jueves, 22 de noviembre de 2012

En el año de la fe (25)


Julián, viejo amigo aunque nos veamos poco, me envía, "demasiado tarde" según él, lo que escribió hace años en un retiro. Piensa que podría servir como comentario al artículo del Credo que habla de la Pasión y muerte del Señor.
No me importa retroceder. Volvamos a estas palabras, ya comentadas:

Por nuestra causa fue crucificado;
(...) padeció y fue sepultado.
 

 

TRIDUUM SACRUM
FERIA VI IN PARASCEVE.
In Nocturno III. Responsorium IX.
(Job 16, 17; Lm. 1, 12)

Caligaverunt oculi mei a fletu meo: quia elongatus est a me, qui consolabatur me. 
Mis ojos se nublaron con mi llanto; porque se alejó de mí el que me consolaba.

A pesar de lo que la prudencia le aconseja a uno, quizá ha llegado el momento de atreverse a imaginar y a contar de nuevo la tristeza de Nuestro Señor Jesucristo clavado en la Cruz. Porque si Dios es el que colgó del madero y en cuanto Dios punto menos que inexplicable resulta lo que significó para Él, Creador, Redentor y Vivificador del mundo, ese definitivo anonadamiento en la persona de su Hijo, quizá sea oportuno considerar que de la Cruz colgó también el fruto del vientre de María, un hombre de carne y hueso, un hombre capaz de pena y alegría, un hombre verdadero.
Por eso puede cometerse la osadía de pensar que en el camino al Gólgota el llanto nubló la poca vista que quedaba a aquellos santos ojos hinchados a bofetadas. Y en pleno atrevimiento, puede uno muy bien imaginar que las lágrimas del Señor en la Cruz no eran de las que arranca a los hombres el dolor del cuerpo -pobre Señor, apaleada ya entonces su bendita carne hasta el límite- sino de las que vierten los hijos de mujer cuando se sienten abandonados en la desgracia, cuando se saben apartados, expulsados, dejados de la mano de Dios.
 
Videte, omnes populi, si est dolor similis sicut dolor meus. O vos omnes, qui transitis per viam, attendite et videte si est dolor similis sicut dolor meus.

Mirad, pueblos todos, si hay dolor semejante a mi dolor.
Vosotros todos que pasáis por el camino, atended y mirad si hay dolor semejante a mi dolor.

Nunca he estado en Tierra Santa. No conozco el Gólgota, pero me lo han representado muchas veces y desde pequeño me lo he figurado otras tantas, así es que puedo imaginar sin mucha dificultad que no lejos de donde se juntaron para siempre Cielo y Tierra, discurría algún camino. Y puesto a ver con los ojos de la imaginación, distingo también a muchos que pasaron aquella tarde muy cerca del lugar donde se obraba la salud del género humano y giraron la cabeza para ahorrarse la visión del espectáculo sangriento. Pero aquel cuerpo clamaba silencioso desde el patíbulo. Grita hoy el mismo grito que los cuerpos de todos los frágiles y de todos los desamparados. Y es el cuerpo de Dios.
 


5 comentarios:

yomisma dijo...

Julián, muchas gracias, es muy profundo. El evangelio de hoy también habla de las lágrimas de Jesús. Verdadero hombre.

Asumpta dijo...

Julian,se nota mucho que es tú Amigo......

fernando Q. dijo...

profundo texto, de profundo reflexión

Fernando Q, dijo...

bonito texto, digno de una profunda reflexión.
Jesús sufrió sin duda, tal y com el Padre le pidió."tanto quería Dios al mundo..."

Cordelia dijo...

Jo. Gracias por retroceder.