He vuelto a Madrid.
Esta mañana ha sonado el timbre familiar de un complicado despertador que nunca
viaja conmigo. He tardado un par de segundos en situarme en el espacio y en el
tiempo, pero al fin he logrado levantarme de la cama sin lanzarme contra la
pared como otras veces.
Después de celebrar
Misa vuelvo a la habitación, hago la cama, ordeno la ropa, libero el escritorio
de todos los elementos superfluos, meto en el armario los bártulos del lavabo,
pongo en orden las toallas y, después de asegurarme de que todo está en su
sitio, me dispongo a salir para hacer unas gestiones en el centro de Madrid.
Regresaré a las
12 y volveré a entrar en mi dormitorio. Algo habrá cambiado como siempre, pero
no sabré qué. Quizá sea la persiana, que estará un poco más caída. Tal vez el
edredón esté mejor alineado; o acaso el búho, que me mira desde lo alto del
ordenador, haya girado sobre sí mismo. El aroma, muy tenue, me confirmará que, en
estas dos horas de ausencia, han pasado por aquí unas manos femeninas llenas de
sabiduría.
¿O habrá sido un
ángel?
7 comentarios:
Un ángel, sin duda. Con manos femeninas, también sin duda. De esos angeles que, sin ruido, sin llamar la atención, con dedicación y amor, hacen de una casa un hogar.
Pues si casi como los ángeles:mujeresq trabajan ssilenciosamente , vigilando los detalles q a veces nadie se da cuenta.....en fin como las madres.Bravo por ellas!!!!
O su madre
Que son casi lo mismo, no?
O las dos en una sola persona. Bienvenido al hogar.
Son manos femeninas, mujeres que hacen trabajo de ángeles, cuidar a la Virgen, al Señor, a sa san José.. En una palabra, a su familia. Me da mucha alegría que sin hacer cosas extraordinarias, y sin ningún mérito, llegue así de hondo su trabajo.
Son ángeles, las madres de la familia, como la hermana de Marta, para mi, eligieron lo mejor y nadie podrá quitárselo.
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