lunes, 31 de diciembre de 2012

Un poema para acabar el año







Quizá lo publiqué ya hace años. 
No quiero comprobarlo. Prefiero repetirlo a olvidarlo. 
Es un espléndido poema de José Miguel Ibáñez Langlois, el gran poeta chileno, uno de los grandes de este siglo y del pasado.
Lo titula "Oficio" y habla, en efecto, de su oficio de sacerdote. Y del mío.


 Soy cura
y qué
otros buscan perlas en el fondo del mar
o instalan ojos y oídos humanos en la estratosfera
yo trabajo en éste y en el otro mundo
yo tengo el poder de expulsar demonios de las computadoras
yo transformo leprosos en arcángeles
y mujeres de Lot en estatuas de sal
yo me visto como ni los mismos reyes para celebrar la Misa
yo hablo todas las lenguas de Pentecostés y algunas otras nuevas
yo soy la mano de Dios que borra los pecados más increíbles
yo soy el espejo de Dios que camina por la historia sagrada
otros tocan la flauta a las serpientes artificiales
yo resucito muertos
soy cura
y qué. 

16 comentarios:

pacita dijo...

Felicidades D.Enrique por su vocacion y fidelidad y Feliz Año que siga con todo lo que lleva entrmanos q son las del Señor q actua atraves del sacerdote

Sonia dijo...

En este poema,falta la sencillez y sobra la prepotencia, para mi gusto.
No hace falta vestir como un Rey, ni hacer milagros con leprosos reales o metáforicos,la satisfacción ,pienso yo, en ser religioso será mediada por una especie de secreto, que sólo el religioso y Dios conocen, que se retroalimenta en el servicio alegre y laborioso con los demás.
Pero hay menos "yoes" y más "túes".

Feliz año.

Asumpta dijo...

Es importante tener la autoestima alta ,todos los seguidores de Cristo deberiamos leer este poema de vez en cuando

Anónimo dijo...

Yo creo que coloca a su profesión, su oficio, como la mejor del mundo. Gracias por seguir ejerciéndola bien año tras año.
Que el 2013 esté lleno de cosas buenas para todos.

DAVID DIAZ CRIADO dijo...

Pues a mi me parece sencillisimo y evidentemente no hay prepotencia porque el mismo San Pablo hizo exactamente lo mismo cuando todos pretendian humillarle, es lo mismo de simpre... el sacerdote humillado y despreciado por los mundanos reconoce y exige su dignidad... Alabado sea el Señor que los hizo.

pacita dijo...

Lo que hace falta es alegria y buen humor sobtetodo el ultimo dia del Año!!!!!!

Papathoma dijo...

Se titula "Oficio". No habla de él, por tanto.
La humildad no está reñida con reconocer la grandeza de su Oficio: presta su voz y sus manos -todo su ser en realidad- al mismo Dios. Aniquila su "yo", para dejar que sea Nuestro Señor quien actúe.
La fuerza del poema reside en contemplar las obras de Dios que puede hacer un pequeño instrumento suyo en Sus Manos.

Pablo dijo...

Desconozco los íntimos secretos que se suponen entre un sacerdote y Dios, esos cuya esencia tan oculta afirmas. Quizá lo desconozco porque “no soy cura, y qué”. En cualquier caso, reconozco que no me espanta la monarquía en ninguno de sus sentidos, menos aún en el del poema; que no soy alérgico a la sal –ni a la de Lot siquiera-; no me asustan tampoco las metáforas, menos cuando hunden sus raíces en escenas bíblicas. Alabada sea -en mi opinión- la prepotencia ¡ojalá florezcan muchos más poemas al calor de esa ¿falta de sencillez?!
Concluyo con una idea que quizá debía haber incluido antes: negarle el “yo” a un poema es negarle su punto de partida. Rilke, que hasta donde yo sé tiene muy poco que ver con Ibáñez Langlois, sostenía que la poesía nace del interior del poeta. Sin esa definición primera, sin la aceptación de “soy quién soy y me da igual lo que otros piensen”, “soy cura y qué”, es imposible llegar a cualquier “tú”.

Sonia dijo...

Los secretos Pablo, son eso.. secretos, y no es tanto en su esencia como en su contenido, a laparticular relación entre un sacerdote y Dios que se establecen.Hay un contrato íntimo, que creo que no es posible traducirlo,allí donde las palabras se quedan muy cortas.
No espero que la prepotencia sea alabada, pero respeto tu opinión.
No niego el yo, al poeta, sería extraordinario que nos escribiera desde la no-existencia real, o ni tan siquiera Real, no.
Claro, sin ser no se puede hacer, en eso ya estamos, pero quizá, y eso me gustaría avanzar es en ser para los demás,aveces rozando incluso en la balanza al yo.
Nada más.
Por lo demás el poema, como casi todo lo que escribís y escribe "el jefe" estupendo.
Feliz Noche.

Enrique Monasterio dijo...

Es bien conocido que San Josemaría Escrivá decía con frecuencia, como jaculatoria, una especie de letanía: “no valgo nada, no tengo nada, no puedo nada, no sé nada, no soy nada, ¡nada!".
Por lo que sé, muchas veces lo repetía antes de la Consagración, en la Santa Misa. En esos momentos solía añadir: “¡pero soy Cristo!”. Y es que, en efecto, el oficio del sacerdote es el más grande y el más humilde de todos.
Es el más humilde porque el fruto de su trabajo depende enteramente de Dios, no de su técnica ni de su sabiduría humana. ¿Quién soy yo para perdonar los pecados o para traer a mis manos el Cuerpo de Cristo Resucitado?: no soy nada, no puedo nada, no valgo nada…
Sin embargo no hay oficio más grande. El sacerdote no es un instrumento sin alma, como un pincel o un bisturí. Cuando proclama “yo te absuelvo de tus pecados”, ese “yo” tiene todo el poder del “yo” de Cristo y no sale de una máquina parlante, sino de una voluntad libre. Y cuando dice “mi cuerpo”, sabe que, en ese instante, habla del Cuerpo de Cristo, que es suyo también.
Hoy, al terminar este año, podía haber elegido un poema que me recuerde que no soy nada; pero he preferido éste, que habla ―con potencia, sí, no con prepotencia― de la grandeza de mi trabajo, que me incorpora a Cristo y me hace instrumento en sus manos.
Solo desde ese “Yo” puede el sacerdote entregase plenamente a sus hermanos, como Cristo se entregó.

Sonia dijo...

Gracias por sus palabras sabias. Da gusto ver lo que ama su oficio.
Feliz Noche.
Feliz año a todos.

Cordelia dijo...

Jopé.

yomisma dijo...

El poema es precioso. Espero que ayude a muchos sacerdotes vapuleados este año, y les llene de la "prepotencia" de saberse entre el Cielo y la tierra.

Vila dijo...

El poema me ha gustado muchísimo: fuerte, claro y con la cabeza bien alta. Y no recuerdo haberlo leído con anterioridad (por si le sirve de referencia mi radar).

Y el leer su comentario adicional me ha llenado de alegría. No puedo explicar el por qué.

Solo puedo decir que seguiré rezando por usted a diario y por todos los sacerdotes. Da gusto encontrarse con sacerdotes que están orgullosos de serlo y que les sale por los poros su "oficio".

Bendito Oficio ¿qué sería de nosotros sin ustedes?. Yo tengo claro que yo sería un desastre y no estaría dónde estoy ahora.

Y por supuesto os deseo a todos un Feliz Año!!

Asumpta dijo...

Sonia,te he entendido perfectamente.Creo que te han molestado las formas del poema y no el fondo.YO lo he tenido que leer tres veces,por eso de que a la tercera vá la vencida,y me ha vencido el fondo.

Antuán dijo...

Que muy bien! Orgulloso de su servicio. Si al fin y al cabo todos servimos y si no servimos ¿que hacemos? somos unos inutiles y parasitos de la sociedad. Pienso. Adiosle