sábado, 24 de diciembre de 2016

¡Feliz Navidad!

Con el Coro Rossini, de Bilbao



Ahí tenéis un buen racimo de villancicos populares en versión polifónica, interpretados por el Coro Rossini. Lástima que la imagen no sea buena y sólo haya una cámara, pero entre las cantantes creo descubrir a una de mis sobrinas predilectas.
(No tiene pérdida; es la más guapa)

jueves, 22 de diciembre de 2016

A don Javier Echevarría[*]

Escribí este artículo para Mundo Cristiano dos días después del fallecimiento de don Javier Echevarría. Habitualmente no cuelgo en el blog mis colaboraciones en esa revista hasta que salen impresas en papel. Esta vez haré una excepción. No esperaré hasta el mes de enero. Creo que cuento con el permiso de mis editores y con vuestra comprensión.
Mi e-mail de este mes está escrito deprisa, deprisa, con el pulso acelerado y con la pena clavada en el pecho. Por eso quiero que lo leáis ya.


Ser Padre


Queridísimo Padre, te he escrito muchas veces a la manera antigua, o sea, con papel y pluma. Hoy mi mensaje electrónico te llegará volando hasta el Cielo, y no tendré más remedio que tutearte como se estila con los bienaventurados.
Estoy en Molinoviejo, la primera casa de retiros del Opus Dei, que tan bien conoces, cerca de Segovia. Vivo en la zona antigua, junto al pequeño oratorio que consagró San Josemaría en 1948.
El pasado día 12, cuando me dieron la noticia de tu muerte, entré corriendo en ese oratorio para rezar un responso y hablar con el Señor de tantas cosas… ¿Tantas? La verdad es que no me salían palabras y enseguida elegí sumergirme en mis recuerdos.
Te vi por primera vez en esta misma casa. Era el mes de agosto de 1960. Tenías solo 28 años y lucías una cara de niño que contrastaba con tu sotana recién estrenada. Llegaste con San Josemaría y con el beato Álvaro del Portillo. Siempre estuviste a su lado, incluso desde antes de ordenarte sacerdote.
Ahora recuerdo tu sonrisa de medio lado, cierta guasa madrileña y una mirada atenta a cada detalle. Por lo demás, apenas me fijé en ti: mis ojos y mis oídos —igual que los tuyos— estaban fijos en el Fundador de la Obra.
Cuatro años más tarde volví a encontrarte en Roma. Eras secretario de nuestro Padre y te ocupabas de asuntos relacionados con el gobierno de la Obra. Tu enorme capacidad de trabajo, tu memoria fabulosa y, por encima de todo, tu fidelidad al espíritu del Opus Dei, te hicieron madurar muy pronto. Seguías siendo un chiquillo, pero tus espaldas y tu corazón ya estaban preparados para soportar el peso que Dios pondría sobre tus hombros. 
Te vi llorar en 1975 cuando San Josemaría se fue al Cielo, y también en 1994 cuando cerraste los ojos de Álvaro del Portillo. Todos sabíamos ya —seguro que tú también— que te iba a tocar llevar las riendas de la Prelatura. Así fue y, con  tu dirección, la labor de la Obra comenzó en Lituania, Estonia, Eslovaquia, Líbano, Panamá, Uganda, Kazakstán, Sudáfrica, Eslovenia, Croacia, Letonia, Rusia, Indonesia, Corea, Rumanía, Sri Lanka, Vietnam.
Pero ocurrió algo más: cuando fuiste nombrado prelado de la Obra, el Señor dilató tu corazón para que cupieran en él miles de hombres y mujeres. Ibas a ser padre de una gran familia extendida por el mundo entero. Y aceptaste la carga, y desde entonces no hiciste más que darte, que darnos tu persona a nosotros, tus hijos e hijas.
Es cierto que "Padre" es el nombre propio de Dios y que sólo Él puede ser llamado padre en sentido pleno: "a nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, que está en el Cielo", dijo Jesús. Pero San Pablo nos descubre que el Señor quiere que las criaturas sean participes de su paternidad. "De Dios procede toda paternidad en el Cielo y en la tierra", escribió el Apóstol. De ahí que la paternidad y la filiación humanas sean el mejor camino para entender y vivir nuestra relación filial con Dios.
Querido don Javier, querido Padre, el Señor puso sobre tus hombros una empresa paternal y maternal, una tarea gigantesca a la que has dedicado la vida. Has vivido una entrega abnegada y constante de padre enérgico, cariñoso, apasionado, entusiasta, recio, tierno,  amable y lleno de buen humor.
Te has ido gastando poco a poco y mucho a mucho. Te hemos visto envejecer, dejar tu vida a pedazos cuando recorrías docenas de países de los cinco continentes para estar cerca de cada uno de tus hijos e hijas. Esos viajes en los que a nada decías que no, y en los que dejabas agotados con tu ritmo a quienes te acompañaban: otra reunión, otra familia, otra tertulia, otra visita…, sin admitir el derecho a estar cansado.
Yo sé que has sufrido mucho durante tu vida y también que has sido muy feliz. La última vez que te vi no podías ocultar la huella cruel de los años. Pero conservabas intacta tu mirada de chiquillo, la sonrisa de medio lado y esa guasa madrileña que te has llevado al Cielo.    




[*]  Javier Echevarría Rodríguez (Madrid, 14 de junio de 1932 - Roma, 12 de diciembre de 2016), Obispo Prelado del Opus Dei,
Fallecido en Roma a los ochenta y cuatro años, el día de Virgen de Guadalupe.

martes, 20 de diciembre de 2016

El Villancico de Tajamar




Cuando llega la Navidad, Tajamar siempre nos regala un gran villancico. Yo aún tarareo de vez en cuando el estribillo del que propusieron el año pasado: "es de María".  Entonces me atreví a calificarlo de "insuperable". Me consta que don Javier Echevarría también lo cantó más de una vez.
Es año nos sorprenden con la versión navideña de un tema del grupo Morat. Fantástico en mi opinión. 


lunes, 19 de diciembre de 2016

El christmas de don Javier


Don Javier Echevarría había elegido esta imagen para felicitarnos la Navidad este año. 
Ayer por la tarde le envié un correo electrónico, que se publicarás a fin de mes en Mundo Cristiano y también en este globo, pero lamentablemente se me ha olvidado pedirle permiso para utilizar su christmas. Seguro que no le importará que lo emplee, a pesar de todo, para felicitar de corazón a los lectores que me van quedando y también a los que se fueron este año por culpa de mi escasa producción globera.
Nos encontraremos en Belén, amigos; no faltéis a la cita. El Señor solo nos pide que lleguemos con el corazón bien limpio y una sonrisa en los labios.
¡Feliz Navidad!


lunes, 12 de diciembre de 2016

El Padre ya está en el Cielo


Ha fallecido el Prelado del Opus Dei, el Padre; no sé llamarlo de otra forma. Acabamos de recibir la noticia y aún continúo aturdido. 
Estoy en Molinoviejo. He ido al oratorio de la casa antigua y no he sabido decir nada al Señor. Ni siquiera se me ha ocurrido rezar por él: sé que está en el Cielo. Se lo ha ganado entregándose por completo hasta el último instante.
He terminado dando gracias a la Virgen de Guadalupe, que hoy le ha entregado una flor como hizo con San Josemaría en 1975.

martes, 6 de diciembre de 2016

La travesía de Gelsomina. VI

Tormentas 


Un día el Ángel me dijo:
—Anímate, Gelsomina; ya hemos superado la mitad del trayecto.
—Para ti es fácil decirlo —le contesté—. Los ángeles vais de punta a punta del universo en menos que  parpadea una estrella, pero yo estoy hecha de otra pasta y me canso. ¿Sabes lo que pesa esta coleta plateada que me habéis injertado en la popa?
—Yo no lo sé, y tú tampoco. En realidad te quejas para que te haga caso. En cuanto veas a los Magos y ellos te reconozcan, te olvidarás de tus cansancios y volarás ligera como una mariposa presumida.
Tenía razón Gabriel. Lo que ocurre, en el fondo, es que soy una estrella habladora y necesito conversación de vez en cuando. Por eso le daba la lata al Arcángel cuando me aburría.
En ésas estábamos cuando aparecieron los meteoritos.
Una estrella de segunda clase, como yo, está acostumbrada a recibir meteoritos a todas horas. Una buena lluvia de rocas espaciales es siempre estimulante. Es como si te hicieran cosquillas. Pero aquello no era una lluvia, ni siquiera una galerna; había tal densidad de pedruscos que, por un momento, pensé que iban a acabar conmigo. Me quedé a oscuras en el centro de una nube opaca y sólida imposible de atravesar. Los meteoritos me golpeaban con saña por todas partes, y yo perdí la brújula y se me nubló la vista hasta tal punto que ni siquiera podía ver al Ángel. Entonces di un grito tremendo:
─¡Gabrieeeel!
Silencio absoluto. Por un momento pensé que mi aventura había terminado. Creo que estuve así, colgada en el espacio, al menos un año. Y cuando, por fin, se fue la tormenta no me quedaban fuerzas para reemprender la travesía. Así que decidí regalar mi estela de plata, buscarme un rincón confortable en el espacio y acomodarme allí por los siglos de los siglos.
Pero llegó de nuevo el Ángel.
─ ¿A dónde crees que vas?
Su voz sonaba dulce como una campanilla de plata; pero me hice la dura: la decisión ya estaba tomada.
─A descansar de ti, de tus planes mentirosos y de tus trampas. Me has metido adrede en un mar de meteoritos sólo para hacerme daño. Y luego me has dejado sola media eternidad. ¡Ya no puedo más; dimito!
Gabriel me miró con aire entre compungido y bromista:
─Verás, Gelsomina; cuando los Magos te descubran dentro de unos años, saldrán detrás de ti con las mismas ganas e ilusión que tú tenías al enterarte de la misión que Yahvé te ha asignado. Montarán en sus dromedarios, prepararán los regalos para el Niño y se pondrán en marcha sin perderte de vista un instante. Pero llegarán al desierto y, cuando menos lo esperen, se verán envueltos en una tormenta de arena y polvo como no ha habido otra en muchos años. Se quedarán a ciegos durante varios días y sentirán la tentación de regresar a casa, porque hay que estar muy locos para seguir a una estrella. Lo que tú has pasado con los meteoritos no es nada en comparación con el sufrimiento de los Magos por haberte perdido.
─Pero resistirán, ¿verdad?
─Sí. Ellos son más fuertes que tú, y más fieles, pero ahora los comprenderás mejor. Y entenderás que cuando buscamos sinceramente al Señor, la vida se convierte en una aventura maravillosa. ¿Y cómo podría serlo si no encontráramos obstáculos, oscuridad, persecuciones, batallas…?
─Gracias, Gabriel ─le respondí─; ahora estoy preparada.

 
 
 
 
 
 
 

domingo, 4 de diciembre de 2016

La travesía de Gelsomina. V

No vi extraterrestres

En mi larga marcha hacia Belén no ocurrieron muchas cosas más. La más importante os la he contado ya y aún no me he recuperado de la emoción: ver jugar a María en lo más alto del Cielo miles de siglos antes de que el sueño del Todopoderoso se hiciera carne y sangre en la tierra, es una experiencia inolvidable.
Con el recuerdo grabado en mi corazón de estrella, volé por el espacio en silencio durante muchos siglos con la sola compañía del Ángel.
Vi luceros de todos las clases y tamaños, cometas perdidos en órbitas extravagantes, planetas de hielo y de fuego, lunas de cien colores. Pero, no, lo siento; no vi hombrecitos verdes ni naves intergalácticas. Yo sé que a muchos os encantaría que el universo estuviese bien poblado de seres inteligentes dotados de poderes tecnológicos ilimitados. Sin embargo tengo la impresión de que no es así.
No me hagáis mucho caso; yo soy solo una pequeña estrella que ni siquiera ha hecho el bachillerato. Pero cuando oigo decir que "no podemos estar solos en el cosmos porque hay miles de millones de planetas capaces de albergar la vida y evolucionar", casi me da la risa. ¿Solos? ¿Cómo vais a estar solos si os acompaña a todas horas el mismo Dios nacido en Belén y la Madre de Jesús, que es la obra maestra del Creador?
Es verdad; hay miles de millones de sonidos en el universo que podrían combinarse de mil formas aleatorias y dar lugar a acordes bellísimos o a ecos hondos y misteriosos; pero os aseguro que desde la más lejana de las galaxias hasta vuestra luna, solo hay una quinta sinfonía de Beethoven. Y aunque lanzáramos a lo más alto del cosmos todas las letras del abecedario y se multiplicaran un millón de veces con la esperanza de que la evolución las convierta en poema, jamás nacería por casualidad un segundo "cántico espiritual" como el que escribió Juan de la Cruz.
Insisto; no me hagáis mucho caso; tampoco he estudiado teología, pero pienso que vuestra tierra es una obra de arte mucho más hermosa que la mejor sinfonía. No ha nacido por azar ni evoluciona sin rumbo. El Dios Encarnado y nacido en Israel es el centro del universo. Todo lo demás es decorado, adorno, música ornamental.
Solo hay un Belén en el Cosmos. Os lo aseguro. Y yo fui su estrella. 

sábado, 3 de diciembre de 2016

La travesía de Gelsomina IV


Primero fue sólo una melodía que parecía venir de alguna estrella muy lejana. Poco a poco el universo se cubrió con un manto de silencio y de quietud. Todos queríamos escuchar atentamente aquella música y dejarnos seducir por la magia de cada acorde. Los ángeles también callaron. Sólo yo continuaba mi travesía hacia Belén volando de puntillas para no despertar a las demás criaturas celestiales. 
De pronto, una voz de niña,  dulce como la de un serafín, puso letra a aquella canción. 
En un tiempo remoto fui formada
antes de comenzar la tierra.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban aplomados los montes,
no había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo;
cuando sujetaba el cielo en la altura,
y fijaba las fuentes abismales.
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a él, como aprendiz,
yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con el orbe de la tierra,
gozaba con los hijos de los hombres.

Yo no entendía casi nada de lo que decía la voz, pero el cielo entero estaba conmovido. Y, de pronto, la vi. Era una niña muy pequeña, como de cinco o seis años, que cantaba y reía, reía y cantaba, mientras jugaba al escondite con un puñado de ángeles.
Una vez más recurrí a Gabriel para que me explicara el misterio.
—¿Quién es?
—Pronto la conocerás y nunca podrás olvidarla, Gelsomina; es María, la Madre del Niño que nacerá en Belén.
—Pero aún faltan muchos siglos para que nazca Jesús.
Es verdad; pero ten presente que todas las criaturas viven en la mente y  en el corazón del Creador. Y los hombres, las mujeres y los niños, de una manera muy especial. Dios les da un nombre y los llama con una vocación singular antes de que existiera la primera partícula de polvo en el Universo. Y si eso ocurre con todos los hombres, imagínate con la que está destinada a ser Madre de Dios.
—Pero, entonces, María también es eterna…
—Su imagen sí que lo es, porque Yahvé sueña siempre con Ella. La Madre de Yahvé nació en la eternidad. No te extrañe si ahora podemos verla como la ve el Señor  y que oigamos el poema que pone en su boca el Espíritu Santo: "Yo era su encanto cotidiano; todo el tiempo jugaba en su presencia. Gozaba con los hijos de los hombres".
—Pero entonces…, ¿es verdad o no lo es que María existe desde antes de la Creación del mundo?
Gabriel me miró de reojo:
—Mira, Gelsomina; resulta que Jesús es el "primogénito" de la Creación. Así lo escribirá San Pablo dentro de mucho tiempo. Y dirá que todo, todo, ha sido creado en Él, por Él y para Él, que Jesús es anterior a todo. Por tanto, su Cuerpo y su alma son el modelo que Dios eligió para crear a Adán y a todos sus descendientes. Y ese Cuerpo y esa Alma no pueden existir sin su Madre.
Al llegar a este punto perdí definitivamente el hilo.
 

viernes, 2 de diciembre de 2016

Fallece Domingo Ramos-Lissón,


No suelo incluir en el blog demasiadas noticias de fallecimientos. Hoy hago una excepción: Domingo Ramos, sacerdote, jurista, teólogo e historiador, fue profesor en la Facultad de Teología de Navarra.
Al escribir su semblanza, todos incluyen una palabra; "caballero". En efecto, Don Domingo era hombre cortés, amable, siempre discreto, respetuoso con sus colegas y con sus alumnos... Yo recuerdo ahora sus clases de Patrología y el cariño lleno de detalles de afecto y de servicio que me demostró la última vez que me alojé en su casa de Pamplona.
Ved aquí la noticia. En el Cielo ya han salido a recibirlo los antiguos Padres de la Iglesia, a los que él dedico miles de horas de trabajo.

jueves, 1 de diciembre de 2016

La travesía de Gelsomina III


El espectáculo que me ofrecía el universo era fantástico. Y más en aquellos tiempos, cuando el cosmos estaba en obras y las estrellas aún buscaban su acomodo en el lugar para el que estaban destinadas por el Creador.
¿Pensabais que Dios lo creó todo de golpe y lo dejó bien ordenado desde el primer momento? Pues no. Las galaxias eran un hervidero de estrellas de todos los tamaños y colores que iban y venían en un caos aparente. Por eso a nadie le extrañó verme cruzar de punta a cabo la vida láctea con mi estela de plata, escoltada por el Arcángel.
Un lucero enorme de mediana edad, tocado con una gran llamarada escarlata como una larga cabellera pelirroja, se me acercó por la espalda:
—Perdona que te moleste, pequeña, ¿podrías decirme quién te ha instalado en la popa  esa cola plateada y a dónde vas tan deprisa?
El Ángel ya me había advertido de que no debía hablar con desconocidos, pero aquel pedazo de estrellón parecía simpático y no charlar con desconocidos equivalía a quedarme muda, porque hasta ese momento todos me eran desconocidos. Así que le contesté educadamente:
—La cola es artesanal y única; la trabajó para mí el mejor arcángel orfebre. Y estoy en misión secreta enviada directamente por Yahvé.
—Secreta…, secreta… Ya será menos —respondió el otro—. Me apuesto dos planetas a que lo tuyo tiene que ver con esa Navidad de la que habla todo el mundo.
Era la primera vez que oía la palabra, "Navidad". Y me sentí ofendida. ¿Por qué soy siempre la última en enterarse de todo?
—A ver, ¿por qué? —le grité al Ángel.
El Ángel sonrió y dijo:
—No te enfades, Gelsomina, que con tus berrinches corres el riesgo de perderte uno de los momentos más grandes y bellos de la historia de la Creación.
Entonces levanté la cabeza y lo vi, y lo oí. Era la maravilla más extraordinaria que han contemplado mis ojos. No sé si seré capaz de describirla.
 
Continuará 
 

miércoles, 30 de noviembre de 2016

La travesía de Gelsomina (II)

"Vuestros nombres están escritos en el Cielo"
 

Me gustaría continuar esta crónica escribiendo como Cervantes "la del alba sería cuando Gelsomina cruzó la Galaxia camino de Belén…", pero, como comprenderéis, aquí, en el Firmamento, no hay albas ni ocasos, ni tampoco cronómetros para medir el paso del tiempo. Yo solo sé que me puse en camino guiada por la estela de un Arcángel muchos siglos antes de que Yahvé formara a Adán del barro de la tierra.
En efecto, Dios se tomó las cosas con calma. Las travesías estelares duran miles de millones de años. A las estrellas esto nos parece natural, y, para Dios, cada siglo es apenas un instante. Claro que a vosotros algunos instantes os parece que duran siglos.
En todo caso yo estaba la mar de contenta porque sabía que llegaría puntual a la cita que el Señor me había preparado desde su eternidad. Tenía que aparecerme en un punto determinado de la Tierra para que tres magos me siguieran hasta Belén. Claro que aún faltaba un poco de tiempo. La travesía iba a ser larga.
Un día (o una tarde, quién sabe), volábamos en plena constelación Centaurus cuando el Ángel me reveló un secreto:
—¿Sabes cuántas estrellas hay en el Cielo, Gelsomina?
—¿Cómo voy a saberlo? Eso no lo sabe nadie, ni los ángeles.
—No digas barbaridades. Los ángeles sabemos de todo, y hasta tenemos un elenco detallado de las estrellas con sus nombres y apellidos.
—¿También tienen apellido?
—Naturalmente. Deberías saber que cada estrella está destinada un hombre, a una mujer a un niño o a un ángel, y cada una lleva inscrito el nombre completo de su ahijado. Jesús mismo lo dirá a los suyos: "estad alegres porque vuestros nombres están escritos en el cielo”.
—¿Y los hombres sabrán encontrar su estrella entre tantos miles de millones?
—La encontrarán si ganan el premio final de la Gloria. Sólo hay un problema; que no todos encuentran el camino. Algunos se empeñan en no mirar nunca al Cielo y se alejan de Dios y de su estrella. Por eso quiere Yahvé hacerse hombre; para que nadie olvide que su destino está aquí arriba.
—¿Y si los hombres no quieren…?
El Ángel se puso triste.
—Los ángeles trataremos de que eso no ocurra. Porque, si un hombre se alejara de Dios para siempre, su estrella se apagaría también para toda la eternidad.
Yo no entendí muy bien las palabras del Ángel, pero, por si acaso, le di un suave empujón mientras le decía:
—Corre, Gabriel, corre. Que no podemos llegar tarde. 


martes, 29 de noviembre de 2016

Mañana empieza la Novena de la Inmaculada


...Y os recuerdo que si hacéis clic aquí, podréis adquirir por menos de lo que cuesta un café sin azúcar, un librito que escribí hace tres años y que ha ayudado a muchos a tratar a la Santísima Virgen durante esos 9 días.
El libro puede descargarse en cualquier dispositivo: IPad, Samsung, IPhone, Kindle, etc., incluso a todos a la vez: basta con tener instalada la aplicación Kindle.
Hay muchos modos de vivir esta antigua devoción. Yo os propongo uno más. Como es mi costumbre, también esta vez me dejo llevar por la fantasía. Espero ganar muchísimo dinero, ya que me llevo 30 céntimos por cada ejemplar vendido. Una pasta, chicos.

La travesía de Gelsomina (I)


  
Es cierto que las estrellas calculamos a bulto el paso del tiempo. De hecho no tenemos relojes en el firmamento y, como aquí casi nunca pasa nada, jamás sabe 
una en qué día vive, ni de qué año, ni mucho menos qué hora es, ni para qué sirve saberlo.
Pienso sin embargo que debieron de pasar un montón de millones de siglos (mogollón decís ahora) ante de que entablara mi primera conversación civilizada. Yo estaba clavada en un extremo de la Galaxia, sola, sin nadie con quien hablar. Bien sabe Dios ─que lo sabe todo─ que yo he sido siempre la mar de sociable, incluso charlatana. De ahí que esperara impaciente a un interlocutor. Si no, ¿para qué me había concedido Dios el don de la palabra? Eso pensaba por entonces mientras miraba una y otra vez a lo negro que tenía frente a mí con la esperanza de que apareciera un cometa errante, una estrella enana o un planeta perdido.
Hasta que vino el Ángel Gabriel. Él me aclaró cuál iba a ser mi misión en  el firmamento, cargó mis baterías para la larga carrera espacial y me puso en contacto con el departamento técnico correspondiente para ultimar los detalles.
Un ángel estilista me iluminó el cutis hasta dejarlo hecho un sol y me vistió con una larga estela radiante para que los hombres pudieran saber de dónde venía y en qué dirección volaba. El arcángel orfebre hizo que la cola de mi vestido se convirtiera en plata repujada, y un serafín jovencito la llenó de música para que las demás estrellas comprendieran la importancia de mi misión. Era una melodía suave llegada del corazón mismo del Cosmos, que sólo puede oírse en el Cielo; la misma melodía que oyen los bienaventurados cuando suben hacia la Gloria y, según creo, la que unos pocos santos pueden percibir en la tierra.
Terminada la preparación, Gabriel me miró satisfecho:
─Ha llegado tu turno, Gelsomina ─me dijo─. Es el Adviento.
Sentí la fuerza que me empujaba a volar, y empecé la travesía.



sábado, 26 de noviembre de 2016

A la estrella de Belén


Sobre pokemons y estrellas 

Ésta es la escena de "La Strada", a la que me refiero en mi e-mail de  hoy
Querida Gelsomina :
Hace veinte años te llamé “Oriente” en un cuento que escribí sobre el Nacimiento de Jesús. Permíteme que hoy te cambie el nombre.
¿Por qué Gelsomina? Porque tu imagen me trae el recuerdo de una chiquilla de ojos saltarines, mirada traviesa y cara de alcachofa que aparecía en “La Strada”, una película inolvidable de la postguerra italiana.
Gelsomina era una especie de esclava comprada por diez mil liras. Su dueño, un animal llamado Zampanó iba por los pueblos de Italia a bordo un carromato motorizado exhibiendo su fuerza presuntamente hercúlea, mientras Gelsomina repicaba el tambor. A ella le habría gustado que su amo, de quien se iba enamorando poco a poco, la mirase con cariño; pero aquella bestia elemental la ignoraba por completo cuando no la maltrataba.
Lloraba Gelsomina porque pensaba que su vida no tenía razón de ser, que solo era un trasto inútil, hasta que una noche un payaso loco le convenció de lo contrario.
─Nada ni nadie es inútil en el universo ─le dijo─. Todo lo que Dios ha creado tiene un motivo y un fin. Yo no sé para qué sirve esta piedrecita que tengo en la mano. Si lo supiera sería el Padre Eterno; pero si está piedrecita fuese inútil hasta las estrellas dejarían de tener sentido. 
¿Comprendes ahora por qué te llamo Gelsomina? Tú también estuviste así, aburrida en una esquina de la galaxia y llegaste a pensar que eras una estrella inservible, una especie de error del Todopoderoso. Pero, cuando te dejaste llevar por el Ángel, te convertiste en un personaje imprescindible. Fuiste la primera señal de tráfico que instaló Yahvé para orientar a los Magos. Hiciste la travesía del desierto con escolta de reyes y manto de plata. En Jerusalén pusiste en jaque a la jet con su monarca a la cabeza. Y, sobre todo, te posaste sobre la gruta donde nació Jesús, y viste al Niño que tantos reyes, profetas y patriarcas habían soñado ver, y no vieron. Fuiste la lámpara en la mesilla de noche de María y el farol del portal que alumbró a los Pastores. Para colmo, tu larga cola de luz bailó en el cielo el primer villancico que compusieron los ángeles.
Querida Gelsomina, yo sé que Dios te ha encargado una nueva misión. Esta Navidad darás escolta a cientos de miles hombres, mujeres y niños, que llegarán desde Oriente porque te han visto en el Cielo. Llevan tu imagen en la retina y un cargamento de sueños imposibles en la mochila.
Me dicen que se cumplirán esos sueños sólo si te descubrimos también desde Europa. Sólo así se producirá de nuevo el milagro de Belén; pero me temo que no está el horno para bollos ni tenemos la pupila para estrellas.
Cuando te encuentres sobre la Península echa un vistazo hacia abajo y lo entenderás. Verás a millones de españoles que caminan por las calles con la cabeza inclinada hacia el suelo. ¿Problemas de cervicales? No, querida estrella: llevan en la mano un artilugio hipnótico con una pequeña pantalla de la que no pueden apartar la vista ni un segundo. ¿Se trata de una enfermedad? Probablemente, pero aún no ha sido clasificada por los galenos, quizá porque ellos mismos están también ocupados contemplando su propio ombligo electrónico.
Te preguntarás qué es lo que capta la atención de tantos. Si te respondo que los “pokemon” no entenderás nada. Tampoco yo, no te preocupes. Por lo visto, muchos juegan a atrapar seres virtuales que pululan por las calles pero sólo pueden verse en esos mágicos rectángulos.
El Doctor Kloster ya habla de una neurosis nueva, que es epidémica, virulenta y contagiosa. Los afectados piensan que no hay vida más allá de su pantalla, y han perdido por completo la capacidad de mirar al cielo. Es el mito platónico de la caverna en versión cibernética.
¿Remedios? A eso me dedico yo, querida Gelsomina. Mi trabajo consiste en levantar una a una las barbillas de los pantalleros para que vean la luna, el sol, las estrellas, las aves del cielo, los árboles del bosque, los rostros de las gentes. Y puedan mirarte también a ti, Gelsomina, y a ese Dios inmenso que vendrá dentro de nada en los brazos de María.



domingo, 30 de octubre de 2016

Prohibido

Retiendas es un pequeño municipio de la provincia de Guadalajara, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha que, en 2015, contaba con una población de 53 habitantes. Se trata de uno de los pueblos pertenecientes a la llamada arquitectura negra, ya que en las paredes y tejados de sus viviendas predominan las lajas de pizarra oscura.
Se encuentra dentro del Parque natural de la Sierra Norte de Guadalajara, en la Comarca de la Sierra de Ayllón, y a pesar de su evidente abandono, aún conserva cierto interés turístico.
Sin embargo, se diría que los munícipes no son muy cordiales con el visitante. Sólo echo de menos un cartel que diga: “Prohibido poner más carteles”.

viernes, 28 de octubre de 2016

A Félix Rodríguez de la Fuente[*]


Pasión por volar


Querido Félix:
Hace un par de meses volví a visitar el refugio de aves rapaces que tú fundaste hace más de cuarenta años en Montejo de la Vega. Esta vez no me atreví a trepar por las laderas del cañón porque uno ya no está para muchos trotes; me limité a pasear por la orilla del río, junto a los bancales donde anidan los abejarucos. Luego, echado en la hierba, contemple el regreso a casa de una bandada de buitres que tomaban tierra a muy pocos metros en perfecta formación.
Siempre que me acerco a este parque natural, me acuerdo del día en que lo descubrí. Apareció ante mis ojos de golpe y yo, absorto por el espectáculo, me senté sobre una roca. Comenzaba a anochecer y en el cielo aún  podían verse algunas nubes rojizas, como jirones deshilachados de la última tormenta. De pronto una pareja de halcones peregrinos me dio la bienvenida con su mejor repertorio de piruetas . El plumaje plateado de las aves centelleaba contra el sol de poniente.
Ese día me convertí en "ornitómano". Leí todo sobre las aves del mundo, compré unos buenos prismáticos, y aquí sigo.
Han pasado treinta y tantos años, y mis ímpetus pajareros se han atemperado, pero hace sólo unos días me dio un vuelco el corazón al leer algo que tú escribiste:
Estaba yo un día solo. Había pasado el águila real, y no solamente me había brindado uno de sus penetrantes vuelos de caza, sino que había estado describiendo las más fantásticas acrobacias en compañía de su pareja. ¡El águila! El macho y la hembra colgados en el cielo estuvieron como cinco o diez minutos, ¡quién sabe!... ¡Yo estaba prendado de sus alas!, ¡yo quería volverme pájaro!”
¡Cómo me habría gustado charlar contigo, querido Félix! Siempre fui uno de tus fans más fieles, y aún conservo algunos de aquellos programas televisivos que te hicieron famoso en el mundo entero. Me ganaste con la pasión que ponías al hablar de nuestra fauna. Transmitías entusiasmo, deseos de luchar en defensa de la naturaleza y emoción ante la belleza de la vida… Más de una vez, al ver aquellas imágenes y al escuchar tu voz inconfundible, sentí ganas de volar, lo mismo que tú.
No creo que sea locura querer volar como las águilas. Los Salmos, esos poemas bellísimos que recoge la Biblia y que fueron escritos mucho antes del nacimiento de Cristo, nos invitan a unir nuestra voz al "cántico nuevo" que entonan las criaturas. Para estos poetas sagrados, el universo entero es un regalo que el Creador hace a los hombres, para enseñarnos a descubrir, en la belleza de las criaturas, el rostro del Artista que las ha diseñado. Por eso, cuando alguna vez vivimos esta experiencia, ¿no es lógico que soñemos con remontar las montañas y las nubes hasta mirar al sol cara a cara?
"Los cielos cantan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos", exclama el salmista. Yo pienso que tú lo viste claro y por eso nos diste lecciones de ecología. Debíamos aprender a cuidar la naturaleza creada, a conservar intacta la belleza que se nos ha regalado.
Lamentablemente en estos últimos años ha surgido otro ecologismo materialista que se presenta como defensor de los animales, pero lo único evidente es que no cree en la dignidad del hombre fundada en su espíritu inmortal. Supone que los mamíferos somos mamíferos y nada más. Y entre Caperucita Roja y el lobo feroz, siempre se quedará con el lobo.
Seguiremos hablando de aves, querido Félix. Ahora ya vuelas como las águilas y podrás contarme cómo ves el mundo desde allí arriba, a vista de pájaro. 


[*] Félix Samuel Rodríguez de la Fuente Nacido en Poza de la Sal, Burgos, el 14 de marzo de 1928, fue naturalista y divulgador ambientalista, defensor de la naturaleza, y creaador de documentales para radio y televisión. Licenciado en medicina por la Universidad de Valladolid, premio extraordinario en Odontología, autodidacta en biología, filósofo y humanista, aventurero y experto en cetrería, fue un personaje polifacético cuya influencia ha perdurado a pesar del paso de los años. Falleció en Shaktoolik, Alaska, el 14 de marzo de 1980, a consecuencia de un accidente de avioneta cuando realizaba uno de sus reportajes.

martes, 25 de octubre de 2016

Nostalgia de los héroes



He empezado a leer otra novela policíaca. Una vez más el detective es un tipo duro, solitario, cínico, de moral ambigua, incrédulo y fascinado por lo más oscuro e irracional del ser humano. O sea, como Philip Marlowe, Sam Spade o LewArcher, los vetustos héroes de la novela negra americana, a los que dio vida y rostro Humphrey Bogart.
Desde entonces no hemos mejorado nada. ¿Volverán algún día los héroes amables, patriotas, defensores del bien y la justicia?
Echo de menos el cine de John Ford y el revólver de John Wayne. Creo que les mandaré un e-mail un día de éstos.

¿Avería en el globo?



Desde hace un par de días no logro entrar en mi blog. He utilizado tres navegadores diferentes y en los tres casos aparece el mismo mensaje:

No se puede acceder a este sitio web pensarporlibre.blogspot.com.es ha tardado demasiado tiempo en responder.


Curiosamente sí que abro sin dificultad las páginas de moderar comentarios, "crear nueva entrada", etc. Es lo que estoy haciendo ahora mismo. No sé si estas líneas  se publicarán o no. 

domingo, 23 de octubre de 2016

Creo que sigo vivo


También yo había empezado a inquietarme. Llegué incluso a pensar que me pasaba algo malo malísimo, ya que el globo no volaba ni a empujones. 
Hablé con Kloster:
─¿Crees que me pasa algo?
─¿Por qué lo dices?
─Por el globo. Como ves no he escrito una línea desde hace semanas, y los tres o cuatro lectores que me quedan suponen que estoy moribundo.
─¿Y lo estás?
─ Creo que no, pero a lo mejor tú me notas algo.
─Mira, colega; aparte de tu tradicional pereza y de tu ornitomanía paranoide, no veo ningún otro síntoma alarmante en un despejada sesera.
No sabes cómo me tranquilizas. Yo pienso que aún seré capaz de escribir de vez en cuando un pensiero matutino o una crónica apresurada de la actualidad; pero el problema es que la prensa me aburre, la tele me adormece e Internet me irrita. Yo sé que siguen ocurriendo cosas en España y en el mundo; pero no consigo interesarme por ninguna.
Dejad que me ausente una temporada. Entre Trumb y Clinton elijo a Caperucita Roja; entre Sánchez y Díaz, prefiero a Harry Potter; entre Messi y Ronaldo, opto por Adúriz. Y entre el “no-es-no” y la abstención me abstengo de abstenerme y salgo por peteneras.
He estado 6 días en la Acebeda, callado  como una escoba. Apenas he conversado unos minutos al atardecer con el mirlo del jardín.
Seguiré publicando en esta página mi colaboración de Mundo Cristiano, y, quién sabe, tal vez cuando llegue diciembre, venga de nuevo la estrella de oriente para guiarme y ponga en órbita el globo.