viernes, 28 de noviembre de 2014

El color de la tormenta


El temporal de viento y lluvia hizo estragos en el jardín de Molinoviejo. Sólo los abetos parecieron resistir impávidos los embates de la tormenta. Los pinos, acostumbrados al vaivén de cada otoño, aguantaron a duras penas. A media mañana voló una teja, y el castaño de indias que había junto a la fuente cayó con estrépito al pavimento, quebrado por la mitad.
Al mediodía el viento se había calmado y el otoño exhibió su mejor paleta de colores. Salí de casa un minuto y fotografié al castaño caído y las hojas amarillas, ocres y doradas, que empezaban a alfombrar el suelo.
Sigo en el curso de retiro. El árbol tronchado saldrá, sin duda, en alguna meditación. Y la teja voladora. Y el cielo, que empieza a azulear por el norte. 


2 comentarios:

Papathoma dijo...

Me recuerda el anterior fin de semana....y efectivamente, tras la tormenta que parecía no acabar nunca, salieron a la luz los colores del otoño. Después tocó recoger toda la hojarasca que estorbaba y hasta aquello que parecía inamovible. Bien derribado está. Y a disfrutar con el Dueño del jardín.

Churrinche Oriental dijo...

No sé por qué, a veces pienso que los temporales son tonificantes.

Es salir a la mañana después de uno, respirar el aire limpio que deja (diría un poeta criollo, un aire hecho claridad) y ver a todo el mundo en la calle ocupándose de areglar algo: éstos de cortar un árbol caído, aquellos de acomodar el tendido eléctrico, los de más allá componiendo un semáforo mientras la policía caminera dirige el tránsito...

Quizá en el fondo sea el ver a las personas unidas trabajando con un objetivo bueno en común, soportándose mutuamente con mayor facilidad, y así por ejemplo devolver de buen humor cosas que de otro modo no (la tapa del tanque de agua del vecino de la derecha, que el de la izquierda me devuelva la pelota de mi hijo que terminó en su patio, etc). Me fui lejos. Pido disculpas.

¡Saludos!