miércoles, 31 de octubre de 2012

Alerta naranja




En la Gran Canaria estamos en “alerta naranja”. Supongo que el siguiente paso será “alerta limón”. Y todo a causa de un viento huracanado que no tiene ni punto de comparación con los que uno ha padecido en el Cantábrico. En Bilbao todo es más grande y más fuerte.
Sin embargo, por culpa del viento, ayer recordé la historia de Jonás, quien, como es sabido, tuvo que ir a Nínive por encargo del Señor para anunciar que la ciudad perecería por sus muchos pecados. ¡Cómo disfrutó Jonás con su báculo de profeta gritando a los cuatro vientos!:
―¡Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida!
Terminado su pregón, se dirigió a su puesto de observación a la sombra de un ricino para presenciar la destrucción de aquella inmensa metrópoli. Su prestigio de profeta estaba en juego.
Pero resulta que los ninivitas hicieron penitencia, se arrepintieron de sus crímenes, Dios cambió de idea y Nínive permaneció en pie.
Naturalmente Jonás se puso furioso; a los hombres nos gusta ser justicieros; que paguen los malos, que los asesinos se pudran, etc. Ya sabéis, lo vemos todos los días en la tele. Para colmo, Dios mandó a un gusano que destruyera el ricino que daba sombra al Profeta, y éste se irritó aún más contra Jahvé.
La historia completa está en el “Libro de Jonás” y muestra hasta qué punto Dios tiene sentido del humor.
¿Y eso qué tiene que ver con la alerta naranja?
Pues resulta que estaba yo encerrado en mi pequeño patio canario, sin otro atractivo que un precioso árbol de flores rojas ―el que fotografié ayer― y a media mañana empecé a quejarme como Jonás de que no pasara nada. El calor húmedo me había embotado la sesera y caí en la tentación de jugar al ajedrez contra el ordenata.
En ese momento se levantó un viento huracanado que lanzó por los aires la silla del patio. Salí al exterior para evitar más catástrofes y entraron por la puerta un centenar de hojas secas. Ya en el despacho, presencié la tragedia: el huracán, inmisericorde, se llevó todas las flores rojas, pétalo a pétalo y el patio se quedó incoloro y calvo.
―Eso, por quejarte ―me dijo Kloster―.
Sólo logré salvar un ramito.
 

9 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ojo! con la "brisa miserable" no se convierta en el ojo de un huracán :)

pacita dijo...

Como el chiste......yo es que del mismo Bilbao no soy..... a ver que pasa con ese viento

Miriam dijo...

Anda... yo que creía que sabía la historia de Jonás, y resulta que solo conocía lo de la ballena
Cuidado con el viento, que el aire no sabe que usted es de Bilbao, y en una de esas, sin guardar el debido respeto a los de su tierra, le da por llevarse su portátil volando

Clara dijo...

Una curiosidad, ¿por qué se quita el reloj...?

Enrique Monasterio dijo...

Otra curiosidad, ¿por qué sois tan curiosas las mujeres?

Clara dijo...

Ahhh, éso es secreto...

AleMamá dijo...

Sí, ¿por qué se quita el reloj? ¿Y cree que con esos vientos podrá usar ese paraguas?
Saludos don Enrique

El búho dijo...

Yo he pensado lo mismo ... Y :
- 15:50 en el ordenador: jo, no hay siesta !

Amalia dijo...

:-D! Me ha encantado su entrada!

Le sigo Don Enrique, soy incondicional de su blog aunque de las calladas ya me conoce :-)

Rezare por las niñas de Arena, y más con esa imagen tan bonita de la Virgen que nos ha puesto!

Hoy ha fallecido un compañero de trabajo, 35 años, 3 niños pequeños. Encomiendemelos mucho!

Un beso grande