viernes, 13 de septiembre de 2013

Mi Valencia.




―¿Qué te parece? ―me pregunta Enrique con la mano extendida hacia el cielo―.
―Imponente.
En efecto, la Ciudad de las Artes y las Ciencias impone a cualquiera. No hay más que ver la cantidad de turistas que hay ahora mismo dentro de los edificios y en sus alrededores. Pero no he dicho todo lo que pienso.
Me gusta que las ciudades sean acogedoras, familiares; no demasiado grandes ni estridentes, con callejuelas donde se oigan voces humanas y rincones cálidos que parezcan una prolongación del propio hogar. Me gusta que cada pueblo tenga un color, un aire propio, una personalidad que lo haga distinto. Estas grandes (y probablemente hermosas) construcciones de Calatrava se me aparecen como un escenario sin alma, un gigantesco plató de Hollywood que podía trasladarse a cualquier otra ciudad del mundo.
Veo a mi alrededor muchas máquinas fotográficas y esos teléfonos móviles con cámaras de gran resolución. Claro; estos edificios piden a gritos una foto. Son hermosos, brillan al sol y se contonean como estrellas de cine en la alfombra roja. Yo en cambio sigo buscando la Valencia que viví en los años 70: la calle de la Paz, la Plaza de la Virgen, San Vicente; aquella cafetería sin nombre donde tomaba un café a las 7 de la mañana; Trinquete de Caballeros, San Juan del Hospital...
Siempre me ha gustado volver a ver las viejas películas que me sé de memoria; películas que forman parte de mi vida. Debe ser eso.
En Valencia he tratado a cientos de personas; he visto conversiones y vocaciones. He sido testigo de algunos milagros y de mil historias que seguramente no han terminado todavía. No puedo olvidar que hace muchos años prediqué a los jóvenes de esta ciudad en la Basílica de la Virgen de los Desamparados con motivo del 25º aniversario de su coronación. No sé por qué me lo pidieron a mí, pero desde aquel día soy valenciano.
No, Enrique, no insistas. Veamos la película otra vez y demos gracias a Dios. No me interesan nada los nuevos edificios del viejo cauce del Turia.


13 comentarios:

Todoslosnombres dijo...

Yo también soy valenciana. Porque mis abuelos lo eran; porque mi madre todavía me sigue riñendo en valenciano; porque siento devoción por los desamparados y por su Virgen, y aunque suene algo cursi, por la paella y toda la gama de arroces que allí se cocinan.

Vaya transformación de Valencia y alrededores. En Xátiva ni rastro de la churrería donde tomaba con mis primos aquel chocolate; los vecinos de Vallada ya no me preguntan "¿ets forastera?" cuando llego, porque ahora casi todos son forasteros.

Pero lo que más me irrita, lo que me puede, son esas nuevas "avenidas" llenas de adosados, esas discotecas prefabricadas... todo cartón piedra. Aunque a los jóvenes lugareños se les ve contentos y creen que sus pueblos son modernos. Hay algunos que todavía suben a la ermita por las tardes, en verano.

Por cierto, a Calatrava le ha denunciado el gobierno italiano por causar daños al erario público; y aquí en España, algunos de sus proyectos están teniendo problemas. ¡Qué cosas!.

¡Che Don Enrique, gracies per les seves lletretes y un chin-chin, amb orxata!














Altea dijo...

Mi tía de 92 años dice cosas parecidas de "su" Valladolid.

Todoslosnombres dijo...

Altea: Porque "su" Valladolid le ha dado 92 años de razones...

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo con el comentario de Calatrava... Es mas, me parece demasiado moderado!!!

yankee dijo...

Pues si yo os contara cómo se están cargando Sevilla.... Qué manía les ha entrado con el hormigón y el granito!
Afortunadamente, todavía quedan rincones preciosos, y barrios olvidados por los políticos que, gracias a eso, conservan su esencia.

Anónimo dijo...

Respecto al tema Calatrava, recordar que ya hace muchos años el gran ingeniero (y muy poco mediático) D. Javier Manterola, definía a Calatrava, como "el rey de la silicona, consigue un aspecto externo apabullantes, pero con muy poco contenido..." y le acusaba de repetir soluciones en lugar de innovar.

Llumla dijo...

Cuánta razón tiene. Bonito post. Bonito recuerdo de su Valencia.

pacita dijo...

Como haya algún pariente de Calatrava en el globo.......!

Eugenio dijo...

¿Es que alguien ha insultado a Calatrava?

Papathoma dijo...

Creo que perdí el comentario que estaba escribiendo. Mejor, porque era largo. Lo resumo: lo mejor de los lugares son sus gentes y las historias vividas en ellos.

Fernando Q. dijo...

Las raices están allí donde uno las siente. Me encanta ver a un vasco sentirse llegar a casa al volver a Valencia. Yo, de cádiz, siento algo parecido al ir a Badajoz, tierra de mi mujer. O al visitar Cartagena, donde nació mi padre. Pero, la verdad, el sentimiento local puede llegar a ser, con todos mis respetos, un poco limitante.
Y todo el que haya vivido en el Extranjero (esos sí que son forasteros), sentirá nostalgia de nustra casa común. Sobre todo al recordar la -todavía- fortísima influencia Católica en España.

Antuán dijo...

Está muy bien eso de recordar los lugares y buenos recuerdos de años atrás más que como una película como la realidad. ¿y que pasa con Calatrava? se deben referir a otra porque yo soy de Argamasilla de Calatrava un pueblo pequeño pero tiene sus recuerdos para mi, se pierde en la llanura de la Mancha y ya se une con Puertollano pero tienen su aquel. Adiosle

Anónimo dijo...

Para gustos, colores. A mi me gusta mucho la Ciudad de la Artes y las Ciencias de Valencia. Los edificios son obras de arte moderno. Y también me gustan La Catedral, la Basílica, el Migueleta, la estación....