martes, 9 de febrero de 2010

Kloster en la noche


Salí de casa a media tarde y a los pocos minutos olvidé adónde iba. Había comenzado a anochecer y las gotas de niebla brillaban como luciérnagas diminutas al estrellarse en mis gafas. Me dije que si seguía caminando recordaría enseguida cual era mi propósito inicial. Pero no fue así.

Al llegar a la tienda de la esquina, me sentí un poco incómodo y pensé regresar a casa; pero el paseo era agradable y además no estaba seguro de saber el camino de vuelta. Miré hacia atrás y no reconocí la calle ni el barrio.

—Deben de ser cosas de la edad. Otras veces me ha pasado…, supongo. Caminaré un poco más y se me irán aclarando las ideas.

Junto a un estanco desconocido descubrí un bar de aspecto lúgubre. Entré y pedí tres güisquis y un Martini. Creo que me mareé. Una anciana muy amable me preguntó si necesitaba ayuda. Le quité el monedero que llevaba dentro del bolso sin que se diera cuenta y le dije que no, gracias.

Me sentía eufórico y libre. Era inquietante no saber a dónde iba, pero como empezaba a olvidar también de dónde venía, la cosa me traía sin cuidado.

Caminar, caminar… Eso era lo único importante. Disfrutar de cada paso del camino, de las luces, la música y los olores pestilentes de la ciudad; volar por la calzada con mis zapatos Masai. ¿La meta? ¿A quién le importa la meta?

De pronto vi una cara conocida. Era un tipo grande vestido de negro:

—Kloster —me dijo—, ¿se puede saber adónde vas?

De nuevo aquella pregunta estúpida. Adónde voy. Qué más da. Lo único que cuenta es el camino, vivir a pleno pulmón sin porqués ni “paraqués”.

Salí huyendo. Ya, de paso, atraqué a un par de ancianos y reventé un cajero automático.

A las doce de la noche se despejó el cielo y salió la luna llena. Di un aullido y, al llegar a Malasaña, me transformé en hombre-lobo para pasar inadvertido.

10 comentarios:

una madre agradecida dijo...

Su parábola describe perfectamente cómo vamos por la vida.
Para mis chicos de catequesis de confirmación, la imprimiré y se la leeré. Luego, sencillamente iré dejando caer preguntas...
Ojalá alguno sepa verse en ese espejo.

Gracias por la llamada de atención.

Isa dijo...

Uy uy uy cómo está Kloster...y mucha gente hay así pro el mundo, desorientada y sin saber de dónde viene ni a dónde va; pero gracias a Dios, de vez en cuando se encuentran a alguien, vestido de negro o no, que los va guiando poco a poco hacia el buen camino...siempre que se dejen, claro...

alfonso sanz dijo...

He temblado por la perdición de d. Enrique, hasta que yo también me he despertado. Me he quedado estupefacto, creo que es lo que se pretendía.

Juana la Loca dijo...

Espero confío en que es eso sólo, una parábola, y no ese señor alemán que está siendo demasiado popular.... cómo se llamaba? ah! Alzheimer!

Anónimo dijo...

Pero ¿con quien ha hablado esta mañana?. se nota que ese alguien le cae bien. Ya le voy conociendo. No dedica un post a cualquiera (aunque tampoco creo que considere a nadie "cualquiera".- que le voy conociendo...)

Almudena dijo...

¿Sabe qué es lo mejor? Al principio y al hilo de su entrada anterior, pensé que se le iba yendo la olla pero, en cuanto empezó a "cometer barrabasadas" ficticias supe que no podía ser Alzheimer. Lo bueno de los buenos es que cuando pierden la memoria de sí mismos se vuelven mejores.

poetaporlibre dijo...

Se renueva cada día,
trae diálogo y frescura.
Kloster son la mayoría,
apaciéntalos un cura.

Andrés dijo...

Como se ha sacado mucha "chicha" espiritual, yo digo que suena a Hombres G con esa canción de "voy a pasarmelo bien" que dice algo así como "...hoy me he levantado dando un salto mortal..." y "...voy a convertirme en hombre-lobo..."

Saludos dsd Nafarroa (antes Navarra)

Bernardo dijo...

¿Otra ostra envenenada?

Saludos, y si puede ser ¿podrían rezar por una intención mía?

Enrique Monasterio dijo...

Podrá ser