miércoles, 31 de diciembre de 2014

Feraz año Nuevo




Coplas asturianas para acabar el año




El tiempo vuela fugaz.
El año no fue feliz,
al contrario, fue falaz
triste, corrupto y voraz,
como un cuento sin perdiz,
como perdiz sin arroz.
Fue un año de mucho juez
(uno se llamaba Ruz);
de cacos sin antifaz
ni garfio ni cicatriz,
de ladrones con disfraz;
de estrechez y estupidez,
de burgueses avestruz,
que escondían la testuz
de la luz.
Va llegando la vejez,
se marcha la juventuz,
Queda lejos la niñez.
Pero me da en la nariz
que el 15 será feraz.

Tengamos la fiesta en paz.




Muchas felicidades a todos los que vuelan en mi globo

lunes, 29 de diciembre de 2014

El valor y los "valores"

A Blas de Lezo
Querido Almirante:
¡Válgame Dios, y qué pedazo de estatua acaban de dedicarte en Madrid! Digo pedazo y digo bien, porque tú mismo apareces hecho añicos: cojo, tuerto y manco. Sin embargo luces con tanto orgullo tus carencias anatómicas que no sé cómo se atrevieron a llamarte mediohombre los soldados que combatían a tu lado. Por dentro fuiste hombre de una pieza. Te merecías haber nacido en Bilbao, pero fuiste humilde hasta en eso y viniste a este mundo en Pasajes, provincia de Guipúzcoa, que, francamente, no es lo mismo.
¿Cómo prefieres que te nombre en esta carta? ¿Qué título pongo antes de tu apellido? Lo de Marqués de Orvieco se me antoja una broma. Nadie te llamó así en vida, ya que te hicieron aristócrata después de muerto, o sea, cuando ya no molestabas a nadie. Seguro que ahora prefieres ser recordado sólo como Almirante.
Tu historia es tan fantástica como desconocida: empezaste tu carrera militar con 17 años. En la guerra de sucesión española, te enrolaste como guardiamarina, y en la batalla de Vélez-Málaga te volaron la pierna izquierda de un cañonazo. Allí mismo te dejaste operar sin anestesia.
Dos años más tarde, en la misma guerra, perdiste un ojo por culpa de una esquirla que saltó tras un disparo del cañón. Y a los 26 años, un balazo de mosquete te dejó manco para siempre. 
Nada de eso te frenó cuando tuviste que enfrentarte, con apenas 6 barcos, a 195 navíos ingleses, en la defensa de Cartagena de Indias. Fue una batalla humillante para los británicos, quienes, creyéndose vencedores, llegaron a acuñar monedas conmemorativas de una victoria que nunca llegó para ellos.
Me he extendido recordando tu historia, porque todavía hay españoles que no la conocen. Si hubieses nacido en América del Norte, Hollywood te habría dedicado unos cientos de películas. Aquí sin embargo tenemos la fea costumbre de ignorar —incluso de repudiar— las hazañas de nuestros héroes. Nunca hemos necesitado que nos inventen una leyenda negra los de fuera. Nosotros solos las elaboramos con auténtica pericia.
El caso es que yo tenía ganas de escribir sobre una virtud que tu cultivaste en grado máximo y que lamentablemente se cotiza a la baja. Me refiero a la valentía, el valor, el coraje, la bizarría, el arrojo, la intrepidez, la bravura…
Como ves, andamos muy bien de sinónimos. Claro que casi todos son arcaísmos, vocablos ajados por falta de uso.
Según el diccionario  de la Academia, se entiende por valor aquella "cualidad del ánimo que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros". ¡Bien por el diccionario! Ahora solo cabe esperar que en próximas ediciones no modifiquen la definición poniéndola en pretérito, como si se tratase de una vieja virtud practicada en épocas pasadas.
Estoy exagerando, por supuesto. También ahora hay hombres y mujeres valientes, dispuestos a jugarse un ojo de la cara y hasta la vida entera en las muchas batallas que plantea la existencia ordinaria. Pienso, por ejemplo, en esos "padres y madres-coraje" que, para defender a sus hijos, han sabido enfrentarse y derrotar a dragones más peligrosos que los de Harry Potter; y en los que no tienen miedo a llenar sus casas con muchos niños, con risas y lágrimas, con bullicio, batallas, llantos contagiosos y sudores de fin de mes.
Sigue habiendo héroes este siglo, querido Almirante. Lo malo es que no está de moda aplaudir sus hazañas. Es más, cuando se habla de "educar en valores", pocos piensan que el valor (la valentía) sea un "valor". A los niños se les manda que sean cautos, que huyan del peligro, que por nada del mundo arriesguen su vida o su integridad física.
Según una reciente encuesta, sólo un 16% de españoles estaría dispuesto a defender España con las armas, si fuese atacada. Aquellos castellanos y aragoneses que hace cinco siglos se lanzaron —con vascos y extremeños a la cabeza— a la conquista de América, ya no quieren luchar para apoderarse de nuevos territorios ni para defender el suyo.
No sé lo que pensarán esos adolescentes blanditos cuando vean tu estatua. Quizá que, con una pata de palo, no vales para jugar al fútbol.  

Los pastores


Estaba amaneciendo cuando oí la voz de María:
—Me parece que alguien quiere pasar.
Yo había cerrado la entrada del establo con unas tablas y las ramas de un olivo para protegernos mejor del frío. Así que me levanté para mirar a través de un pequeño ventanuco.
Inmediatamente reconocí el rostro de uno de los pastores.
—¿Qué ocurre, Rubén?
El pastor bajó la mirada como avergonzado:
—Ha nacido el Niño, ¿verdad?
—Ya veo que lo sabes todo… Sí, y es precioso.
Sonreí para tranquilizarlo y quité las tablas de la puerta.
—¡Es verdad! —exclamó—; está en el pesebre, como dijo el Ángel.
Detrás de Rubén entró su hijo, el pequeño Zabulón, y  siete pastores más. María se había incorporado para recibir a sus visitantes y no dejó de dar las gracias sonriente a cada uno cuando se postraron ante Jesús. A Zabulón, como era sólo un chiquillo, le dio además un beso y un abrazo mientras le decía algo sobre su madre, que hizo llorar al pequeño.
El último en marchar fue precisamente Zabulón. Quería quedarse con nosotros y sólo accedió a irse cuando su padre le autorizó a volver a cuando quisiera:
—¿Te gustaría encargarte de traer ropa y comida, y de hacer lo que te pida la madre de Jesús?
—El niño respondió que "claro" con su media lengua de trapo, y lo tuvimos varios días a nuestro servicio.  Incluso nos trajo un perrillo, según él "para hacer guardia".
Tres días más tarde llegó al establo, me tomó de la mano y dijo:
—Tienes que venir a ver tu nueva casa. El Ángel me ha pedido que te la enseñe.
Yo, que ya había aprendido a confiar en el pequeño pastor, le seguí sin  dudar un instante. Desde ese mismo día vivimos en el centro de la ciudad, en una casita tan espaciosa que incluso me sirve de taller. Los vecinos nos han recibido con alegría, porque necesitaban un artesano que arreglara el horno.
Hemos empezado a ganar dinero y, aunque Zabulón dice que prefiere ser pastor como su padre, lo cierto es que me ayuda mucho y aprende deprisa a trabajar la madera.


sábado, 27 de diciembre de 2014

Un año mariano para la familia



Como sabéis la mayor parte de los viajeros de este globo, mañana, solemnidad de la Sagrada Familia, empieza para los fieles del Opus Dei un año mariano en el que pediremos a la Santísima Virgen por todas las familias del mundo.
El Prelado de la Obra, siempre en sintonía con las intenciones del Romano Pontífice, nos anima a que recemos para que se fortalezca la institución familiar; para que sea generosa transmisora de vida y de fe, y para que aumente el número de hogares "luminosos y alegres" que sigan el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret.

jueves, 25 de diciembre de 2014

El Belén de Solavieya


Aún no conozco el de "el otro lado", pero no pierdo la esperanza de verlo un día de éstos


Navidad


¿De dónde venía la música? ¿Y qué instrumentos y qué voces eran capaces de de crear tanta belleza?
Echado a los pies de mi Esposa, me encontraba rendido de cansancio y  no lograba abrir los ojos. Pensé que, si me despertaba del todo, se rompería el hechizo, que aquel cántico sublime se disolvería en el aire sucio del establo; y yo quería seguir oyéndolo y disfrutándolo un poco más.
Hasta que, de pronto, en medio de la melodía, oí el llanto inequívoco de un niño.
Me puse en pie de un salto. María sostenía a Jesús sobre sus rodillas y había empezado a ponerle unos pañales. El recién nacido tenía los ojos cerrados con mucha fuerza, como si no se atreviera a abrirlos, y lloraba desconsoladamente con gritos y lágrimas. Su Madre entonces lo apretó contra su pecho y le cantó una canción de cuna que jamás había oído antes. El Niño se calmó al momento y mi Esposa me miró con esa carita de guasa que sólo ella sabe poner de vez en cuando.
—Ya ves, José —parecía decirme—. Estabas tan dormido que me dio pena despertarte.
En ese instante caí en la cuenta de que no estábamos solos. El establo se había llenado de ángeles. Eran ellos los que cantaban y bailaban alrededor del pesebre mientras la orquesta del Cielo ponía el contrapunto.
Pero a mí no me distrajeron los ángeles: yo sólo tenía ojos para María y el Niño. Me acerqué a ellos y pregunte:
—¿Puedo…?
—Es tu Hijo —respondió la Madre de Dios—. Tómalo en brazos y cómetelo a besos, si quieres. Tú debes ponerle el nombre que nos dio el Ángel. ¿Verdad que es guapo?
Lo tomé en brazos y lo elevé en alto. Jesús entonces abrió los ojos y me miró. Seguro que era guapísimo, pero mis propias lágrimas me impidieron comprobarlo. 



miércoles, 24 de diciembre de 2014

Nochebuena

Las gentes de Belén son generosas. Ana, una viuda anciana, que vivía a poca distancia del establo, vino por la mañana con un pan enorme y una jarra de agua.
—Tu esposa necesita alimentarse —me dijo—. Y tú también, que eres joven. Yo me conformo con poco. Sólo espero que el Altísimo me llame cuanto antes.
Al fin la convencimos de que compartiera con nosotros la comida y hasta se bebió un vaso  del vino que nos regaló Elías.
—¿Elías, el herrero?
—Ese mismo.
—Es un buen israelita, honrado y temeroso de Dios.
Después de almorzar, María entonó una canción muy dulce, una especie de nana que ella misma compuso cuando salimos de Nazaret, y Ana se durmió como una niña chica. La nueva estrella que vino de Oriente ya había ocupado su puesto en lo más alto y su brillo competía con el de la luna en cuarto creciente. Hacía calor, pero me acerqué a unos pastores que acampaban en la cercanía, para pedirles que me prestaran algo de abrigo para mi Esposa.
De regreso, descubrí algo extraordinario: entre unas rocas había un puñado de lirios enormes de color azul; los más hermosos que había visto jamás. Los corté con sumo cuidado y compuse un ramo lo mejor que supe.
Mi Esposa dormía con tanta paz que no se me ocurrió despertarla. Puse el ramo de flores a sus pies y me senté para contemplarla a gusto, hasta que el sueño me venció también a mí.
En el duermevela me sentí envuelto en el aroma de aquellos lirios que parecía llenar todo el recinto haciéndome olvidar el hedor del establo, y hasta creí oí los primeros acordes de una música indefinida, como si alguien estuviese afinando las cuerdas de un arpa lejana.
Era cerca de la medianoche.  


Dios en pañales


La revista "Troas" me publica este mes un breve artículo sobre la Navidad. Aquí lo tenéis:

Si la Encarnación del Hijo de Dios hubiese sido una fábula, un invento humano, la Navidad habría sido muy distinta. Jesús habría aparecido en este mundo de repente, en plenitud de vigor físico, como un superhombre dotado de poderes fantásticos. Tal vez habría llegado en una nave espacial o en un trineo mágico arrastrado por renos voladores de cuernos fluorescentes.
Sin embargo a Dios prefiere las cosas más sencillas.
El pregón de la primera Nochebuena —el más solemne de la historia— lo divulgó un Ángel. Era lo que cabía esperar. Y, por supuesto, dio una señal inequívoca a los pastores para que identificaran al Dios recién nacido. ¿Acaso un baile de estrellas en el cielo? ¿Un espectáculo de luz y relámpagos con música celestial? Ni mucho menos:
—Esto os servirá de señal —anunció—: encontraréis a un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre.
Pues valiente señal. ¿En qué va a estar envuelto un recién nacido? ¿En mantas de Palencia? ¿Y qué hacen unos pañales en la boca de un Mensajero del Cielo?
¡Dios en pañales! ¿Cuándo se ha visto algo semejante? Para colmo, hasta el Catecismo de la Iglesia Católica, que es un tratado teológico de gran rigor, habla de esos pañales y asegura que son "signo" del Misterio de Cristo (Cfr. n. 515).
Todo es así de escandaloso en Navidad. Dios quiso necesitar pañales, y agua y jabón para lavarlos. Y necesitó una Madre que lo llevara en su seno nueve meses, como cualquier otro niño, y unas manos femeninas que lo acariciaran, y unos pechos que le dieran alimento. Dios descansó inerme y abandonado en los brazos de una chiquilla ante la mirada embobada de un artesano. Dios "necesitó" una familia para ser verdadero hombre.
¿Es cierto lo que acabo de escribir?: ¿"necesitó"? Me temo que no. Él pudo haber venido a la tierra de mil maneras. Y, para ser "realmente humano" bastaba con que tuviese cuerpo y alma como nosotros. Y, por tanto, inteligencia y voluntad. Y debilidades y pasiones…  
Hasta aquí lo que explican los teólogos clásicos. Sin embargo, Jesús quiso algo más: una estirpe con una tradición y una cultura propias, una lengua aprendida en casa, con su acento regional y sus errores; una Madre que le enseñara a caminar, a vestirse solo, a manejar las manos, a no hacer porquerías, a comer, a obedecer; un padre que le iniciase en el oficio de artesano y le contara viejas historias al son de la sierra y el martillo.
De todo esto nos habla la Navidad. Por eso decimos que es un tiempo "de familia" y "para" la familia. No porque lo disponga la publicidad de unos grandes almacenes. Este es un tiempo para descubrir que en los pañales de un niño podemos encontrar a Dios. Que, en ese mundo pequeño, hecho de tradiciones mínimas, de chistes privados, de pequeños enfados y lágrimas compartidas, de recuerdos comunes y risas, hay "un algo divino", una huella del Dios hecho hombre, que nació entre pañales.
Y así crecía, según San Lucas, en estatura, en gracia de Dios y en sabiduría.

martes, 23 de diciembre de 2014

Mañana, nochebuena


Dormimos unas pocas horas. Por la mañana, registré nuestros nombres ante los encargados del censo y volví al establo con cierta premura. María había salido a caminar por los alrededores y yo aproveché para adecentar lo mejor posible el pequeño cobertizo que iba a servirnos de vivienda hasta que naciera el Niño. El tiempo había cambiado: brillaba el sol con fuerza y hasta los pájaros pensaron que regresaba la primavera.
Con unas maderas y las pocas herramientas que traje desde Nazaret, me dispuse a fabricar una cuna. Quería dar una sorpresa a María, pero trabajé demasiado deprisa y un clavo traidor salió volando y se perdió en medio del barro.
Andaba yo buscándolo de rodillas cuando me sorprendió la llegada de María. Ni siquiera oí sus pasos. Se sentó a mi lado, y su mano se posó sobre mi cabellera alborotada, con la delicadeza de una paloma.
—No busques más, José. La cuna es preciosa, pero aquel pesebre bastará. ¿Ves qué bueno es el Señor? Hoy nos concede un día de sol y a mí me ha regalado un esposo que ha sido capaz de convertir una cuadra en un hogar.  ¿Cómo has conseguido este aroma?
Tenía razón mi Esposa: a pesar de que ya había entrado el invierno, la brisa del sur nos trajo  una insólita fragancia de alhelíes, que no nos abandonó mientras estuvimos allí.
—Esta tarde —le dije— vendrá mi prima Raquel. Me ha dicho que te ayudará cuando llegue el momento. Ha tenido cuatro hijos y todos sanos.
María, sentada en el suelo, miraba al cielo a través de un pequeño ventanuco. En sus grandes ojos negros se reflejaba la luz plateada de una estrella.
—¿La has visto? —me dijo—. Viene de Oriente y nos ha seguido durante todo el camino. Pronto estará sobre nosotros. 

Un belén para comérselo




Lo han hecho en La Asociación cultural Prados, de Valladolid, y, en efecto, es lo que parece: un belén de chocolate. Me pregunto si las asociadas que participan en la labor cultural de ese centro serán capaces de respetarlo hasta reyes, o se les escapará algún que otro mordisco.






lunes, 22 de diciembre de 2014

Faltan dos días


Belén es una ciudad pequeña, pero también muy importante para todo buen israelita, porque aquí nació el Rey David, a cuya estirpe pertenezco.
Antes de emigrar a Galilea, mientras viví en Belén, nos conocíamos todos. Por eso, cuando regresé con María aquella noche, pensé que sería muy sencillo encontrar un lugar donde alojarnos y descansar. Pero la ciudad estaba abarrotada de viajeros que habían llegado para inscribirse en el censo. Sólo mi prima Raquel, que tenía la casa llena de parientes, se ofreció a quedarse con María unas horas mientras yo cumplía con los trámites legales.
No me costó convencerla: ella necesitaba recuperarse del viaje y yo, entre tanto, buscaría un alojamiento mejor donde pudiera nacer el Niño.
No conseguí nada en toda la noche. Los judíos nunca rechazamos a un pariente o a un peregrino que busque posada. Y menos en Belén, a un descendiente de David. Pero mi Esposa necesitaba mucho más. ¡Si hubieran sabido quién era! ¡Si hubiesen recibido, como yo, el mensaje del Ángel...!
Ya de madrugada, calado hasta los huesos por la lluvia, que había empezado a media noche, supliqué a Jahvé que nos mandara desde el Cielo un palacio para María y para Jesús. Yo dormiría en el establo que me había ofrecido Joaquín, el dueño de la hospedería, pero Ella no.
—¡Es tu Esposa, Señor! —pedí con todas mis fuerzas—. ¡Es la Madre de tu Hijo!
Cuando regresé a la casa de Raquel, María me aguardaba en la puerta, protegida de la lluvia por una larga estola de piel. No tuve que decirle nada. Ella siempre parece adivinarlo todo. Me miró y sonrió como una niña traviesa, sin la menor sombra de duda o tristeza:
—Vamos a ese establo, José. Si te vieras… Das miedo. Tenemos que hacer fuego y secarte esa ropa; no sea que caigas enfermo. 

domingo, 21 de diciembre de 2014

Faltan tres días


Después de cuatro días de camino llegamos a Belén de anochecida. El Cielo se había cubierto de nubes y el viento helado de Poniente nos hizo aligerar el paso. Yo no estaba cansado, pero María tiritaba a mi izquierda. Se había bajado del borrico pocas leguas antes y, aunque nunca dejó de sonreír, se apoyó en mi brazo con un gesto de fatiga:
—Prefiero caminar para entrar en calor —dijo—.
—Ya falta poco —le contesté—.
Empezaba a clarear por el Oeste cuando el crepúsculo nos regaló un sol enorme, rojo que encendió en un momento el horizonte. Miré de nuevo a mi Esposa para mostrarle el espectáculo; pero ella iba ensimismada, hablando sin palabras con el Hijo que llevaba en su vientre.
Cuando la veía así, yo procuraba tomar parte en ese diálogo, como en un juego:
—¿Qué nos dice Jesús esa tarde?
María se rió como si hubiese dicho algo muy gracioso:
—Está contento e impaciente por venir a tus brazos. Quiere que yo también me ponga en tus manos y que te quiera mucho, mucho.
Gracias a la luz rosada del atardecer, no se dio cuenta de que me había puesto colorado.
 



sábado, 20 de diciembre de 2014

Desde mi balcón

Dice un villancico andaluz que "en el cielo se alquilan balcones para un casamiento que se va a hacer. Que se casa la Virgen María con el Patriarca Señor San José".
A cuatro días de la Nochebuena, canto yo esa copla cada vez que me asomo al balcón de mi dormitorio por la mañana. Es el momento más estimulante del día. Amanezco con vistas al jardín desde un balcón señorial, que parece alquilado en el Cielo para las grandes solemnidades.
Hoy hemos amanecido con bruma y un leve sirimiri que, según dicen, durará poco. Los augures del clima anuncian una Navidad "serena" y soleada. Yo aplaudo la serenidad, pero casi preferiría que continuase el orvallo regando el jardín; y no echaré de menos el frío reseco de Castilla. Si acaso, el Cielo tachonado de estrellas.
Ayer leímos en el Evangelio de la Misa el anuncio del nacimiento de Juan Bautista. El caso es que hasta ahora no había caído en un pequeño detalle: el Arcángel San Gabriel dice a Zacarías que su hijo no beberá vino ni sidra.
No soy experto en exégesis bíblica, pero supongo que el Ángel sólo trata de evitar que el Precursor del Señor beba sidra en Israel, es decir, lejos de Asturias. Aquí las cosas son diferentes. Nadie puede resistirse a catar un culete de sidra, bien escanciada por un paisano en un chigre o una espicha. 



viernes, 19 de diciembre de 2014

Por el jardín de Solavieya


Después de apenas una hora de estudio, salgo al jardín de Solavieya con los prismáticos colgados al cuello y un teléfono con cámara de fotos. Ha amanecido un día de sol radiante. No espero ver pájaros exóticos, pero quién sabe; estamos cerca del mar y de vez en cuando sobrevuelan la finca bandadas de aves oceánicas u otras especies costeras. 
 El jardín de Solavieya ha madurado con los años, y hoy me envuelve en una sinfonía silenciosa de luces verdes. La mayor parte de los árboles son de hoja perenne y se mantienen lustrosos como si fuese primavera. El prado, muelle y acogedor, no despide al paseante con esos letreros tan habituales en la Meseta: "respeten el césped". Aquí la mejor forma de respetarlo es usarlo como alfombra y sentarse  en el suelo para vivirlo y descansar en él.
A mi lado camina deprisa una motacilla  alba —la familiar lavandera blanca— que mueve rítmicamente la cabeza a cada paso. De vez en cuando cruza el cielo una pareja de tórtolas turcas, las mismas que se posan por la mañana en el balón de mi dormitorio.

Rezo el Ángelus en la ermita antes de regresar a casa y doy gracias a la Virgen por haberme traído a Asturias un año más.






jueves, 18 de diciembre de 2014

Y hablando de teatro, una recomendación de este globo.



¡Atención, Amaia, Iker, Javitxu, Aitor, Gorka, Nekane...!
Los días 27 y 28 de este mes, se presenta el Teatro Campos Elíseos de Bilbao (c/Bertendona 3)  "La Leyenda del unicornio", un grandioso Musical Infantil dirigido a familias con niños de 2 a 10 años. Un plan superbueno para estas Navidades. 
La Leyenda del Unicornio es la última creación de Javier Muñoz,  productor, compositor, director de teatro, autor de musicales bien conocidos y fundador de Jana Producciones
Javier Muñoz ha escrito, compuesto y dirigido diversos musicales entre los que destacan: “Antígona tiene un plan”, que recibió 2 premios nacionales MAX de las artes Escénicas y otras 9 nominaciones; “Blancanieves Boulevard”, Mejor Musical 2010 y nominada en 10 categorías a los Premios Nacionales de Teatro Musical del presente año; “En nombre de la Infanta Carlota”, recomendada por la revista “Teatros 2003” como una de las mejores producciones del año en España. 
La leyenda del Unicornio”, adaptada a cine de animación, fue nominada a los Goya y premiada como el mejor soporte literario en el Festival de Cine de Cartagena.  
Haced click en estos  links y alucinaréis. Y ya podéis ir sacando las entradas:
http://www.laleyendadelunicornio.com/
https://ticket.kutxabank.es/janto/main.php?Nivel=Evento&idEvento=LEYENDAUNICORNIO 


  

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Esto también es un anuncio


Me lo envía la directora de la representación teatral. Espero que les salga muy bien.

Otro anuncio



Aunque no lo parezca, se entiende la mar de bien. Y es divertido

El anuncio de la semana


No hacen falta palabras. La Navidad suena así en todas partes.

martes, 16 de diciembre de 2014

Dejadme descansar sólo unos días



Ya estoy en Asturias, en la misma habitación de Solavieya que ocupé el año pasado y el anterior. Al otro lado del balcón nada ha cambiado: el mismo jardín, la misma puesta de sol y la vieja sequoia. Mañana vendrá la tórtola, se posará en la ventana y me traerá en el pico esa chispa de inspiración que necesito para cantar a la Navidad.
A lo mejor ha venido ya y no quiero reconocerlo. Es posible. Dejadme descansar un par de días, que me hace falta.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Escupitajos aforados


Hace unos días, en un viejo bar de pueblo, vi que colgaba en la pared un vetusto y entrañable cartel de la posguerra en el que a duras penas podía leerse:
"Por higiene, prohibido escupir".
Mi amigo Kloster me hace notar que hemos mejorado mucho: ya nadie escupe en los bares.
—Los únicos que escupen son los futbolistas —continúa—. ¿Te has fijado? Cada vez que la tele nos presenta el primer plano de un jugador, escupitajo que te crió. Supongo que lo hacen para mantener bien regado el campo.
—Tienes razón, amigo; pero hay otras escupideras igualmente distinguidas. Internet, sin ir más lejos…
—Y el Parlamento —me interrumpe—.
—¿Tú crees?
—Lo creo. Claro que son escupitajos con inmunidad parlamentaria; gargajos aforados, salivazos democráticos.
Cuando Kloster se embala, lo mejor es no interrumpirle.
—¿Has visto lo que está ocurriendo con el fútbol? Nuestras sabias autoridades han decidido cerrar los estadios en los que se insulte gravemente al árbitro o al equipo contrario. De ahora en adelante los aficionados del Betis no podremos decir a gritos lo que pensamos del Sevilla y del sevillismo. Y ya no nos dejan mentar a la mamá del árbitro, como es tradicional en nuestra Patria.
—¿Y te parece mal?
—No, por Dios. Yo comprendo que para ser verdaderamente progresista, será necesario prohibir un montón de cosas más. La libertad es reaccionaria, colega…
—No te pases, Kloster. Hablábamos de los escupitajos.
—Eso. Pues ahora resulta que una parlamentaria del montón, de esas que no hablan nunca, ha recibido al recién nombrado Ministro de Sanidad llamándolo "verdugo de las mujeres".
—¿En serio?
—Completamente.
—Por mucho menos cerrarían el Bernabeu. ¿Crees que cerrarán el Parlamento?
—No te quepa la menor duda. Y pondrán un letrero: "por higiene democrática, prohibido escupir". 


miércoles, 10 de diciembre de 2014

El anuncio de la semana

La otra carta

Espléndido anuncio. Dicen que Ikea hizo un experimento con 10 familias reales.

Tajamar se supera

Esto es mucho más que un villancico. Es una peli merecedora de un Oscar.

domingo, 7 de diciembre de 2014

En medio de mi sequía literaria llega nuestro amigo Enrique García-Máiquez con su artículo del domingo para el Diario de Cádiz. Habla de un respingo y una rotonda dedicada al Fundador del Opus Dei.



POR mucho que algunos lectores se esperasen de mí, antes o después, este título, bastantes habrán dado un respingo. En realidad, no cumplo sino con mi obligación periodística y doy cuenta de la más estricta actualidad provincial. Ayer, en Jerez de la Frontera, se puso a una rotonda el nombre de "San Josemaría Escrivá de Balaguer". Es la que está junto a Pozoalbero, la casa de ejercicios espirituales que el Opus Dei tiene a la salida hacia Sevilla, y que atiende a todo Cádiz y más allá. Sigue


sábado, 6 de diciembre de 2014

Crisis


¿Dónde está el globo?
Me pregunta Katy si se lo ha llevado el vendaval que ha soplado estos días en Molinoviejo o si se ha congelado por culpa del bajón térmico que sufre Castilla.
No es eso, amigos. El problema no radica en el globo sino en el que lo pilota. El próximo martes abandonaremos Molinoviejo y tal vez entonces regrese la inspiración  que estos días pasa de mí por completo.
—¿Y si no volviera?
Haec ficus non cadet —amigo Kloster—. O, por decirlo en romance, no caerá esa breva. Escribir es adictivo como la ruleta, et tabaco o el jamón ibérico. No es tan sencillo librarse de ese vicio. A veces trato de desengancharme y me pongo a dieta literaria o siento la tentación de reventar el globo de una vez para siempre, pero ni yo mismo me lo creo.
—¿Eso es lo que te ocurre ahora?
—No, amigo. Esta vez es el globo quien me abandona a mí. No soy capaz de redactar una línea como Dios manda, al menos hasta hoy.
Estamos en vísperas de la fiesta más alegre de La Virgen María. He procurado seguir la Novena de la Inmaculada releyendo textos de San Josemaría y del Beato Álvaro. No me he atrevido, por vergüenza torera, a abrir el librito que yo mismo escribí hace un año.
No sé cuándo volverá a volar el globo. Si queréis esperar, poneos cómodos.
 

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Otro curso de retiro

...Y de nuevo en Molinoviejo.
Yo sé, porque me habéis escrito, que esperáis unas letras sobre el Adviento y la Novena de la Inmaculada. Lo siento; no va a ser posible este año.
Rezad un poco, por favor, para que este trabajo mío dé fruto. Es un privilegio enorme poder predicar a tantas personas, hombres y mujeres de todas las edades y oficios, atenderlas una a una y constatar que, más allá de las noticias terribles que vemos en la prensa y en la televisión, vivimos rodeados de santos, de gentes heroicas que encuentran a Dios en medio de la calle, a pesar de los recortes, de la hipoteca, del tráfico y de los muchos estercoleros más o menos bienolientes que nos circundan.
Acabo de predicar la primera meditación sobre el Adviento. Éste es un tiempo de espera, de esperanza, de conversión, de mirar al frente con valentía. 

martes, 2 de diciembre de 2014

El anuncio de la semana

La publicidad afila sus armas en Navidad: perfumes, juguetes, vinos, loterías..., y cava, naturalmente. Este año Codorniú ataca con fuerza, en vista de las circunstancias políticas, con un "manifiesto". 

Puesta a punto


Dicen que Hay que preparar el coche para el invierno y yo procuro ser un conductor responsable. Además dentro de unos días partiré hacia las montañas de Asturias.
Jorge, mi mecánico de toda la vida, me recibe con la amabilidad que le caracteriza.
—Tómese un café a mi cuenta en el bar. En media hora le devuelvo el coche lavado y peinado.
Yo prefiero quedarme para curiosear cómo Jorge examina todo: los neumáticos, al aire, el aceite, el agua del radiador, los frenos…
—¿Cambiamos la escobillas?
—Déjalas. Todavía limpian.
Al fin me cobra un precio de amigo y charlamos sobre la familia y el trabajo. Me pregunta si no me jubilo.
—Claro; como todo el mundo. Y desde que me jubilé trabajo solo para la familia.
—En las cosas de la casa, vamos.
—Sí, pero como mi familia es muy numerosa, no paro.
—¿Y qué hace?
—Más o menos lo mismo que tú. Yo soy una especie de estación de servicio. Arreglo pinchazos, pongo combustible, limpio cristales, reviso los niveles, pongo a punto los motores…
La cara de Jorge es un poema. Comprende que es una especie de metáfora, pero no acaba de entenderla.
—Es muy sencillo —le digo—: las almas necesitan más cuidados que los coches. Y hay que tratarlas una a una. Cuando quieras puedo revisar la tuya.
—¿Y cuánto cobra?
—A ti te lo dejo gratis.
Jorge se ríe y grita para que le oiga el otro mecánico:
—¡Manolo, ven pacá, que el padre quiere cambiarte el aceite!



 

lunes, 1 de diciembre de 2014

Historias de la beatificación de don Álvaro

Este documental tiene apenas una semana de vida. Dura media hora y recoge momentos de una ceremonia inolvidable y docenas de testimonios de los que llegaron a Madrid y a Roma desde todos los rincones del mundo. Vale la pena verlo, disfrutarlo y guardarlo.



A Miss Marple (detective)

Delitos y delincuentes



Hace mucho que no te escribe nadie, ¿verdad, querida Miss Marple? Es natural; han pasado demasiados años desde que protagonizaste la última novela de Agatha Christie, y las películas que hicieron después para darte a conocer no valían gran cosa. Yo, sin embargo, no he podido olvidarte: entre todos los personajes que creó la célebre novelista británica tú fuiste siempre mi preferida.
¿Hércules Poirot, dices? No, por Dios. Es posible que haya sido más popular que tú, pero ¿quién puede simpatizar con un tipo grotesco como ése? Poirot fue un pedante cara de huevo con bigote, vanidoso hasta el ridículo. Presumía de cerebro, de lo que él llamaba sus "células grises", pero sus aventuras eran poco creíbles, demasiado artificiosas para ser reales.
Tú, en cambio, fuiste una detective genial. Te presentabas con humildad, como una anciana solterona de St. Mary Mead, encantadora e inofensiva, un poco cotilla desde luego, pero, sobre todo, buena escuchadora de los chismes que te contaban espontáneamente quienes se te acercaban.
Siempre decías que "la gente es igual en todas partes"; ésta era tu frase preferida. Y lo cierto es que te apoyabas en tu singular conocimiento de la naturaleza humana y en los recuerdos de los vecinos de tu pueblo, para resolver los crímenes más atroces. No había asesinato que no te trajera a la memoria el comportamiento de algún cuñado de una prima de una buena amiga…
Éste fue tu secreto: sabías que, detrás de cada asesinato hay siempre una persona de carne y hueso; un criminal, desde luego, pero, sobre todo, un ser humano equivocado capaz de lo mejor y de lo peor. Y tú eras capaz de entenderlo, incluso de ponerte en su lugar. Sólo entonces, llena de compasión y hasta de ternura, podías identificarlo y entregarlo a la policía.
Aquel viejo aforismo de Concepción Arenal —"odia el delito y compadece al delincuente"— se te podría atribuir a ti con toda justicia. Odiabas el delito, por supuesto, y el delincuente te daba pena no sólo porque al final tú misma lo delatabas, sino sobre todo porque debe ser muy duro llevar un asesinato en la conciencia.
—Podía haber sido un buen muchacho —te lamentabas refiriéndote a un joven asesino—: igual que Peter, el sobrino de Amanda Brown, que se encontró en una situación semejante y supo cambiar a tiempo.
¿A qué viene todo esto? Resulta que últimamente en España andamos muy sobrados de delitos y delincuentes. La palabra "corrupción" está de moda y la indignación popular ha alcanzado cotas nunca vistas. Hay malhechores como los de tus historias, de guante blanco y alto standing; ladrones excesivos que roban sin la menor moderación… Pero hay algo que aún me preocupa más.
Cuando oigo hablar a las gentes en la barra del bar, en la calle o a la hora del pitillo, llego a la inquietante conclusión de que buena parte de nuestros ciudadanos "aman el delito y odian al delincuente". O sea, justo lo contrario de lo que predicaba Concepción Arenal y tú practicabas.
Del corrupto dicen pestes; lo insultan, lo juzgan y condenan sin apelación posible. ¡Que se pudra en la cárcel! Sin embargo, cuando hablan del delito cometido, muchos confiesan, sin el menor recato, que ellos habrían hecho lo mismo, sólo que con más habilidad. Con otras palabras: que están listos para ser corrompidos si hay pasta suficiente.
Debo decirte, querida amiga, que no me lo creo. Quiero pensar que, en esta tierra nuestra, la mayor parte de los ciudadanos aún no estamos en venta ni en alquiler; pero me temo que tenemos el virus dentro. En el fondo, cuando sustraemos papel de la oficina para la impresora de casa o hurtamos unos euritos para el parquímetro o nos colamos en un espectáculo sin pagar, no somos tan distintos de los grandes estafadores. Sólo nos diferencia el tamaño.
Nos parecemos a esos paisanos tuyos de St. Mary Mead, que no eran malos del todo, pero te servían para comprender mejor a los asesinos, incluso para compadecerlos y tratarlos con afecto antes de ponerlos en manos de la policía.