viernes, 30 de septiembre de 2011

Diario de otoño


Es cierto que se acortan los días. Cuando salgo de casa por la mañana aún es de noche, y cuando regreso ya se han encendido las estrellas. Hoy no. Hay una bruma seca en el cielo que se me agarra a la garganta y me acartona los labios. Para colmo, tampoco hay luna.
Parece que la luna llena excita a determinadas personas hasta convertirlos en lobos. Yo en cambio necesito la luna para sentirme en paz.
Mañana empezará a despuntar la luna nueva. En Madrid casi nadie se da cuenta de estas cosas. Si miramos demasiado al cielo corremos el riesgo de que nos arrolle el tráfico.
Son las siete y veinte de la mañana. ¿Qué hace ahí esa niña? ¿Por qué llora? Esta sentada en la acera, junto al bar y apenas tiene 4 ó 5 años. Le digo “hola” y me contesta con otro “hola” empapado en lágrimas.
Si tuviera tiempo me detendría a charlar con ella, pero debo llegar al parking y salir pitando. A las ocho menos cuarto celebraré la primera misa del día y encomendaré a un vecino de 18 años que ha muerto en un accidente de coche. Luego, clase con 1º D y E. Bajaremos “de excursión” a la capilla para explicarles que el Señor está presente en el Sagrario, cómo se hace la genuflexión, para qué sirven los confesonarios y porqué no se puede gritar en el oratorio. Después, la segunda misa, que he prometido ofrecer por el padre de una alumna que falleció hace poco. La chica lo recordaba emocionada ayer mismo.
A las doce, cita con Luis (pongamos que se llama así), que tiene mucho interés en explicarme por qué es “medio ateo” y no le interesa nada “ese rollo de la confirmación”. Parece simpático el chaval.
Para terminar, más charlas, más entrevistas. ¡Qué gozada!

El águila pescadora

Sólo la he visto una vez, en Asturias; pero es inconfundible. No es propiamente un águila, sino un "pandiónido", cazador certero de todo lo que se mueve bajo el mar. El vídeo es pequeño, pero haciendo clic en el ángulo inferior derecho, podréis verlo a toda pantalla. Y vale la pena.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Ocurrió en Sevilla

Lo cuenta el protagonista .
“Me paré en el primer bar que encontré. Dejé el coche subido a la acera y entré como una bala. Estaba a punto de perder el honor en plena vía pública y  necesitaba un baño con urgencia absoluta.
El camarero me miró compasivo mientras yo le pedía:
―Una caña, por favor. 
―Al fondo, la primera puerta a la derecha ―respondió paciente.
Unos minutos más tarde, con la paz interior recobrada, me dirigí a la barra y me tomé la cerveza.
―¿Qué se debe?
―Ná ―contestó el empleado―. Usted no ha venido aquí a tomar una caña. Ha venío a lo que ha venío. Y eso es gratis. A la caña le invito yo.”
Ignoro lo que hizo mi amigo. Yo habría dejado 10 euros de propina.
Un país así no puede morir.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La revisión

Este Cotelo es un provocador. Fijaos que peli nos coloca ahora. Buenísima.

Encuentros extraños


No me lo invento. Palabra. Estaba yo dentro del coche tratando de encontrar unas llaves que se me habían caído por algún rincón, cuando oí que alguien golpeaba la ventanilla. Abrí el cristal unos centímetros y se asomó un caballero de mediana edad, pulcramente afeitado y con un peluquín castaño:
―Buenas tardes. ¿Estaría usted dispuesto a mantener una conversación serena y civilizada, racional y sin dogmas, con un desconocido? Y si su respuesta es, como presumo, afirmativa, dada la condición religiosa que revela su vestidura, ¿le importaría que ese desconocido eligiera los argumentos de dicha conversación.
No respondo de la literalidad de la pregunta. Probablemente fue aún más barroca, aunque exquisitamente correcta. Sólo se me ocurrió contestar.
―Ese desconocido… ¿es usted?
―Aspiro a dejar de serlo ―respondió sin mover un músculo de la cara―.
Salí del coche, y le escuché durante no menos de quince o veinte minutos, mientras estudiaba su semblante y la extraña indumentaria que portaba: botines de tacón alto, pantalón raído y una camiseta blanca llena de señales de tráfico. No pude meter baza en su monólogo, y la verdad es que tampoco sabría dónde meterla, porque no entendí nada. Sólo el final…: necesitaba dinero.
La despedida fue algo menos ceremoniosa. Se alejó dignísimo, caminando casi de puntillas con sus botines de leopardo, en busca de otro oyente con más medios.
No es muy ejemplar la anécdota. Me quedé con una vaga sensación de culpa.

martes, 27 de septiembre de 2011

Deseos, propósitos, sueños...


Hemos hablado ya de casi todo, y eso que es su primera entrevista con el sacerdote. Me cuenta lo que piensa estudiar cuando apruebe la selectividad y sus proyectos para el futuro, que son muchos e increíblemente precisos. Aspira a “forrarse el riñón” como empresario y a vivir en un chalet de la costa con caballos, un barco y no sé cuantas cosas más.
―Este año me he puesto las pilas ―dice―. Voy a sacar muy buenas notas…
―¿Seguro que serás capaz?
―Sí. Seguro.
Y, al decirlo, se pone colorado, como si se le hubiese escapado una afirmación vergonzosa.
Es alto, fuerte y, si se peinara un par de veces a la semana, parecería incluso elegante. Su sonrisa le llena la cara y contagia sin pretenderlo.
Al final, como conclusión, le hago una pregunta:
―Total, que cuando tengas cuarenta años, ¿cómo quieres ser?
Sólo lo piensa un segundo:
―Quiero ser bueno.
Y otra vez se pone colorado.  

domingo, 25 de septiembre de 2011

Los lunes, publicidad


Para el lanzamiento del nuevo Kia Optima, la compañía surcoreana de automóviles decidió aprovechar el tirón de la Superbowl y elaboró este espectacular spot. 
Como veis, se trata de una campaña publicitaria en la que el despliegue de medios y de efectos especiales es fundamental, al más puro estilo USA. Seguro que no decepcionó a la audiencia.


Domingo XXVI del tiempo ordinario

Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. (Mt. 21, 28-30) 
Así de breve es la parábola que leeré en el Evangelio de la Misa de hoy. El Señor la concluye preguntando a sus oyentes cuál de los dos hizo la voluntad del padre. La respuesta es evidente: el primero. Pero yo, cada vez que leo esta historia, me siento incómodo. Hay algo que no encaja.
Son las 12 de la noche y he terminado de preparar el retiro de mañana. La primera meditación lleva un título sugerente: “disponibilidad”.
Si Jesús hubiese preguntado cuál de los dos hijos estaba “más disponible”, la respuesta no habría sido tan nítida. Yo me siento muy identificado con el segundo, con el de las buenas palabras, porque habitualmente digo que sí, que por supuesto, que haré lo que Dios me pida cada instante de mi vida. Soy sacerdote porque quiero estar disponible, sin ataduras, las 24 horas al día:
―Descuida, Señor; déjalo de mi cuenta. Claro que iré a la viña, no faltaba más… Ahora mismo, cuando termine el partido de la tele; cuando acabe de leer esta novela; cuando escampe; cuando se me vaya este dolor de espalda que me tiene frito; cuando descanse un poco, que uno tiene ya cierta edad; cuando suba la bolsa; cuando caiga el satélite; cuando no haga tanto calor, cuando me sienta con fuerzas… No, por favor, Señor, no se lo pidas a ése, que es un inútil. Lo haré yo, por supuesto. Ya verás; espera un poco, es cosa de un par de días.
O de semanas.

sábado, 24 de septiembre de 2011

La primera clase


Como tal vez sabéis, trabajo en un colegio en el que sólo hay alumnos de primero y segundo de bachillerato; en total, unos quinientos chicos y chicas de 16 o 17 años, o sea en plena edad del pavo. En España, desde hace algún tiempo, el bachillerato es sólo una antesala de la universidad.
 Los alumnos proceden de colegios diferentes y, durante el mes de septiembre, los de primero lucen unas caras de asombro, curiosidad y despiste que los hace más vulnerables. Quizá por eso los capellanes solemos visitar las aulas de los recién llegados para explicar qué pintamos los curas aquí y qué actividades organiza la capellanía. 
Me gusta dar esa primera clase.  Hoy, por ejemplo, he ido a 1º A con un montón de impresos en la mano izquierda y un bate de béisbol en la derecha. Los impresos sirven para que los que quieran participar en la Catequesis de la Confirmación escriban sus datos personales; el bate de béisbol en cambio… 
―¿Para qué es eso? ―pregunta una chica con cara de susto―. 
La miro con la mayor seriedad de que soy capaz y explico a todos que, según un reciente estudio de la Unesco, el 76,4 % de los bates de béisbol que hay en la Unión Europea se utilizan…, para jugar al béisbol. Por tanto nadie debe alarmarse: lo más probable es que yo lo emplee con ese fin. Solo en un 23,6 % de los casos, se usa con otros propósitos. 
La niña, que aún no las tiene todas consigo, me pregunta por esos otros propósitos. 
―Es evidente; el bate sirve también para abrir vuestras mentes, con sus correspondientes cráneos, al conocimiento de la verdad y el bien.
A estas alturas, toda la clase, salvo mi interlocutora, que me mira con desconfianza, ha comprendido que no hablo muy en serio.
El resto de la hora ha transcurrido por cauces más convencionales; pero nos lo hemos pasado la mar de bien. Y, gracias a la JMJ, el número de los que se han apuntado a la catequesis es mucho más elevado que otros años.  

viernes, 23 de septiembre de 2011

Un discurso magistral del Santo Padre


Lo copio y pego en el globo apresuradamente.
El Santo Padre, ante los miembros del Parlamento Federal Alemán y las autoridades máximas del Estado, en el Aula del Bundestag, ha impartido una lección magistral llena de sabiduría, de sencillez y de autoridad. El texto es muy largo, pero vale la pena leerlo, imprimirlo, releerlo y volverlo a estudiar. Yo ahora doy gracias a Dios porque en esta Europa desnortada y triste, tengamos como Padre común a Benedicto XVI, una de las cabezas más lúcidas del siglo.
Y qué pena dan los que se oponen con ira a estos viajes pontificios sin más armas que el insulto.

 Ilustre Señor Presidente, Señor Presidente del Bundestag, Señora Canciller Federal, Señor Presidente del Bundesrat,Señoras y Señores.
Es para mi un honor y una alegría hablar ante está Cámara alta, ante el Parlamento de mi Patria alemana, que se reúne aquí como representación del pueblo, elegida democráticamente, para trabajar por el bien común de la República Federal de Alemania. Agradezco al Señor Presidente del Bundestag su invitación a tener este discurso, así como también sus gentiles palabras de bienvenida y aprecio con las que me ha acogido. Me dirijo en esté momento a ustedes, estimados señores y señoras, ciertamente también como un connacional que está vinculado de por vida, por sus orígenes, y sigue con particular atención los acontecimientos de la Patria alemana. Pero la invitación a tener este discurso se me ha hecho en cuanto Papa, en cuanto Obispo de Roma, que tiene la suprema responsabilidad sobre los cristianos católicos. De este modo, ustedes reconocen el papel que le corresponde a la Santa Sede como miembro dentro de la Comunidad de los Pueblos y de los Estados. Desde mi responsabilidad internacional, quisiera proponerles algunas consideraciones sobre los fundamentos del estado liberal de derecho.
Permítanme que comience mis reflexiones sobre los fundamentos del derecho con un breve relato tomado de la Sagrada Escritura. En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este importante momento? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? Nada pide de todo esto. Suplica en cambio: "Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal" (1 R 3,9). Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que debe ser importante en definitiva para un político. Su criterio último y la motivación para su trabajo como político no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material. La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente, un político buscará el éxito, que de por sí le abre la posibilidad a la actividad política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho. El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la desvirtuación del derecho, a la destrucción de la justicia. "Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?", dijo en cierta ocasión San Agustín1. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra el derecho; cómo se ha pisoteado el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y empujarlo hasta el borde del abismo. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente. El hombre tiene la capacidad de destruir el mundo. Se puede manipular a sí mismo. Puede, por decirlo así, hacer seres humanos y privar de su humanidad a otros seres humanos que sean hombres. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva ante la que se encuentra también hoy el político y la política misma.
Para gran parte de la materia que se ha de regular jurídicamente, el criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación. En el siglo III, el gran teólogo Orígenes justificó así la resistencia de los cristianos a determinados ordenamientos jurídicos en vigor: "Si uno se encontrara entre los escitas, cuyas leyes van contra la ley divina, y se viera obligado a vivir entre ellos…, con razón formaría por amor a la verdad, que, para los escitas, es ilegalidad, alianza con quienes sintieran como él contra lo que aquellos tienen por ley…"2
Basados en esta convicción, los combatientes de la resistencia han actuado contra el régimen nazi y contra otros regímenes totalitarios, prestando así un servicio al derecho y a toda la humanidad. Para ellos era evidente, de modo irrefutable, que el derecho vigente era en realidad una injusticia. Pero en las decisiones de un político democrático no es tan evidente la cuestión sobre lo que ahora corresponde a la ley de la verdad, lo que es verdaderamente justo y puede transformarse en ley. Hoy no es de modo alguno evidente de por sí lo que es justo respecto a las cuestiones antropológicas fundamentales y pueda convertirse en derecho vigente. A la pregunta de cómo se puede reconocer lo que es verdaderamente justo, y servir así a la justicia en la legislación, nunca ha sido fácil encontrar la respuesta y hoy, con la abundancia de nuestros conocimientos y de nuestras capacidades, dicha cuestión se ha hecho todavía más difícil.
¿Cómo se reconoce lo que es justo? En la historia, los ordenamientos jurídicos han estado casi siempre motivados en modo religioso: sobre la base de una referencia a la voluntad divina, se decide aquello que es justo entre los hombres.
Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. En cambio, se ha referido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios. Así, los teólogos cristianos se sumaron a un movimiento filosófico y jurídico que se había formado en el siglo II a. C. En la primera mitad del siglo segundo precristiano, se produjo un encuentro entre el derecho natural social desarrollado por los filósofos estoicos y notorios maestros del derecho romano3. De este contacto, nació la cultura jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de una importancia determinante para la cultura jurídica de la humanidad. A partir de este vínculo precristiano entre derecho y filosofía inicia el camino que lleva, a través de la Edad Media cristiana, al desarrollo jurídico del Iluminismo, hasta la Declaración de los derechos humanos y hasta nuestra Ley Fundamental Alemana, con la que nuestro pueblo reconoció en 1949 "los inviolables e inalienables derechos del hombre como fundamento de toda comunidad humana, de la paz y de la justicia en el mundo".
Para el desarrollo del derecho, y para el desarrollo de la humanidad, ha sido decisivo que los teólogos cristianos hayan tomado posición contra el derecho religioso, requerido de la fe en la divinidad, y se hayan puesto de parte de la filosofía, reconociendo la razón y la naturaleza en su mutua relación como fuente jurídica válida para todos. Esta opción la había tomado ya san Pablo cuando, en su Carta a los Romanos, afirma: "Cuando los paganos, que no tienen ley [la Torá de Israel], cumplen naturalmente las exigencias de la ley, ellos… son ley para sí mismos. Esos tales muestran que tienen escrita en su corazón las exigencias de la ley; contando con el testimonio de su conciencia…" (Rm 2,14s). Aquí aparecen los dos conceptos fundamentales de naturaleza y conciencia, en los que conciencia no es otra cosa que el "corazón dócil" de Salomón, la razón abierta al lenguaje del ser. Si con esto, hasta la época del Iluminismo, de la Declaración de los Derechos humanos, después de la Segunda Guerra mundial, y hasta la formación de nuestra Ley Fundamental, la cuestión sobre los fundamentos de la legislación parecía clara, en el último medio siglo se dio un cambio dramático de la situación. La idea del derecho natural se considera hoy una doctrina católica más bien singular, sobre la que no vale la pena discutir fuera del ámbito católico, de modo que casi nos avergüenza hasta la sola mención del término. Quisiera indicar brevemente cómo se llegó a esta situación. Es fundamental, sobre todo, la tesis según la cual entre ser y deber ser existe un abismo infranqueable. Del ser no se podría derivar un deber, porque se trataría de dos ámbitos absolutamente distintos. La base de dicha opinión es la concepción positivista, adoptada hoy casi generalmente, de naturaleza y razón. Si se considera la naturaleza – con palabras de Hans Kelsen - "un conjunto de datos objetivos, unidos los unos a los otros como causas y efectos", entonces no se puede derivar de ella realmente ninguna indicación que sea de modo algúno de carácter ético.4 Una concepción positivista de la naturaleza, que comprende la naturaleza en modo puramente funcional, como las ciencias naturales la explican, no puede crear ningún puente hacia el Ethos y el derecho, sino suscitar nuevamente sólo respuestas funcionales. Sin embargo, lo mismo vale también para la razón en una visión positivista, que muchos consideran como la única visión científica. En ella, aquello que no es verificable o falsable no entra en el ámbito de la razón en sentido estricto. Por eso, el ethos y la religión se deben reducir al ámbito de lo subjetivo y caen fuera del ámbito de la razón en sentido estricto de la palabra. Donde rige el dominio exclusivo de la razón positivista – y este es en gran parte el caso de nuestra conciencia pública – las fuentes clásicas de conocimiento del ethos y del derecho quedan fuera de juego. Ésta es una situación dramática que interesa a todos y sobre la cual es necesaria una discusión pública; una intención esencial de este discurso es invitar urgentemente a ella.
El concepto positivista de naturaleza y razón, la visión positivista del mundo es en su conjunto una parte grandiosa del conocimiento humano y de la capacidad humana, a la cual de modo alguno debemos renunciar en ningún caso. Pero ella misma, en su conjunto, no es una cultura que corresponda y sea suficiente al ser hombres en toda su amplitud. Donde la razón positivista se retiene como la única cultura suficiente, relegando todas las otras realidades culturales a la condición de subculturas, ésta reduce al hombre, más todavía, amenaza su humanidad. Lo digo especialmente mirando a Europa, donde en muchos ambientes se trata de reconocer solamente el positivismo como cultura común o como fundamento común para la formación del derecho, mientras que todas las otras convicciones y los otros valores de nuestra cultura quedan reducidos al nivel de subcultura. Con esto, Europa se sitúa, ante otras culturas del mundo, en una condición de falta de cultura y se suscitan, al mismo tiempo, corrientes extremistas y radicales. La razón positivista, que se presenta de modo exclusivista y que no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, y sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios. Y, sin embargo, no podemos negar que en este mundo autoconstruido recurrimos en secreto igualmente a los "recursos" de Dios, que transformamos en productos nuestros. Es necesario volver a abrir las ventanas, hemos de ver nuevamente la inmensidad del mundo, el cielo y la tierra, y aprender a usar todo esto de modo justo.
Pero ¿cómo se lleva a cabo esto? ¿Cómo encontramos la entrada a la inmensidad, o la globalidad? ¿Cómo puede la razón volver a encontrar su grandeza sin deslizarse en lo irracional? ¿Cómo puede la naturaleza aparecer nuevamente en su profundidad, con sus exigencias y con sus indicaciones? Recuerdo un fenómeno de la historia política reciente, esperando no ser demasiado malentendido ni suscitar excesivas polémicas unilaterales. Diría que la aparición del movimiento ecologista en la política alemana a partir de los años setenta, aunque quizás no haya abierto las ventanas, ha sido y es sin embargo un grito que anhela aire fresco, un grito que no se puede ignorar ni relegar, porque se percibe en él demasiada irracionalidad. Gente joven se dio cuenta que en nuestras relaciones con la naturaleza existía algo que no funcionaba; que la materia no es solamente un material para nuestro uso, sino que la tierra tiene en sí misma su dignidad y nosotros debemos seguir sus indicaciones. Es evidente que no hago propaganda por un determinado partido político, nada me es más lejano de eso. Cuando en nuestra relación con la realidad hay algo que no funciona, entonces debemos reflexionar todos seriamente sobre el conjunto, y todos estamos invitados a volver sobre la cuestión sobre los fundamentos de nuestra propia cultura. Permitidme detenerme todavía un momento sobre este punto. La importancia de la ecología es hoy indiscutible. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar todavía seriamente un punto que, tanto hoy como ayer, se ha olvidado demasiado: existe también la ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana.
Volvamos a los conceptos fundamentales de naturaleza y razón, de los cuales habíamos partido. El gran teórico del positivismo jurídico, Kelsen, a la edad de 84 años – en 1965 – abandonó el dualismo de ser y de deber ser. Había dicho que las normas podían derivar solamente de la voluntad. En consecuencia, la naturaleza podría contener en sí normas sólo si una voluntad hubiese puesto estas normas en ella. Esto, por otra parte, supondría un Dios creador, cuya voluntad ha entrado en la naturaleza. "Discutir sobre la verdad de esta fe es algo absolutamente vana", afirma a este respecto.5 ¿Lo es verdaderamente?, quisiera preguntar. ¿Carece verdaderamente de sentido reflexionar sobre si la razón objetiva que se manifiesta en la naturaleza no presuponga una razón creativa, un Creator Spiritus?

A este punto, debería venir en nuestra ayuda el patrimonio cultural de Europa. Sobre la base de la convicción sobre la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la consciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta. Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma – del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa. Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico.
Al joven rey Salomón, a la hora de asumir el poder, se le concedió lo que pedía. ¿Qué sucedería si nosotros, legisladores de hoy, se nos concediese formular una petición? ¿Qué pediríamos? En último término, pienso que, también hoy, no podríamos desear otra cosa que un corazón dócil: la capacidad de distinguir el bien del mal, y así establecer un verdadero derecho, de servir a la justicia y la paz. Gracias por su atención.
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1 De civitate Dei, IV, 4, 1.2 Contra Celsum GCS Orig. 428 (Koetschau); cf. A. Fürst, Monotheismus und Monarchie. Zum Zusammenhang von Heil und Herrschaft in der Antike. En: Theol. Phil. 81 (2006) 321 – 338; citación p. 336; cf. también J. Ratzinger, Die Einheit der Nationen. Eine Vision der Kirchenväter (Salzburg – München 1971) 60.
3 Cf. W. Waldstein, Ins Herz geschrieben. Das Naturrecht als Fundament einer menschlichen Gesellschaft (Augsburg 2010) 11ss; 31 – 61.4 Waldstein, op. cit. 15-21.5 Citado según Waldstein, op. cit. 19.[Copyright 2011 ©Libreria Editrice Vaticana]

jueves, 22 de septiembre de 2011

¿Está seguro? (y III)


─Y si me cae el satélite encima, ¿qué? No pongas esa cara, colega, que bien claro lo ha dicho la tele: el temor ancestral a que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas no era tan descabellado. Ya hay un satélite meteorológico de no sé cuantos cientos de toneladas al que se le ha roto un manguito y va dando tumbos por el espacio. Un día de estos va a tomar tierra por las bravas.  Yo, por si acaso ya me he comprado un casco.
─Es más fácil que te toque el gordo de la lotería.
─De acuerdo, pero parece que el satélite en cuestión se fragmentará en centenares de pedazos. O sea, que el gordo quizá no; pero ¿quién te libra de la pedrea? Vas tranquilamente por la calle pensando en tus cosas y zas, te tiran una pedrada desde el espacio exterior. ¿Molesto, no? Y si  me destrozan el citroen. ¿a quién pido responsabilidades? Porque mi póliza de seguros no dice nada de satélites.
─De acuerdo, Kloster. Ya se ve que te ha afectado el síndrome del seguro a todo riesgo. Mira, te prometo una cosa: si el satélite cae en tu poderosa testa, será que te ha señalado el dedo de la historia. Te levantaré una estatua en el Parque del Retiro.
─¿Una estatua? Ni lo sueñes. No quiero estatuas. Otro día, si vivo, te explicaré por qué.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Lágrimas

Las lágrimas del que sufre y las del que está a su lado nunca son estériles delante de Dios. (Benedicto XVI, 1 de enero de 2009).

¿Esta seguro? (II)

Te lo diré de otra forma, Elena, ya que no me he explicado bien a la primera:
―Las grandes decisiones de la vida son siempre las más arriesgadas. Ese afán de estar segura a toda costa te lleva a la parálisis, a la tristeza y a la mediocridad.
―¿Y, cuando es Dios quien llama…?
―Tampoco estarás segura de que es Dios el que te está llamando hasta que te decidas a dar un salto “insensato” en el vacío, como el de Pedro cuando quiso caminar sobre las aguas del mar. Entonces, sí, comprobarás que el Señor te recoge en sus brazos.
―¿Y estaré segura…?
―Segura de que se cumplirá la promesa del Maestro: “nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.”
―Por tanto…
―Por tanto puedes estar segura de que habrá persecuciones. ¡Son parte de la promesa, no una amenaza! Habrá luchas, heridas, riesgo. ¡Qué magnífica batalla nos espera!

martes, 20 de septiembre de 2011

¿Esta seguro?


―¿Está seguro de que desea eliminar de forma permanente este programa?
La pregunta del ordenador me deja petrificado por un instante frente a la pantalla. Hago examen de conciencia y concluyo que seguro, lo que se dice seguro, no estoy; pero, como he elegido la opción de eliminarlo y no tengo por qué dar explicaciones de las íntimas razones que me han llevado a tomar esta audaz decisión, con cierto temblor, pero con ánimo sereno, opto por  responder al señor Microsoft o como se llame el duende virtual que me interroga, que sí, que estoy seguro. Yo le habría contestado, para ser del todo sincero, que estoy “bastante” seguro; no del todo, sólo lo suficiente para proceder a pesar de que mi cerebro alberga dos o tres dudas razonables; pero aquí no se admiten respuestas matizadas. Sólo tengo dos opciones: sí o no. Y yo pongo el dedo índice sobre el ratón apuntando a la izquierda:
Aceptar.
¿Aceptar? ¿Qué es lo que estoy aceptando? ¿Acaso “acepto” que estoy seguro cuando en realidad no lo estoy, o acepto actuar a pesar de mis dudas? Una gota de sudor perla mi frente.
Click.
Windows comienza su tarea. La pantalla se llena de frases en inglés imposibles de leer que se van disolviendo en el éter a velocidades de vértigo. De pronto, el proceso se detiene y surge otra nueva pregunta:
―Windows se dispone a eliminar de su disco duro los archivos… Esta operación no puede cancelarse. ¿Está seguro de que...?
―¡Sí! ―respondo con energía―. ¡Termina tu trabajo, robot miserable!
Pero Windows no se mueve. Quiere que me comprometa y pulse de nuevo la tecla. Ahora me presenta tres opciones: aceptar, rechazar o cancelar. Me digo que “rechazar” y “cancelar” vienen a ser lo mismo. Si “cancelo”, el proceso se detendrá y todo volverá a su estado anterior. Si “rechazo”, supongo que sucederá lo mismo. Así que se trata de una trampa saducea. Voy a comprobarlo.
―Cancelar. Click.
―¿Está seguro de que desea cancelar el programa de instalación?
―¿De instalación? Amigo Windows, no estoy instalando nada, ¿me entiendes?; estoy “desinstalando”, que es exactamente lo contrario. Y tampoco estoy seguro de lo que deseo. Haz lo que te plazca y déjame en paz…
Rechazar. Click.
Ahora ya no sé sí he rechazado la instalación o la desinstalación, si el programa saltará por los aires o si…
Se ha fosilizado el invento y debo reiniciar el sistema. Como me pregunte otra vez si estoy seguro,  lo despedazo.
Mientras se “restaura” el sistema, Kloster pontifica:
―La seguridad lo es todo, colega. La informática es una metáfora de nuestro tiempo. Hablan de “estado del bienestar” pero sólo quieren que nos sintamos arropados por una especie de compañía de seguros con póliza a todo riesgo: trabajo seguro, sueldo seguro, salud segura, tráfico seguro, sexo seguro, futuro seguro… Llenarán el mundo de cámaras de seguridad. Nos prohibirán todo lo que no sea obligatorio y tratarán de que vivamos aletargados por los siglos de los siglos. Fíjate en los chicos y chicas que llegan a tu cole para empezar el bachillerato, Les han anestesiado el sentido de la aventura. Los han educado para ser cobardes. Ya sólo quieren vivir seguros. 
―No, Kloster. Esta vez te equivocas. Es cierto que deben ir contracorriente, pero aún son capaces de comprender que para que tenga sentido la vida, hay que jugársela a una carta y perderla para ganarla. El Santo Padre lo proclamó con toda claridad hace bien poco cuando los llamó a una entrega total, a una rebeldía radical por amor a Dios. Y respondieron con un sí enorme. El incendio ha comenzado con fuerza y ahora nos toca avivarlo para que dé fruto.
―¿Estás seguro, colega?
Aceptar. Click.  




  

lunes, 19 de septiembre de 2011

Los lunes, publicidad

Hoy os traigo aquí un par de ejemplos de la interminable batalla de Coca-Cola contra Pepsi.
Últimamente Coca-Cola habla tanto de “felicidad” en sus anuncios que, según los que saben de esto, ya han conseguido que un tanto por ciento muy elevado de los chavales norteamericanos asocien esta palabra con un botellín o una lata de Coca-Cola.  
Para seguir con esta campaña de Destapa la Felicidad, han creado un reportero de la felicidad y un Instituto de la Felicidad que se permite dar 10 consejos para ser felices.
Pero hay un vídeo, que Coca-Cola no ha distribuido a nivel mundial y que no todo el mundo conoce. En él y gracias a una cámara oculta situada en un instituto de los Estados Unidos, podemos ver lo que es la verdadera expresión de la "felicidad " cocacolesca.
Aquí lo tenéis.
 

Y el contraataque de Pepsi...
 

domingo, 18 de septiembre de 2011

En el Metro

Aunque desde Las Arenas a Bilbao hay 12 kilómetros, estamos sólo a un Metro de distancia. Me refiero al Metro de Bilbao, que es tan elegante como el Puente Colgante. Y eso que, como dice la vieja canción, “no hay en el mundo puente colgante/más elegante que el de Bilbao”.
Me cuesta utilizar el Metro, más que nada por miedo al ridículo. La culpa es de los letreros. En los últimos tiempos han cambiado la mitad de los nombres de pueblos y barriadas, y uno, que es bilbaino de toda la vida, a veces se encuentra más perdido que un pulpo en un garaje.
Entro en la estación de las Arenas y me aproximo a una máquina expendedora para sacar un billete hasta el Casco Viejo. La miro y remiro tratando de deducir algo, hasta que me doy por vencido. Gracias a Dios, ha llegado un chaval que parece experto.
―¿Me echas una mano?
―¿Qué quieres?
―Casco Viejo ―le respondo con el laconismo habitual de la tierra―.
El tipo maniobra a gran velocidad sobre el panel.
―¿Ida o ida y vuelta?
―Ida y vuelta.
Mete unas monedas por la ranura y sale el billete.
―Oye, muchas gracias ―trato de imitar mi viejo acento perdido―. ¿Cuánto ha sido?
―Ya te pago yo…
Lo siento. No soy capaz de reproducir el acento ni de describir el gesto entre tímido y arrogante del chaval.
Camino de Bilbao, coincidimos en el mismo vagón; pero como él trata de esquivar mi mirada no hago ademán de aproximarme.
Al llegar a mi destino, compruebo con alivio que todavía no se han atrevido a escribir “Casco Viejo” con k.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Jornada Mariana de la Familia



Ya no tengo tiempo de ir a Torreciudad, pero no quiero pasar por alto la 22ª Jornada Mariana de la Familia que tiene lugar hoy mismo en aquel Santuario.
Allí debería estar yo ahora, en uno de aquellos confesonarios que han recibido ya tantos cientos de miles de peregrinos. Este año me conformaré con verla por la tele. La transmite en directo, a partir de las 11,30 de la mañana la cadena nacional 13 TV.
Toda el resto de la información sobre la JMF está aquí.
 

viernes, 16 de septiembre de 2011

Insomnio


―¿Se puede saber porqué no duermes?

―No lo sé. No me preocupa nada. Ha desaparecido por completo la ansiedad de los días pasados... La verdad, no lo entiendo. Ya sólo falta el funeral.
―Entonces, ¿qué te pasa? ¡Son las 12 y media de la noche!
―Dímelo tú. Al fin y al cabo eres mi ángel custodio y debes saberlo mejor que yo.
―Pues te pasa que no cuentas ovejas, como es tradicional. Tú llevas una hora contando  amigos como si fueran corderitos: te detienes en cada uno de ellos, repasas su vida, y como han aparecido cientos en las últimas horas corres el riesgo de quedarte la noche en vela
―Sí, debe ser eso.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Las plumas

Dani viene de nuevo en mi auxilio con otra de sus lecciones magistrales de ornitología. Hoy nos habla de las plumas. Recuerdo que hace ya muchos años di una especie de charla en Navacerrada sobre este tema. Dije entonces, y lo repetiría hoy, que basta una sola pluma para mostrar/demostrar la existencia de Dios.


Cuando se publique este post, estaré en Bilbao. Os doy las gracias de nuevo porqué sé que rezaréis un poco por el eterno descanso de mi hermana. 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Mi hermana Picu


La llamábamos Picu y no sé por qué. En realidad su nombre es Amalia. Ha fallecido hace unos minutos después de una agonía dura, pero, gracias a Dios, serena y no demasiado larga. El Señor se la ha llevado el día de la Cruz: la cruz de mi hermana ha florecido en el Cielo.
Siempre estuvo junto a mi madre como aparece en esta foto. Si la viera, seguramente diría que ha salido "fatal". Las mujeres, ya se sabe...; pero tiene razón: aún no se ha inventado una máquina que fotografíe la generosidad y la grandeza del corazón.
Cuando celebre la Santa Misa por su eterno descanso tal vez diga algo de esto, o tal vez no. Ella seguro que os da las gracias por lo mucho que la habéis encomendado al Señor durante estos días pasados.

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz


Nos autem gloriari oportet in cruce Domini nostri Iesu Christi...
“Debemos gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”, escribe San Pablo. Como el soldado se gloría en sus heridas, el atleta en la dureza de la competición, el aventurero, en los escollos que tuvo que afrontar antes del triunfo, así nosotros; porque uno de nuestra raza ha vencido ─con dolor─ al pecado, a la muerte y a Satanás.
La santa Cruz es el trono en el que triunfó el Señor y hoy vuelve a llenarse de claveles rojos o de rosas encendidas.
La imagen no es nueva. Las primeras cruces del arte cristiano son cruces de gloria; no expresan el dolor de un hombre derrotado, sino la alegría del vencedor. No son cruces ensangrentadas, sino estandartes orlados de piedras preciosas, de gemas coloreadas, como flores que celebran la victoria.
Las representaciones más antiguas del Calvario nos muestran a Jesus así: con los ojos abiertos y ricas vestiduras sacerdotales. Sus brazos extendidos abrazan desde lo alto al mundo entero.  
Quedémonos hoy con esta imagen. Ya tendremos tiempo de contemplar a Jesús agonizante, con la mirada perdida, los labios resecos y el cuerpo destrozado por el suplicio. Esa terrible visión nos habla del pecado, que es la causa de la muerte del Señor.
Celebremos hoy su triunfo. Llevemos con alegría esa cruz y nuestras manos se llenarán de flores nuevas.

Toda la noche trabajando...

Y, al fin, lo hemos logrado

martes, 13 de septiembre de 2011

Querida tarde gris...

Acabo de descubrir un blog espléndido. Lo singular es que su creador sólo tiene 17 años y escribe muy bien. Me atrevería a decir que es ya un gran poeta, aunque, como es natural, tendrá que ir puliendo su estilo con el tiempo. Haced clic aquí y lo comprobaréis.
El último poema me ha venido como anillo al dedo. Creo que lo necesitaba. Y es que uno también tiene tardes (y mañanas) grises. Por eso lo copio enterito.
Querida Tarde Gris
de este 2 de septiembre del 2011:
 
¿Te crees muy melancólica
con tus nubarrones y cristales
empañados de lluvia y recuerdos?
¿O a poco te sientes
terriblemente pesimista
con esos gemidos de ventisca helada
que roban sombreros y desarman paraguas?
 
Lamento decepcionarte, pero
tienes muy poco de "tarde"
y mucho menos de "gris".
 
Nunca es tarde
si vemos el mundo
con ojos de recién nacido
y nuestra boca dibuja una perfecta letra O
de sorpresa ante el milagro portentoso
y la aventura suprema de vivir.
 
Desengáñate, tampoco serás nunca
completamente gris y monótona
Siempre nos salvará el color, la música,
belleza y poesía
de aquellos pájaros
con el pecho ensangrentado,
enredaderas fundiéndose en cascadas
de tonalidades verdes y doradas,
charcos reflejando el guiño
de mil astros temblorosos,
campos de flores de amarillo chillón,
montañas que se difuminan
en lejanía de azules claros... infinitos.
 
Así que Tarde Gris, deja de hacerte
la nostálgica, estornuda ¡de una vez por todas!
la neblina con la que te sientes tan misteriosa,
desarruga el ceño encapotado de tu cielo
y regálanos tu sonrisa de rayos fulgurantes
 
Llénate de júbilo Tarde Gris,
porque aunque los tontos y gruñones
echen pestes de ti, siempre habrá
algún loco que te contemple
como lo que realmente eres:
 
pintura única salida de la paleta
del más original de los artistas
 
y.. si eso no te convence,
te tengo otro motivo
ridícula vanidosa:
¿no te diste cuenta que te volví FA-MO-SA
con estos versos?
 Alejandro González Degetau 
Querido Alejandro, no sé si animarte a que escribas con más frecuencia. Supongo que eres estudiante, y más vale que te centres en tus estudios; pero no abandones, por favor,  tu evidente y prometedora vocación literaria ni tu sentido del humor.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Lo habría dicho Ortega y Gasset...


 ...de haberlo previsto

Yo soy yo y mi móvil (Kloster)

Los lunes, publicidad

Mahou suele basar sus anuncios en la amistad. Hay muchos y muy buenos. Éste me cae especialmente bien, porque han querido que Iker Casillas se exprese a su manera, con  sonido real y casi casi sin guión.


Y éste tampoco está mal

 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Signos


Con motivo del aniversario de los atentados terroristas en Estados Unidos, las distintas ceremonias civiles y los medios de comunicación se han llenado de imágenes que tratan de avivar el recuerdo y de remover la sensibilidad de los que fueron testigos de aquella tragedia.
Diez robles americanos plantados en un parque de Madrid; donaciones de sangre simbólicas “como  homenaje póstumo a las víctimas”; melodías melancólicas o estremecedoras según los casos; poemas; documentales; fuegos de artificio; exposiciones fotográficas…
¿Por qué en España nadie habla de Dios al recordar a los muertos? ¿Por qué no aluden a la vida eterna, a la dimensión trascendente del hombre? ¿Alguien se atreverá a rezar en voz alta?
Por un momento he tenido la terrible impresión de que sólo los asesinos mencionan al Todopoderoso. Luego he visto que, al menos en América, sí que rezan todos: los poderosos y los humildes. Y leído las palabras del Santo Padre:
“La tragedia de aquel día se agravó aún más por la reivindicación de sus autores de actuar en nombre de Dios. Una vez más, se debe afirmar inequívocamente que ninguna circunstancia jamás puede justificar actos de terrorismo. Cada vida humana es preciosa ante los ojos de Dios”.
A continuación, al contemplar esos símbolos conmemorativos de mi tierra, desprovistos de toda referencia al espíritu humano y a la Esperanza en una vida inmortal, me vino a la memoria lo que escribí aquí sobre el monumento de hielo que pusieron en Atocha para recordar a las víctimas del 11 de marzo.
Me temo que algo más grande que las torres gemelas se está desplomando en esta Europa laicista, tan triste y tan cursi.

11 de septiembre

En el décimo aniversario de los ataques terroristas contra los Estados Unidos,Benedicto XVI ha enviado la siguiente carta al arzobispo de Nueva York y presidente de la Conferencia episcopal norteamericana monseñor Timothy M. Dolan.

¡Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo!
En este día, mis pensamientos se dirigen a los sombríos sucesos del 11 de septiembre de 2001, cuando se perdieron tantas vidas inocentes en la brutal agresión contra las torres gemelas del World Trade Center y los ataques sucesivos en Washington D.C. y Pensilvania. Me uno a vosotros al encomendar a las miles de víctimas a la infinita misericordia de Dios Omnipotente y al pedir a nuestro Padre celestial que siga consolando a quienes lloran la pérdida de sus seres queridos.
La tragedia de aquel día se agravó aún más por la reivindicación de sus autores de actuar en nombre de Dios. Una vez más, se debe afirmar inequívocamente que ninguna circunstancia jamás puede justificar actos de terrorismo. Cada vida humana es preciosa ante los ojos de Dios y no se debería escatimar ningún esfuerzo en el intento de promover en todo el mundo un respeto genuino por los derechos inalienables y la dignidad de los individuos y los pueblos en todo lugar.
El pueblo americano debe ser elogiado por la valentía y generosidad que mostró en las operaciones de rescate y por su tenacidad para seguir adelante con esperanza y confianza. Es mi ferviente plegaria que un compromiso firme por la justicia y una cultura global de solidaridad ayuden a liberar al mundo del rencor que tan a menudo desencadena actos de violencia; y creen las condiciones de mayor paz y prosperidad, ofreciendo un futuro más luminoso y seguro.
Con estos sentimientos, extiendo mi más afectuoso saludo a usted, a sus hermanos en el episcopado y a cuantos están encomendados a su cuidado pastoral, y con mucho gusto les imparto mi bendición apostólica como prenda de paz y serenidad en el Señor.
Vaticano, 11 de septiembre de 2011 
BENEDICTUS PP. XVI 

sábado, 10 de septiembre de 2011

En el restaurante

Mientras tomo carrerilla para escribir algo original. os dejo con el Bueno de José Mota