió de él con estas palabras:

—Ahora ya me conoce de verdad: soy sólo basura.

—No pensaba en usted —contestó el confesor—, sino en aquello que escribió Manzoni: “el hombre crece cuando se arrodilla”.




Un día de éstos...,


Ya veréis cómo ocurre cualquier día. Me levantaré de la cama y no entenderé nada de lo que dicen los más jóvenes. Me indignarán sus melenas o sus cabezas peladas; no entraré en sintonía con sus maneras ni con su lenguaje; pensaré que su modo de vestir es ridículo, grosero, zafio o amanerado, según como venga la moda; no sabré reírme con ellos; les diré que no chillen tanto, que no soy sordo, y me sorprenderé a mí mismo hablándoles a gritos o mirándolos con desprecio.

Tal vez diga entonces la consabida frase:

—No sé hasta dónde vamos a llegar.

Cuando eso ocurra, tratadme con afecto, por favor; comunicadme que he terminado mi trabajo en este mundo y que debo ir encargando el ataúd.



martes, 28 de julio de 2009

El silencio y el asombro



Hoy he subido a La Morcuera
Comienzo mi cuarto día en La Acebeda. He dado ya seis clases y he predicado más de tres horas en total, pero nada tan enriquecedor como el silencio.

A solas con Mozart, con los pájaros del jardín y un libro de poemas, doy gracias al Señor porque aún sé admirarme como cuando tenía 15 años de todo lo que oigo y lo que veo. Ese asombro ante la belleza de la Creación y ante la Gracia de Dios, que actúa en las almas, tienen en el silencio la respuesta más adecuada.

Los sacerdotes, es verdad, hablamos mucho, mucho. A veces, demasiado. Pero lo nuestro es escuchar, mirar, aprender…, y callar.

El gran Rilke lo expresó en dos versos:

Calla, de puro oír, de puro asombro,
tú, mi más honda vida.

¡Quién supiera asombrarse cada día, cada minuto; alegrarse con milagro del colirrojo que me visita todas las mañanas, gozar del cambio de la luz de media tarde, que levanta una brisa tan breve como un escalofrío, y aguzar el oído para captar los sonidos lejanos pero nítidos que vienen con el viento al anochecer!

Hoy he distinguido tres o cuatro palabras sueltas. Alguien ha gritado ¡“Antonio”!, y ha añadido algo de una hormigonera.

Así habla Dios también. En la penumbra del confesonario, junto a la monotonía de los pecados, se oye la voz diáfana, siempre nueva del Señor.

Si yo supiera estar atento...


lunes, 27 de julio de 2009

Los lunes, publicidad


Otro
anuncio de Coca-Cola. Es tan bueno que a lo mejor lo puse ya y no me acuerdo.


domingo, 26 de julio de 2009

La corrupción bien entendida empieza por uno mismo





El refrito de este mes recoge buena parte de un artículo que publiqué en "Mundo Cristiano" hace ya muchos años, cuando la palabra "corrupción" salía en las portadas de los periódicos todos los días y en España el hedor de la política empezaba a ser insoportable.

Por aquella época, yo era capellán del colegio "Aldeafuente" y daba algunas clases de Moral en segundo o tercero de bup. Aquellas clases dieron mucho de sí, gracias especialmente a que las alumnas me salieron listas y estudiosas.

Al releer ahora lo que escribí, constato que no hemos mejorado mucho; pero me temo que, al contrario de lo que ocurrió entonces, hoy sí tendré detractores. ¡Relacionar la corrupción con el divorcio; qué barbaridad!

Lo malo del asunto es que el paso de los años y la experiencia pastoral con cientos de personas no me ha hecho cambiar de opinión. Al contrario.



—¿Alguien sabría decirme qué significa corrupción?

Como no estamos en clase de Química, sino de Moral, las alumnas comprenden que no me refiero a fenómenos de descomposición orgánica, sino, probablemente, a ciertas conductas de triste actualidad.

—Es dar dinero para conseguir una cosa…, responde Ana.

—Ya. Por ejemplo, comprar el periódico.

—No. Bueno…, es sobornar; lograr algo sin tener derecho.

—De acuerdo. Y, ¿qué os parece?: ¿podríamos también llamar corruptos a los que se drogan?

—No. Eso es una enfermedad.

—¿Y a un bígamo?

Desconcierto en el aula.

—Me refiero al que tiene dos mujeres.

—A ése habría que darle una medalla —interviene Inés, que le gusta dar la nota.

—En serio —insisto—. ¿Consideraríais corruptos a los mentirosos crónicos, a los adictos al sexo, a los glotones, a los ludópatas…?

—Eso es asunto de cada uno —interviene Leticia—. No podemos entrar en la intimidad de nadie.

Por una vez, todas parecían opinar lo mismo: corromper o corromperse —en activa o en pasiva— equivale a robar. La corrupción, por lo visto, no afecta al ámbito de la vida privada.

Como casi siempre, las alumnas coinciden con la tesis dominante. Y es que, en cuestiones de ética, para saber lo que piensa la mayor parte del personal, basta con preguntárselo al enanito que nos adoctrina tan abnegadamente desde la tele.

En este caso, la tesis oficial parece ser la de elogiar la incoherencia; incluso la esquizofrenia. Lo que se lleva es denunciar con toda energía —al menos teóricamente— los casos de corrupción política, económica, etc., y, al mismo tiempo, pasar por alto o incluso aplaudir el desorden moral en el ámbito privado. No es que exista un razonable temor a sacar a la luz los íntimos trapos sucios del prójimo. Al contrario: esos trapos se airean más que nunca, pero para exhibirlos con orgullo y jalearlos como signos de autenticidad, de independencia de criterio, incluso de progresismo ético.

Hace tiempo leí un artículo en el que se defendía, con verdadera pasión, la inmaculada honradez de un conocido político. Y, para probar su coherencia, su espíritu rebelde e inconformista (eso que se empeñan en calificar como honestidad), el piadoso apólogo relataba con pelos y señales la vida amorosa, turbulenta e irregular, del jerarca en cuestión.

Entendámonos. Dejando de lado otras consideraciones morales, parece claro, por ejemplo, que cada divorcio, cada separación, es, por lo menos, un fracaso. Y un fracaso no común, sino de mucha importancia. Un naufragio matrimonial toca al centro mismo de la persona, y deja una huella profunda y difícil de curar. El sentido del amor, la dignidad de la sexualidad humana, la capacidad de comprometerse, la grandeza de la fidelidad, son valores tan importantes como quebradizos. Cualquier herida los altera. Y nada corrompe tanto y tan íntimamente como su pérdida.

¿Significa eso que los divorciados o separados sean peores personas que los demás? No querría yo dar a entender eso. Pretendo decir nada más que un corrupto tipo estándar, antes de violar el séptimo mandamiento, lo más probable es que haya pisoteado el sexto (¡qué le vamos a hacer: así es la vida!). Y que la corrupción es, en principio, un problema personal antes que social; privado antes que público; íntimo antes que externo. Que, como dice el Evangelio, los frutos podridos suelen proceder de árboles podridos. Con parecida sabiduría, asegura el dicho popular que no se le pueden pedir peras al olmo.

En resumen: que para atajar la corrupción en la vida pública hacen falta leyes, reglamentos, controles y todo lo que ustedes quieran. Pero, antes de elegir a nadie para que custodie la caja de los dineros, sería útil, también, comprobar que se trata de una buena persona.

—¿Entonces, no es posible ser escrupulosamente honesto en la vida pública y, al mismo tiempo, un hedonista impenitente, un lujurioso sin freno o un vanidoso crónico en la intimidad?

—Pues qué quiere usted que le diga, joven. Cosas más raras se han visto, y yo no lo descartaría completamente; pero, por si acaso, no daré mi voto a un individuo así. Y es que la vida privada, en el fondo, es menos privada de lo que parece.












El colirrojo


Llegó ayer a media mañana y desde entonces no ha salido de mi exiguo jardín. Es el único pájaro que cabe en un ámbito tan reducido. Se llama Phoenicurus ochruros, colirrojo tizón para los amigos.

Es pequeño; no creo que sobrepase los 15 centímetros desde la cabeza al extremo de la cola, pero su porte es elegante. De color negro azulado, tiene una cola roja muy vistosa que se agita nerviosamente para llamar la atención.

No es un pájaro raro. Uno puede verlo en muchos lugares diferentes, aunque, al parecer, se encuentra más a gusto en los roquedales y a una cierta altura. Yo nunca lo había tenido tan a mano por tanto tiempo. Ahora mismo, mientras escribo, da la vuelta al ruedo del jardín y gruñe con su áspero reclamo característico.

Lo traigo hoy aquí porque es mi compañero y no tengo nada mejor que contar. Esta mañana, al terminar la clase he regresado a mi zona y estaba esperándome.

Me llama la atención que venga solo porque se trata de un macho adulto y debería tener muy cerca a su cónyuge. ¿Quién sabe?, a lo mejor tienen problemas. Si se queda un día más conmigo le pondré nombre y trataré de fotografiarlo para la posteridad. Y si son tres, inventaré un cuento o un soneto pajarero.

Entre tanto, sigo explicando Teología a veintitantas mujeres, que escuchan atentamente con la esperanza de que termine pronto para poder freírse al sol en la piscina.

sábado, 25 de julio de 2009

¿Héroes o víctimas?

Estoy en "La Acebeda", un centro de convivencias de Miraflores de la Sierra, a media hora de Madrid. Durante los próximos 6 días atenderé un curso de formación en el que participan un buen grupo de mujeres del Opus Dei. Yo ocupo una zona de la casa aislada del resto, con dormitorio, despacho y un pequeño jardín con salida y entrada independiente. No tengo televisión, ni falta que hace. El equipo de música, la radio e internet me mantienen conectado con el mundo.

Acabo de oír las noticias. Ha muerto un bombero más. Creo que ya son 5 los fallecidos en las tareas de extinción de los incendios forestales que azotan la Península. La radio los llama "víctimas". En Norteamérica los llamarían "héroes".

Yo también prefiero llamarlos así. No son conceptos excluyentes desde luego; un héroe puede ser víctima. Pero los héroes se juegan la vida conscientemente por un ideal superior. Su vida es una aventura que, sea cual fuere el final, siempre valdrá la pena.
A los héroes se les admira, a las víctimas se les compadece.

A los héroes, se les rinde homenaje, a las víctimas se las llora.

A los héroes se les pone como ejemplo; a las víctimas se las señala como fruto de algún error lamentable.

Todos hemos soñado con ser héroes, no con ser víctimas. Fomentemos esos sueños. Yo los echo de menos en la gente joven.

¿Quién dijo aquello de que son malos tiempos para la lírica? La lírica está como nunca. La épica es la que falla en esta sociedad hedonista y quejumbrosa.

Hoy, día de Santiago, ofreceré la Misa por esos bomberos que me han devuelto la esperanza.



viernes, 24 de julio de 2009

En el tanatorio


Salgo de uno de los tanatorios de Madrid y allí está él, en la misma puerta, sentado en el bordillo que da a la calle. Es un chaval de once o doce años, alto, vestido con un traje azul oscuro como de persona mayor, con su corbata y todo. Está muy serio y, aunque tiene en las manos uno de esos aparatitos de videojuegos que hipnotizan a cualquiera, se ve que está distraído pensando en otra cosa.

—¿Has salido a tomar el aire?

—Es que mi padre no me deja entrar.

—¿Quién se os ha muerto?

—Mi abuela.

Al chico le cuesta hablar. Parece que está a punto de hacer pucheros. Se pone en pie y le pregunto si quiere que charlemos.

Mientras paseamos, me dice su nombre. Vive muy cerca de mi casa y va a un colegio vecino. Tiene una hermana “muy mayor”, y sus padres están divorciados. Él vive ahora con su padre, pero en septiembre irá otra vez con su madre.

—¿Y tu abuela?

—Es guay, es mi mejor amiga.

Lo ha dicho así, en presente; pero enseguida comprende que está muerta.

—¿Cuántos años tenía?

—No sé, como tú.

Tampoco sabe de qué ha muerto: dice que “de repente”. Le hablo del cielo, y me contesta que “la novia” de su padre le ha dicho que no crea en esas cosas, que lo dicen los curas para comer el coco a los niños y aprovecharse de ellos.

—¿Y tú qué piensas?

—Que es… (aquí suelta un sustantivo calificativo fácilmente imaginable), y que ella sí que se aprovecha de mi padre.

A partir de ese momento, al chaval le sale toda la rabia que lleva dentro. Yo le escucho con pena sin interrumpirle, y terminamos la conversación hablando del cielo, de su abuela, que ahora está más cerca que nunca; de lo mucho que debe a sus padres y de lo que tiene que rezar por ellos.

Me dice que quiere ver a su abuela, que se lo diga a su padre para que le deje. Unos minutos después conseguimos el permiso paterno y entramos los dos juntos.

Frente al cuerpo de la abuela rezamos un responso con toda la familia. A la “novia” del papá se la ve particularmente piadosa.

jueves, 23 de julio de 2009

El edificio invisible


—Nos hemos fijado en usted porque necesitamos un profesional de experiencia capaz de proyectar un edificio muy especial.

El veterano arquitecto se dispuso a tomar nota de las exigencias de sus clientes. Eran tres; tres jóvenes ejecutivos encorbatados, que se quitaban la palabra el uno al otro:

—Necesitamos algo muy discreto, nada llamativo.

—Gris, que sea gris.

—Es más, tan poco relevante que nadie note su presencia.

—Sin gracia, sin signos llamativos, plano…

El arquitecto levantó la vista:

—¿Quieren un edificio transparente?

—Invisible. Sí, esa sería la palabra. Que no llame la atención por nada: ni por su belleza ni por su mal gusto; que nadie lo recuerde jamás. Los que pasen por delante tienen que olvidarlo un minuto más tarde.

—Que no se vea desde las casas cercanas —apostilló otro—. Los vecinos no deben tener vistas al edificio. Podrían acusarnos de bajar el precio de los pisos contiguos y de crear traumas a la población infantil.

—No lo entiendo. ¿Por qué iban a bajar los precios? ¿Qué clase de edificio pretenden que construya?

El ejecutivo más anciano bajó la voz hasta convertirá en un susurro:

—Un tanatorio.

* * *
Ayer estuve allí otra vez y tuve una interesante conversación con un niño de 12 años, pero hoy no tengo tiempo de contarla.

miércoles, 22 de julio de 2009

Publicidad, aunque sea miércoles





Este anuncio me llega de lejos como puede verse, pero no está mal, aunque sea de pepsi.




martes, 21 de julio de 2009

La subsecretaria

La fotografía corresponde a la despedida del Buque Escuela de la Armada.

El acto estuvo presidido por el jefe del Estado Mayor General de la Armada, almirante Jorge Omar Godoy. A su derecha aparece la Subsecretaria de Formación, doctora Sabina Frederic, en representación de la Ministra de Defensa.

No haré comentarios sobre la indumentaria de la Doctora Frederic. Prefiero que los hagáis vosotros con la delicadeza, comprensión y espíritu feminista que caracteriza a los lectores de este blog.


El mosquito


Abrí la ventana de par en par. Mi vecino más cercano era el viejo Serantes, el monte de mi infancia, engalanado por las luces del puerto que se fundían con los últimos harapos rojizos de la puesta del sol. Las sirenas de los barcos sonaban como una música lejana, adormecedora y llena de recuerdos.

Sólo tardé unos segundos en conciliar el sueño.

Me desperté bruscamente. El silbo criminal de un mosquito rondaba mi oreja derecha. Me abofeteé con energía pero fue inútil: a los pocos segundos regresaba el siseo amenazador siempre en la misma oreja.

No me vengáis ahora con historias: ya sé que hay unos aparatos maravillosos que se enchufan en la pared y espantan a los invasores, pero yo no tenía a mano ninguno y no estaba dispuesto a cerrar la ventana y contaminar la atmósfera de la habitación con la pestilente fragancia del insecticida aromatizado.

El mosquito me dijo al oído:

—Si quieres oír el canto de las sirenas y gozar de la brisa del Cantábrico, tendrás que soportarme toda la noche. Te silbaré en la oreja y de pronto callaré para que creas que me he posado y que te estoy chupando la sangre. Si enciendes la luz será peor: llamaré a mis hermanos para que participen en el banquete. Más vale que me soportes un poco.

—¿Cómo te llamas, amigo?

—Mi nombre es Kloster y estoy aquí para recordarte que en este mundo todo es bueno pero nada es perfecto. Cuando crees encontrar el paraíso, aparezco yo para que comprendas que aún no has llegado a la meta. Te contaré un secreto: cuando Dios expulsó del Edén a vuestros primeros padres, en realidad creó una plaga de mosquitos para que salieran huyendo.

Fingí que dormía para engañar a mi agresor. Encendí la luz, y allí estaba, clavado en la pared. Le di un toallazo enérgico y falleció instantáneamente. Descanse en paz.

Me dormí considerando que en el Cielo no hay mosquitos.

lunes, 20 de julio de 2009

Viento del sur en el Cantábrico



Escribo
desde Gaztelueta, mi colegio de siempre, el chalet en el que vivo cuando me acerco a Bilbao.

Las clases terminaron hace tiempo, por supuesto, pero esto sigue lleno de chavales y de recuerdos. Hay un curso de inglés y alguna otra actividad cultural o deportiva cuyo contenido no he investigado aún.

Ayer vino hacia mí a galope tendido un chico de 16 ó 17 años:

—¿Es usted profesor…?

—No, lo siento. Soy alumno.

—¿?

—Sí, desde 1952.

Inmediatamente aparecieron tres o cuatro más.

—Usted es don Enrique, a que sí.

A los tres les parecía muy guay que fuese yo, y trataron de invitarme a una tertulia por la noche para “contarles cosas”.

—¿Y de qué queréis que os hable?

—De lo que quiera: de Gaztelueta, de San Josemaría, de pájaros, del belén…

Aunque cualquiera diría que han estudiado mi curriculum, logré evitar el compromiso, y ya en mi habitación me quedé un largo rato asomado a la ventana jugando con la memoria y la añoranza.

No escribiré nada más. Hoy tendremos viento sur, seco y caluroso. El mar aparecerá nítido y limpio hasta la misma línea del horizonte.

domingo, 19 de julio de 2009

El peso de las alas



La felicité en su cumpleaños, pero no parecía muy contenta.

—Son ya muchos —me dijo—. ¡Treinta!

Y sonrió de medio lado como si se lo creyera.

—La vida a mi edad pesa mucho —insistió—. Ya no aguanto la marcha; me estoy haciendo vieja.

No recuerdo lo que le dije, pero debería haberle respondido algo semejante a esto:

—La vida pesa cuando está vacía. Llénala de proyectos, proponte una meta alta y échatela sobre los hombros. Verás cómo deja de pesar. Cuanto más cargada vayas, más alto podrás volar. No llevarás un fardo inerte; te estarás fabricando unas alas, y las alas sólo pesan cuando se llevan a rastras.


sábado, 18 de julio de 2009

Vanidades


Enciendo el ordenador, abro el blog y decido releer algunas viejas entradas que yo mismo escribí hace no tanto. Me aplaudo quince o veinte veces; me pongo colorado tres o cuatro, y contemplo fascinado mi propio ombligo. Reconozco que los comentaristas más aduladores tienen toda la razón, y me siento feliz de haberme conocido.

Van pasando los minutos, incluso —horror— las horas, y comprendo que debería escribir algo, un post diferente; pero no se me ocurre nada. Me encuentro en el desierto literario más inhóspito.

Kloster, que siempre me echa una mano, llega instantáneamente.

—¿Recuerdas a Graógraman? —pregunta—.

—¿A quién?

—Sí, hombre, aquel león de “la historia interminable” que vivía siempre en el desierto y no lograba salir de él.

“¿Siempre estás solo? —le preguntó Bastián, el protagonista de la historia—. Mi reino es el desierto —respondió el león— y el desierto es también mi obra. Adonde quiera que vaya, todo se convierte en desierto a mi alrededor. Lo llevo conmigo. Soy de un fuego destructor. ¿Cómo podría tener otro destino que una perpetua soledad?”

Cuando Kloster se pone metafórico, resulta insoportable.

—¿Se puede saber de qué estás hablando?

—Hablo de la vanidad. Cuando te dejas llevar por ella, a tu alrededor sólo habrá desierto, un desierto de colores, como el de Graógraman, pero estéril.

—¿Y qué puedo hacer?

—Cuenta la historia que, cuando el león dormía, entonces sí: a su alrededor renacía Perelín, la selva nocturna, una jungla fantástica hecha de luz viva.

—No recuerdo ese cuento.

—No lo olvides, colega: sólo si tu vanidad duerme volverá a florecer tu imaginación y servirá para algo. Mientras tanto…




viernes, 17 de julio de 2009

Palabras-bomba


Estaba muy enfadado y comenzó a contarme el porqué.

Hablaba casi a gritos e insultaba a todos, amigos y enemigos. No me atreví a interrumpirle; pero me confirmé en la idea de que, para conocer a alguien, no es necesario saber lo que opina la gente sobre él; basta con saber lo que opina él de la gente.



Cerramos la encuesta


Se cierra la encuesta sobre las encíclicas de Benedicto XVI y los resultados se me antojan sorprendentes.

Al parecer, más de la mitad de los lectores del blog han leído, al menos, una de las tres encíclicas. En concreto, el 29 por ciento ha leído dos; el 9 por ciento, las tres, y el 17 por ciento, una.

Si consideramos que, cuando puse la encuesta casi nadie había tenido tiempo material de leer la última (sólo Obama, en el vuelo Roma-Ghana y eso porque es la mar de listo), hay que concluir que los librepensadores de mi barrio están muy por encima de la media.

Únicamente el 19 por ciento de los encuestados reconoce no haber leído ninguna, y un 21 por ciento dice haber consultado resúmenes.

Buen nivel, sí señor. Ya podemos irnos de vacaciones con la conciencia tranquila.

Kloster me sugiere que haga una encuesta semejante con los tres libros de Stieg Larsson, pero, francamente, prefiero no tentar a la suerte.

GPS

María José me envía este vídeo. Tiene gracia el colega. Y como yo también tengo un GPS, procuraré utilizarlo como él lo hace, sin perder de vista a Dios, que es quien nos guía en este camino complicado de la vida, cuando vamos con decisión hacia la meta.




jueves, 16 de julio de 2009

Nuestra Señora del Carmen

Mari Carmen


Carmen,

Carmela,

Carmina,

Mamen,

Menchu,

Karmentxu,

Carmelo

Kamen,

Maica,

Macamen,

Mamenchu...

Muchas felicidades



Olvidarte será fácil


Nadie discute ya que Pasión Vega es una de las tres o cuatro voces más poderosas y templadas de la música española. El año pasado oí por primera vez esta canción, que me presto Pascalle, mientras viajaba en coche de Bilbao a Madrid. Me gustó tanto que la fui repitiendo y repitiendo hasta aprenderme de memoria la letra y la música.

Es un sencillo poema de amor, que habla de Dios desde el primero al último verso; un Dios imposible de olvidar, aunque a veces no le entendamos.

Esta mañana Pedro me ha enviado este video: "es una pena que no tenga más imágenes", me dice; pero a mí me gusta así. Esos dos corazones azules y hasta el nombre de la cantante incluyen una dedicatoria.

Una persona amiga la entenderá.





miércoles, 15 de julio de 2009

Encuentros de verano


Hasta
hace unos días eran alumnas de bachillerato. Ahora tienen 17 años y acaban de aprobar la selectividad. Van juntas por la acera de la calle Lagasca y hablan las dos a la vez sin dejar de reírse ni un solo instante. Yo estoy aparcando el coche y pasan a mi lado. Me dirijo desde la ventanilla a la que tengo más cerca:

—Hola, Patricia…

La presunta Patricia, que desde luego no se llama así, da un bote sobre el terreno.

—¡Qué susto! ¡Don Enrique!

Salgo del coche. Su acompañante —la llamaremos Cristina— sonríe vagamente y empieza a maniobrar con el vestido. La verdad es que la mini que lleva es tan mini, tan mini, tan airosa y ventilada, que la pobre chica se encuentra incómoda en presencia del cura de su cole.

Les pregunto por las notas, por lo que van a hacer en septiembre y cosas así. Se ha levantado una ligera brisa que perturba aún más a la niña en cuestión. Yo procuro fingir que no me entero y les recomiendo un par de libros para el verano. Entre tanto, Cristina estira y estira la falda sin el menor éxito. Al fin, decido afrontar el tema:

—No te esfuerces, Cristina. La falda no es de goma y si la rompes, el espectáculo será peor. Además llevas el vestido adecuado para que nadie se fije en esos ojos azules tan bonitos que tienes. Y es una pena.

Patricia se ríe. Cristina ni siquiera se pone colorada.





Sí, yo creo que se parece un poco

martes, 14 de julio de 2009

El taco como analgésico


Con la llegada del verano los periódicos mejoran considerablemente. Tal vez sea por el celo profesional de los becarios que ocupan las redacciones o quizá porque los políticos se van de vacaciones y nos dejan en paz. El caso es que en los meses de julio y agosto, da gusto leer la prensa: hay magníficos reportajes sobre la migración de la "grulla damisela", artículos de fondo sobre el deshielo del Ártico y montones de estudios científicos de notable interés, que habitualmente sólo encuentran cabida en las revistas especializadas.

Ayer precisamente, en la sección de "Medicina y Sanidad" de un prestigioso diario nacional, podía leerse la siguiente información que todos deberían conocer y meditar. (Las notas a pie de página son del famoso psicólogo Heinz Kloster, naturalmente).

Decir palabrotas reduce el dolor que sentimos cuando nos caemos o nos golpeamos, según una investigación realizada por la Universidad de Keele (Reino Unido). (1)

El estudio, que publica hoy la revista "NeuroReport", concluye que emplear los términos malsonantes del lenguaje alarga en un 50% (2) el tiempo que podemos soportar el dolor. El director de la investigación fue el profesor de Psicología de esta Universidad Richard Stephens, quien explica que tuvo la idea de estudiar esta conexión cuando accidentalmente se golpeó un dedo con un martillo al construir un cobertizo. (3)

Stephens pidió a 64 estudiantes voluntarios que metieran una de sus manos en una cuba con agua helada y que resistieran lo más posible mientras repetían una misma palabrota de su elección. (4) Después, les pidió que repitieran el experimento, pero esta vez utilizando una palabra común con la que describirían una mesa. El resultado fue que los estudiantes resistían una media de 2 minutos cuando empleaban términos ofensivos, indecentes o groseros, y una media de un minuto y quince segundos cuando no lo hacían. (5)

El estudio admite que no queda claro el cómo o el porqué de la existencia de este vínculo, pero sugiere que el efecto de reducción de la sensación de dolor tiene que ver con que las palabras gruesas desatan lo que denominan "la reacción natural lucha-huida"(6). Stephens explica que el corazón se nos acelera cuando utilizamos un vocabulario malsonante, lo mismo que ocurre cuando nos encontramos en una situación de debilidad o de miedo y tratamos de reducir la sensación de amenaza para hacerle frente. Esta sería la razón por la que a lo largo de los siglos se ha creado en todos los idiomas un lenguaje paralelo de palabrotas, hasta completar diccionarios casi tan extensos los oficiales. El estudio de la Universidad de Keele también hace un ejercicio de pedagogía y advierte de que es importante no malgastar munición: "quien quiera utilizar este efecto de reducción del dolor en su beneficio debe limitar el uso de este lenguaje en el día a día". "Decir palabrotas es un lenguaje emocional, pero si se emplea exceso se pierde su vínculo emocional", concluye.(7)

_______________________
(1) Ya iba siendo hora de que las universidades europeas centrasen sus estudios en cuestiones realmente importantes, de hondo calado social. Las facultades de Psicología y Filología hispánica podrían organizar cursos de verano en el Escorial sobre este delicado tema interdisciplinar.

(2) Eso del 50% suena muy científico. Igualito que mi champú, que, según la etiqueta, protege de la seborrea un 65% más que los champús convencionales. Nada como el lenguaje matemático para decir majaderías impunemente.

(3) Actitud heroica la del doctor Stephens. Cualquier otro en su lugar habría pedido la baja por traumatismo digital agudo. Él, en cambio, pensó inmediatamente en la trascendencia científica del martillazo y se puso manos a la obra. O sea, como Newton, que gracias a un manzanazo creó la ley de la gravitación universal.

(4) Lástima que el experimento se realizara en el Reino Unido y en inglés. En España los científicos podrían haber sacado muchas más conclusiones, ya que la riqueza imprecatoria del castellano es infinitamente superior a la británica y, en consecuencia, se podría hacer definido qué tipo de tacos o palabrotas resultan más eficaces como analgésico.

(5) Hay que reprochar al doctor Stephens su actitud sesgadamente laicista. Hay un 3% de estudiantes británicos que, cuando se golpean el dedo con un martillo, dicen una diversas jaculatorias según su credo religioso. ¿Por qué no se investiga los efectos terapéuticos de esta saludable aunque minoritaria costumbre?

(6) ¡Precioso!: la “reacción lucha-huida” es una expresión suficientemente confusa como para rematar gloriosamente cualquier estudio científico.

(7) En efecto. Yo mismo lo escribí hace años: el taco oportuno es lírica pura; el taco superfluo es sólo mugre para tartamudos mentales.

Cogitaciones acaloradas



Don Antonio, ilustre sevillano, nunca se queja del calor. Hoy sin embargo le he visto flaquear ante el bochorno inmisericorde que padecemos en Madrid.

-Enhorabuena -me dice-.

-¿Por qué?

-Hay una buena noticia: la temperatura va a bajar.

-¿Cómo lo sabes?

-Es imposible que suba más.

Le recordé el principio fundamental de la ley de Murphy: no hay situación tan desesperada que no sea susceptible de empeorar.


lunes, 13 de julio de 2009

San Enrique



Hoy es San Enrique, soberano de Alemania, el único emperador canonizado por la Iglesia. Fue educado por San Wolfgang y casó con Cunegunda, que a pesar del nombrecito también era santa.

Muchas felicidades a todos los Enriques y Enriquetas. Yo me doy por felicitado a pesar de que en mi tierra siempre hemos celebrado más los cumpleaños que los santos. Hay que tener en cuenta que los vascos fuimos los últimos evangelizados de Iberia y todavía somos algo más paganos que los demás.

Creo que hoy no pondré una línea más. En Madrid hemos superado los 38 grados. Demasiado para un esquimal como yo.



domingo, 12 de julio de 2009

En diagonal


El Presidente Obama aseguró que leería la última encíclica del Papa durante el vuelo Roma-Ghana.

No me ha sorprendido la majadería. Lo que me asombra es no oír el eco de las carcajadas.

No, señor Presidente. Algunas cosas no pueden leerse en diagonal. Kloster, que es sólo un poco menos listo, lleva 4 días con la encíclica y, cuando termine, volverá a empezar para meditarla despacio.


Retiro en Besana


Escribo desde la Capellanía de "Besana", un colegio del barrio popular de "Pueblo Nuevo" con más de cuarenta años de historia, nacido en la periferia de Madrid por iniciativa de San Josemaría Escrivá.

Sólo he venido a Besana en dos ocasiones, y las dos para predicar un retiro en pleno verano. Hoy, como la primera vez, la capilla del Colegio estaba abarrotada de mujeres y de abanicos.

He predicado ya la primera meditación y no he dejado de pensar mientras hablaba que todo esto es un milagro: la existencia de Besana y las 60 ó 70 mujeres de todas las edades que "desperdician" la mañana de un domingo caluroso de julio para hablar con Dios y escuchar a un sacerdote.

Tenía que haber hablado de "vida sobrenatural", pero me he liado... Me he ido por las ramas del hayedo de la Tejera negra y por los abetales del pirineo navarro, para concluir que es preciso aprender a contemplar la belleza y mirar al mundo y a las personas que nos rodean con la mirada de Dios.

Mientras tanto los abanicos parecían pájaros a punto de emprender el vuelo.

Termino. Son casi las 11 y debo comenzar la segunda meditación.


Leer, también en verano



—¿Qué puedo leer este verano?

No soy amigo de recomendar libros, salvo los de lectura espiritual. Uno es mal crítico literario y tiende a hablar con entusiasmo de lo que han escrito sus amigos y también de las novelas, poemarios, ensayos o biografías con las que he sintonizado sin saber muy bien por qué. Por eso, cuando me piden consejo sobre lecturas, suelo responder con una pregunta:

—¿Qué libros te han gustado últimamente?

Y según cuál sea la respuesta procuro recomendar algo parecido a ser posible elevando un poco el listón de la calidad.

Hoy haré una excepción. Esto es lo que he recomendado a una amiga de 25 o 40 años, o sea, una chiquilla, buena profesional y llena de inquietudes:

—¿Este verano? Una vida de Jesucristo que te enseñe a entender el evangelio; que esté escrita con rigor y con pasión; que mueva a la piedad y que conmueva. Por ejemplo, la de Francisco Fernández Carvajal, que editó “Palabra”, la de Pedro Antonio Urbina, editada por Rialp, o la de Martín Descalzo, que es, a mi juicio, una obra maestra. Es la más larga de y fue editada por “Sígueme”. Además podrías leer una encíclica de Benedicto XVI. Te recomiendo la Spe Salvi, que es probablemente la más personal y también la más sencilla…

—¿Y una buena novela?

—Eso ya es más complicado. Prueba a ver con las de María Gudín: “la reina sin nombre” y la que acaba de editar, “Hijos de un rey godo”. Son novelas históricas que recrean con rigor y buen pulso una época poco conocida de la historia de España. Creo que son de Ediciones B.
… … …

Y si alguien tiene otras sugerencias, las espero en forma de comentarios. Yo también necesito leer algo que no sea un best-seller este verano.

sábado, 11 de julio de 2009

San Fermín

Me ha mandado un e-mail el propio San Fermín para decirme que está un poco molesto por el comentario sobre los encierros que puse hace unos días en el blog.

Le he contestado que no tengo nada contra su fiesta, a pesar de los pesares. Y como desagravio, le he enviado esta jota:




Por cierto, dentro de un rato bautizaré a Carmen la hija de Bernardo, que es visitante y comentarista asiduo del blog. Hasta ahora sólo he visto una foto y es tan guapa como su madre.


viernes, 10 de julio de 2009

Nueva encuesta

Como se ve, acabo de poner otra encuesta en la columna de la izquierda. Pido sinceridad.

¡Caray, ya han entrado tres votos!







El viejo del pitillo


Tiene 94 años. A juzgar por las fotos, sigue fumando, a no ser que el pitillo con el que siempre se retrata sea tan falso como algunos pasajes de su tenebrosa biografía. Nunca ha sido santo de mi devoción. Es más, cuando aparece su imagen procuro apartar la vista; pero hoy, al verla de nuevo en un diario digital, pienso que tal vez Dios nuestro Señor le ha concedido una vida larga para que tenga tiempo de hacer balance, de pedir perdón, de rectificar.

Lo malo es que no le dejan: todavía le entrevistan, le hacen homenajes, le jalean sus desatinos seniles. Por eso ha dicho en una radio que “el Papa en su última encíclica copia a Marx” y que es un “demagogo”. ¡Qué bien se lo pasaba la joven entrevistadora oyendo las estupideces del anciano!

Dejadle descansar. Pobre viejo.



Los límites de la fiesta



¿Es razonable que exista un deporte, espectáculo, fiesta o competición en el que, al final, la noticia más importante —la única en realidad— sea el número de heridos o de muertos?

Sí, hablo de San Fermín y sus encierros.



jueves, 9 de julio de 2009

La muerte de un vencejo

No es éste, pero podría serlo

En plena calle Serrano, entre zanjas, grúas, martillos neumáticos y polvo, junto a la librería Troas, apareció Carmen con su hija Ana de 8 años. La niña llevaba en la mano un pájaro negro herido, y, como mis aficiones ornitológicas son ya de dominio público, me interpelaron en busca de un remedio.

—¿Qué le ha pasado?

—Se ha dado un golpe contra el cristal de un escaparate.

Ana me miró compungida:

—No puede volar. ¿Se va a morir?

Y para que comprobara la gravedad de la lesión, dejó el pájaro en el suelo. El animal se agitaba con movimientos velocísimos y movía las alas, pero nada…

—¿Qué le pasa?

—Le pasa que es un vencejo precioso, y los vencejos tienen unas patitas muy cortas y unas alas muy largas. Por eso nunca se posan en tierra. Si lo hicieran, no podrían despegar. Ellos se cuelgan en paredes verticales, en las fachadas de las casas y sitios así. Luego, se dejan caer y salen volando. ¿Comprobamos si funciona?

Agarré el pájaro del suelo con mucho cuidado. Algo me hizo pensar que la demostración no tendría éxito aunque aparentemente no tenía ninguna herida. Levanté el brazo a la altura de mi cabeza, abrí la mano y el vencejo salió volando como una flecha ante el asombro de la niña.

—¡Andaaa…!

El viaje duró poco. Unos metros más adelante cayó en picado como una piedra en medio de las zanjas municipales.

—¿Se ha muerto? ¿Qué hacemos ahora?

—Lavarnos las manos.

Carmen y la niña entraron en una cafetería en busca de un lavabo y yo en la librería Troas para ver si tenían ya la encíclica del Papa. Me dijeron que aún no, que mañana.

Si no hiciese tanto calor tal vez sacaría una moraleja de esta extraña parábola veraniega sobre la muerte de un viajante; pero ya os dije que no esperéis nada de mí hasta septiembre.


miércoles, 8 de julio de 2009

Los zapatos expuestos

Estaban así, como aparecen en la fotografía que yo mismo tomé ayer nada más regresar de Riaza. Más que abandonados, parecían expuestos al público que pasaba por la acera, a pocos metros del portal de mi casa. Me acerqué a ellos con cierto temor y los observé detenidamente. No eran zapatos-bomba ni zapatófonos de espía, ni ocultaban una videocámara para grabar mis movimientos. Estaban usados, desde luego, pero no viejos ni inservibles. Los cordones aparecían limpios y las suelas tenían pocos kilómetros en su haber.

Eran pequeños como los zapatos de cristal de Cenicienta. De mujer, desde luego, y habían recibido recientemente un cepillado y algo más.

—No durarán mucho —me dijo Kloster—. La crisis no permite estos despilfarros. Ya verás cómo se los lleva alguien antes de un minuto.

Lo miré con lástima:

—Amigo Kloster; no comprendes nada. Detrás de estos zapatos hay una historia; quizá de amor. Lo importante es saber qué pretendía decirnos la chica que colocó aquí estos zapatos; y por qué lloraba.

—¿Y quién te ha dicho que lloraba?

—Claro que, a lo mejor, se trata de una pista, de una prueba fundamental para el esclarecimiento de un crimen. Deberíamos entregarlos a la policía.

—Me parece que el calor te está alterando las meninges, querido colega. Necesitas una ducha fría.

—No sé. Tal vez es sólo una metáfora, una parábola urbana, un mensaje que alguien me envía, un poema perdido… ¿No comprendes?

Después de la ducha me encontré mucho mejor.

martes, 7 de julio de 2009

Ronaldo, Jackson y el Hayedo


Cuando vuelva en octubre, el hayedo tendrá estos colores
Al regresar del Hayedo de la Tejera Negra, comienza a atardecer sobre la montaña. Yo apenas he tenido tiempo de disfrutar del espectáculo y sólo he visto un par de aves interesantes. Hace frío; sí, frío auténtico, y la humedad del bosque se me ha incrustado en los huesos.

Ya en casa, pongo la tele y veo a Cristiano Ronaldo vestido de blanco con ochenta mil amigos vociferantes en el Estadio Bernabeu. En “Antena 3”, lo mismo. Y también en “Intereconomía”, en “teledeporte”, en “Telecinco”, en “Veo…” Seguro que cuando venga el Papa el próximo verano habrá una cobertura mediática semejante.

Los de "La sexta" no están. Ésos van a lo suyo: en dos minutos, insultan a un cardenal, sueltan tres irreverencias y escupen una blasfemia entre las risotadas de un público dócil. Por fin en “la Uno” cambian de tema: anuncian para mañana el “funeral” de Michael Jackson. Lo pongo entre comillas, porque el diccionario y yo entendemos que un funeral es otra cosa. Dicen que será el programa de televisión más visto de la historia; por delante, incluso, de la ceremonia que inauguró la Olimpiada en Pekín.

Apago la tele y trato de hacer examen de conciencia con poco éxito. Doy gracias a Dios por el milagro verde del bosque, por la belleza del paisaje y por la melodía que improvisó la brisa en lo alto de las hayas con el contrapunto del canto de un pájaro. También por el silencio.

Estoy solo en un pequeño oratorio que linda con mi habitación. Dentro de unos minutos predicaré la última meditación de la Convivencia sobre la Santísima Virgen. Mientras me preparo, caigo en la cuenta de que hoy es San Fermín. Me alegro por los pamploneses.

Volveré a Madrid con pocas ganas de asfalto. Además he perdido la tarjeta del parquímetro.




lunes, 6 de julio de 2009

Lunes sin publicidad

Hay quien prefiere la playa. No lo entiendo

En verano la publicidad se hunde, los periódicos adelgazan y la red se queda vacía: las webs navegan sin dueño ni visitantes. Yo soy el blog que clama en el desierto.

Con la llegada del mes de julio, doy por concluida la sección fija publicitaria, y quizá algo más.

Hoy visitaré el hayedo de la Tejera Negra, que está esplendoroso como nunca, y mañana volveré a Madrid. Seguiré escribiendo, pero no esperéis gran cosa de mí mientras dure la canícula.




domingo, 5 de julio de 2009

El carpintero (Domingo XIV)

Jesús recibió muchos títulos a lo largo de su vida: lo llamaron “Rey de los judíos”, “Hijo de Dios”, “Maestro”, "Cristo", "Mesías"… Él prefería hablar de sí mismo como "hijo de hombre” aludiendo a una vieja profecía del libro de Daniel; pero, cuando regresó su pueblo, alguien lo miró con desprecio y trató de ponerlo en su sitio:

—¿No es ése el carpintero, el hijo de María…? Amigo, no presumas de sabio. Por ahí fuera puedes dártelas de persona importante y hacer milagros, pero aquí sabemos quién eres. Cuando mueras, nos encantará contar que fuiste una gloria del pueblo, que triunfaste en todo Israel, que te llamaban Rabbí. No te apures, pondremos tu nombre a una calle o incluso a la plaza mayor; haremos folletos para el turismo; pero mientras tanto, no eres nadie, ¿me entiendes? El carpintero y gracias.

A Jesús le gustó que le recordaran su oficio, el que ejerció durante años, primero como aprendiz de José y luego como maestro; pero no pudo hacer ningún milagro en su tierra, porque a los aldeanos de Nazaret les faltaba fe. Creían conocer a Jesús, y sólo fueron capaces de ver a un carpintero.

—A un profeta sólo lo desprecian en su propia tierra.

Quizá nosotros nos parecemos algo a aquellos palurdos de Nazaret. También sabemos mucho sobre Jesús; todas sus palabras nos suenan a conocidas; la Iglesia es nuestra familia. Recitamos docenas de oraciones de memoria. Hemos repasado cien veces cada uno de sus milagros, cada gesto del Señor. Ya no nos emociona verlo resucitar muertos ni aplacar tempestades. Sus palabras, ¡ay de mí!, en ocasiones incluso nos hacen bostezar.

Hoy, domingo, pido al Señor que venga “desde lejos” como si fuera la primera vez; que me borre de la memoria todo lo que creo saber sobre Él; que me conmueva con la fuerza de sus palabras recién estrenadas; que me incendie el alma; que me arrastre sin contemplaciones; que cure mis heridas, que son tantas; que nos enseñe -a todos- a ver en sus manos de carpintero las manos poderosas de Dios.

sábado, 4 de julio de 2009

Paseo por Riaza

Ganga común en una foto nada común

Con los prismáticos al cuello, por si algún pájaro se pone a tiro y una pequeña cámara de fotos, he salido a pasear por el pueblo y sus alrededores como todas las tardes.

En la papelería-librería-chuchería compro un mapa topográfico de Riaza y otro de Madriguera y su comarca. El tendero no tiene prisa y me enseña montones de productos que me pueden interesar, según él.

En la farmacia, aún recuerdan que hace veinte días compré un medicamento y me preguntan si me fue bien. Les digo que sí, que muchas gracias.

En la droguería, mi amiga Tini trata de venderme unos zapatos del 46, “porque usted gasta el mismo número que mi hijo”. A Tini la conocí hace más de veinticinco años, cuando trabajaba en el Albergue de Valdelafuente, y era una chavala. O sea, como ahora.

Junto al restaurante La Taurina, vienen a mi encuentro Maribel y…, ¿cómo se llama la otra? Son dos crías de nueve o diez años que han montado una tienda sobre una mesa de bar, en medio de la plaza. Venden pulseras de colores que fabrican con cuentas de plástico coloreado y alguna que otra chuchería. La tienda tiene un nombre que ellas mismas han escrito con un rotulador rojo: “las artesanitas”.

—¿Y pagáis impuestos al ayuntamiento?

Maribel se ríe a carcajadas.

—¿Y esta pulsera cuánto vale?

—Cincuenta céntimos…

—¿Con IVA?

Al fin logran venderme por un euro una pulsera “que es de chico y se lleva mucho”. Luego me quitan los prismáticos, "que molan mogollón, para mirar por los agujeros" y me piden que les saque una fotografía.

—Ni hablar —les digo—. Me tienen que dar permiso vuestros padres.

En la iglesia está Antonio, el párroco, que se prepara para celebrar la Santa Misa. Me cuenta todo lo que he hecho estos días. En Riaza, un cura grande y con prismáticos no pasa inadvertido.

Al fin veo un pájaro insólito: en un secarral cerca del pueblo, se levanta veloz del mismo camino lo que a primera vista parece una “ganga común”, ave desertícola y esteparia que, francamente, uno no espera ver por esta zona. Lo más probable es que mis amigos ornitólogos no me crean. Lo entiendo: a lo mejor ha sido una alucinación.

Regreso al Albergue y me pongo frente al ordenador. La verdad, no sé qué contar.


viernes, 3 de julio de 2009

El descanso de Kloster


Según
Kloster nada cansa tanto como el empeño por descansar a toda costa.

Me temo que tiene razón. Conozco gente que padece esa obsesión y lo pasan fatal los pobres.



Descansar


—Procure descansar, don Enrique.

Eso me dicen. Y, a continuación, me organizan el verano para que no me tome muy en serio esos buenos deseos.

Sin embargo creo que es posible compatibilizarlo todo. En el fondo no es tan difícil trabajar un poco y descansar de lo que realmente cansa. Yo, al menos, espero descansar

—del Ayuntamiento, de sus zanjas, y del estrépito de los martillos neumáticos que ya han trepanado bastante mis urbanos tímpanos.

—De las broncas radiofónicas y televisivas. Por favor, señores con­tertulios, tómense unas largas y reparadoras vacaciones; olvídense de interrumpirse los unos a los otros con el ingenio que les caracteriza; renuncien por unos meses a agitar las madrugadas de los automovilistas solitarios. En todo caso, aunque sigan ahí, conmigo no cuenten: yo descanso.

—De los democráticos insultos que se propinan los políticos; de las invecti­vas contra los árbitros, contra el gobierno o contra la oposición; contra los futbolistas del equipo contrario o del propio. Si alguna vez he insultado a alguien, aunque sea en voz baja, hago ahora el propósito de no volverlo a hacer. Más que nada porque cansa una barbaridad.

—De las disputas sobre meras palabras. Ya se lo dijo San Pablo a Ti­moteo: “no sirven para nada, y son catastróficas para los oyentes”.

—De la revistas y de los programas del corazón y otras vísceras. Es cierto que en verano suelen estar más activos que nunca y hacen su agosto en agosto explotando la estupidez estival. Pero hay que defenderse: si es nece­sario, tiremos la tele al mar para descansar un poco. Puede ser un buen pretexto el apagón analógico que nos anuncian.

—De los atascos y del tráfico; del lenguaje de los bocinazos que ponen incandescente mi vieja y entrañable úlcera de duodeno.

—Pero, sobre todo, procuraré descansar de lo que más agota: de la soberbia, la envidia, la codicia, la lujuria…, es decir, de los siete pecados capitales y de la reata de pecados provinciales que uno, por desgracia, va acumulando con los años. El ego­ísmo, que los resume todos, puede fatigar hasta la extenuación.

Gracias a Dios, el remedio está al alcance de cualquier fortuna: el Sacramento de la Penitencia. Una confesión personal, sincera, serena y profunda, puede ser tan sa­ludable como el primer baño del verano. No hay mejor forma de ponerse a tono, de preparar el alma para descubrir que lo que realmente descansa no es la huida del tra­bajo, ni las caravanas hacia la costa, ni el tostadero de la playa, ni las siestas eternas, sino el cariño de la familia, el encuentro con los amigos, el diálogo con Dios y la ge­nerosidad con todos.

Jesús nos lo explicó muy bien en el Evangelio: “venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros, y encontraréis descanso para vuestras almas”.

¿Y vosotros?, ¿de qué pensáis descansar?





jueves, 2 de julio de 2009

DIOS DIOS DIOS



Hace unos días el diario ABC traía a la portada una insólita noticia. No es corriente que los periódicos hablen en primera página de poetas y poemas; pero, en esta ocasión destacaba que se ha descubierto en Puerto Rico un poema inédito de Juan Ramón Jiménez que estaba destinado a concluir su "Dios deseado y deseante". Al leerlo pensé copiarlo y comentarlo en el blog, pero me acordé enseguida de que tengo un amigo poeta. Y esperé: estaba seguro de que Enrique García-Máiquez diría algo. Esto es lo que escribió en el Diario de Sevilla.



"El domingo pasado fue el mundo al revés. Las portadas de los periódicos, contra lo acostumbrado, me consolaban de mi intimidad, que ha sido siempre mi cumplido consuelo. En la del Diario de Cádiz se recogía que los andaluces rechazan la nueva ley del aborto. ¿Será posible que los políticos aprueben una ley que el pueblo soberano repudia? La pregunta es retórica: es posible, pero la responsabilidad ya no cae en una mayoría silenciosa y, por tanto, aquiescente, sino en unos políticos empeñados no se sabe por qué demonios.

La segunda portada del domingo fue la del ABC. En ella, una foto de Juan Ramón Jiménez. Se ha encontrado en Puerto Rico un poema manuscrito suyo. Que los poetas salten a la primera plana de los periódicos, y no por un premio o una defunción, sino por un poema, oh, es una noticia excelente.

Como contra el aborto he hablado mucho, y hablaré más y como la poesía son palabras para cuando no hay palabras, centrémonos hoy en el poema. Según Rosa Bejarano y Joaquín Llansó, autores del hallazgo y de la edición crítica de Dios deseado y deseante, estaba destinado a cerrar la obra de JRJ.

Dice así: “Partimos de Dios/ en busca de Dios,/ sin saber qué buscamos.// El dios con minúscula,/ el dios bajo cielo,/ el cielo que es mar,/ sobre aire que es cielo,/ ¡entre aire y marcielo,/ y que es pleamar, y que es pleacielo!// El dios deseante,/ el dios deseado,/ —¡el dios deseado y deseante!—/ me trae este Dios,/ un dios Dios tan DIOS/ ¡un dios: DIOS, DIOS, DIOS!/ … que al cabo de todos los cabos,/ que al borde de todos los bordes/ un día encontramos.// Cada vez más suelto, y más desasido;/ cada vez más libre, más ¡y más! ¡y más!/ a una libertad de puertas de Dios./ Y entonces una puerta se abre… y ¡más libertad!// Estoy pasando la cuerda,/ la cuerda que Tú me has tendido,/ Dios mío, mi dios, ¡Dios mío!/ ¡Dios mío, no soples, Dios!// Siento la inminencia del dios Dios,/ del Dios con mayúscula,/ —el que nos enseñaron cuando niños/ y no aprendimos—./ ¡Dios se me cierne en apretura de aire!// Se me está viniendo Dios/ en inminencia de alma!/ ¡Se me está acercando Dios/ en inminencia de amor!/ ¡Se me está llegando Dios/ en inminencia de Dios!”

Me encantaría comentar el poema, pero no hace falta. Incluso con sus balbuceos místicos, es cristalino. Al poeta, que tanto había hablado de dios, hasta la mayúscula inicial se le queda pequeña y pone todo el nombre de Dios, de la D a la S, en letras capitales, y trino. Juan Ramón hizo el camino de la inmanencia a la inminencia de Dios y además volvió —sueño de todo poeta— a su niñez, al Dios que entonces le enseñaron. Buena manera (redonda, perfecta) de cerrar una obra y una vida."

Enrique García-Máiquez
Diario de Sevilla

miércoles, 1 de julio de 2009

La última croqueta


Me
sugiere Kloster que complete mi entrada anterior con éste monólogo sobre la última croqueta:



...aunque, la verdad, no me parece gran cosa. Me gusta más mi soneto.



Lamento por una croqueta despreciada.


Este inspirado soneto necesita una explicación.

Como todo el mundo sabe, la invención de la croqueta supuso un hito de primer orden en el desarrollo cultural de Occidente. La croqueta será proclamada muy pronto patrimonio de la humanidad, igual que la Alhambra de Granada, el Foro romano o las Pirámides de Egipto. Sin embargo hay amplias zonas del Planeta, que permanecen en la oscuridad y la barbarie y no conocen esta joya de nuestra civilización.

Hace pocos días, mi sobrino-nieto Dante, que acababa de llegar de los Estados Unidos, vio por primera vez una croqueta en casa de mi madre. La miró con atención; incluso la cortó con un cuchillo para observar su interior, pero no quiso probarla.

Al enterarme de tan triste noticia redacté este lamento.
Nacida en la sartén bella y coqueta,
perla dorada, dulce y turbadora,
oronda y retostada, eres señora
del noble, del plebeyo y del asceta.

Mi pluma watermán, que es de poeta,
te escribe este soneto porque es hora
de morder tu corteza tentadora,
amada y humildísima croqueta.

Hoy supe que un chiquillo americano
te miró por detrás y por delante,
y no quiso gozar de tu ricura.

Fue un nieto de Manolo, que es mi hermano;
lleva el nombre glorioso del gran Dante.
mas no sabe lo que hace, ¡criatura!